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Mes del Orgullo LGBT: Desde los Marines a la jaula de MMA, cómo Liz Carmouche se convirtió en pionera y vocera inesperada de la comunidad

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El impacto de Rousey vs. Carmouche (2:32)

Ariel Helwani, Brett Okamoto y Mark Raimondi conversan sobre la importancia de la primera pelea de mujeres en UFC, Ronda Rousey vs. Liz Carmouche. (2:32)

El protector bucal con el arcoíris es su firma. Liz Carmouche, la campeona de las 125 libras de Bellator, es una pionera del MMA femenil, pero también un símbolo de la apertura en el deporte para la comunidad LGBT.

Luego de 12 años como profesional, Carmouche se quedó con el primer cinturón de una promoción mayor en su carrera cuando venció a Juliana Velasquez en Bellator 278 en abril, un premio al esfuerzo de toda una trayectoria donde siempre demostró una ética de trabajo impecable. Fue en las artes marciales mixtas donde encontró un lugar para desarrollarse como atleta, luego de cinco años de servicio con los Marines en los que tuvo que mantener su homosexualidad en secreto.

Su entrenador, Manolo Hernández del Team Hurricane de San Diego, fue el primero en dejarle claro que dentro de la jaula no se trataba de sus preferencias sexuales, sino de su empeño en el entrenamiento; ahí es donde sería valorada.

“Desde que entré al gimnasio quise ser abierta con eso. Le dije a mi entrenador, ‘Escucha, nunca le he dicho nada de esto a nadie, es nuevo para mí, pero quiero que sepas que soy gay’. Y me respondió: ‘Sí, lo sé; no me importa. Sigue corriendo, como todos los demás. Eres una persona más; no me importa’. Y eso fue nuevo para mí. No le había dicho a nadie fuera de mi familia directa y mis amigos. Era la primera persona a quien le contaba desde que salí de los Marines y no hubo ninguna duda de su parte o de mis compañeros”, recordó Carmouche en entrevista con ESPN Deportes.

Durante sus años de servicio, las fuerzas armadas de los Estados Unidos mantenían la política de ‘No preguntes, no digas nada’ que prohibía la homosexualidad y la bisexualidad entre los militares, razón por la que tuvo que mantenerse en el clóset, pero luego de un par de años como profesional en las MMA, llegó el momento que cambió su vida.

El 23 de febrero de 2013, Carmouche hizo historia al convertirse en la primera mujer en pisar el octágono del UFC. Entró esa noche al Honda Center de Anaheim como la retadora de las 135 libras ante Ronda Rousey, quien aparecía como campeona tras coronarse meses antes en la extinta Strikeforce.

Durante la promoción de ese combate histórico, la sexualidad de Liz también fue un tópico. Ella se presentó a todos los actos públicos acompañada por la que entonces era su pareja y se encontró con una recepción inesperada.

“Siempre fui abierta a eso, recuerdo que la recepción que tuve tanto en UFC y ahora en Bellator siempre fue de aceptación. Fue raro para mí de pronto ser un tópico tan comentado, después de haber estado en el closet por muchos años durante mi servicio con los Marines, donde no podía hablar de eso y ahora convertirme en una vocera y una representante de la comunidad”, recordó.

Incluso en sus aspiraciones de convertirse en campeona mundial, nunca estuvo abrir una puerta para atletas LGBT+, pero las circunstancias la pusieron ahí.

“Si me hubieras dicho hace 15 años que era una posibilidad, no lo hubiera creído. Significó mucho para mí hacerlo. Pero de alguna forma fue sorpresivo y espantaba, porque la recepción que tuve y la forma en la que me habían tratado en los Marines es completamente diferente ahora”.

Hace algunas semanas, cuando se quedó con el cetro de Bellator, Carmouche volvió a estar acompañada de su pareja en un deporte donde, al menos en las categorías femeniles, no parece haber discriminación por motivo de orientación sexual y que cuenta con parejas célebres que son LGTB, como Amanda y Nina Nunes, Tecia Torres y Raquel Pennington o Mayra Bueno Silva y Gloria de Paula, entre otras.

Nunca más en el clóset

Cuando Liz llegó a las artes marciales mixtas, decidió dejar atrás años de ocultar sus preferencias, sentimientos y de cierta forma negar quién ella era. Aunque sabía que traería sacrificios, valía la pena mantener la honestidad consigo misma.

“En mi carrera de MMA he sido afortunada de que mis entrenadores, compañeros y la experiencia general en el gimnasio no ha sido nada más que positiva. Perdí algunos patrocinadores. Algunas peleas en el principio de mi carrera se cayeron por eso, pero nada que me pareciera realmente negativo”, explicó.

Con su llegada al UFC hace nueve años, el tema llegó a los medios de comunicación y redes sociales, y su situación cambió. También notó que otras personas a su alrededor se atrevían a salir del clóset.

“No es algo que anticipaba o esperaba lograr como una fuerza. Después de estar en los Marines, donde no podía decirlo y tenía que seguir en el clóset, la forma que me hacía sentir. Fue algo que no quería volver a vivir, si eso comprometía a mis patrocinadores o las peleas, tenía que ser honesta conmigo y hacerlo. Como resultado, gracias a mi valor y compromiso, eso ayudó a otras personas a hacer lo mismo. Nunca pensé que tendría esa oportunidad o que sería esa persona; simplemente no quería seguirme escondiendo. Sabía que vendría con consecuencias, pero estaba lista para correr el riesgo y afrontar las consecuencias”, compartió la peleadora de 38 años.

No fue una sola marca o una promoción que le cerrara las puertas, sino varias. No obstante, también encontró el apoyo de las personas correctas, así que temprano en su carrera como atleta, quería mostrar su identidad.

“Decidí que cuando tuviera dinero me iba a hacer un protector bucal de arcoíris. Ahora es mi forma de no echárselo en cara a la gente, pero de recordarme a mí misma de ser honesta conmigo a través de mi protector bucal. Cada vez que me lo pongo es un anuncio para mí misma, y se convirtió en una marca. Todos conocen mi protector de arcoíris en mis peleas”.

Cambio de actitud en el servicio militar

Liz creció en un entorno militar en Okinawa, Japón, hija de un piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, y cuando pudo decidir, se unió a los Marines como ingeniera eléctrica. Pero en su tiempo había tareas que las mujeres no podían realizar y a pesar de que ella ya había abierto sus preferencias sexuales a su familia, dentro del servicio no podía hablar de eso.

Hoy, a más de una década de distancia, Liz participa en campañas en pro de los veteranos y es un orgullo para su institución, algo que no hubiera imaginado. Todo cambió en el 2011, cuando la política del ‘No preguntes, no digas nada’, instaurada en la administración de Bill Clinton, fue retirada.

“Ahora las personas pueden ser abiertas con su homosexualidad o cualquier preferencia que tengan. Ya sea preferencia de sexo o identificación, ya son capaces de ser abiertos con eso. No podías hacer eso, no podías hacer una transición si sentías que no estabas en tu cuerpo. No tenías opción; tenías que mantenerte en el sexo en el que habías nacido. Si eras homosexual o bisexual, no tenías permitido decirlo y no podían preguntarte sobre eso y eso cambió completamente. Ahora reconocen y permiten matrimonios del mismo sexo; ahora las personas pueden hacer la transición estando en las fuerzas armadas. Esa es una enorme diferencia, incluso la recepción para esas personas que deciden abrirse con eso ha cambiado”, recordó.

Aunque tomó varios años, hoy considera que en el servicio la situación ha cambiado y se siente orgullosa de haber aportado un poco para esa nueva cultura.

“Sé que cuando se retiró el ‘No preguntes, no digas nada’ conocí a mucha gente que no se atrevía a enfrentar el ridículo, porque el hecho de que se retirara la política no hacía muy diferente a las personas. Se ha convertido en un ambiente mucho más positivo para todos los que están dentro”, puntualizó Carmouche.