LOS ÁNGELES -- Lo peor del espejismo, es que después viene la desolación. Lo peor del fracaso de Chivas es que lo peor aún está por llegar.
Pachuca elimina al Guadalajara. 4-2 es el epitafio. Y lo peor del desencanto es que vendrán más desencantos. El fracaso mal llevado sólo engendra mayores fracasos.
Víctor Manuel Vucetich, el ex Rey Midas, asegura que no ha sido un fracaso el torneo para Chivas. Por definición, lo ha sido. Fonéticamente, la palabra es aparatosa, pero es tan noble su significado: “No conseguir alcanzar un proyecto, un fin, una meta, un objetivo”.
“(No es un fracaso), es un resultado a medias. Tuvimos una campaña irregular, pero hay cosas muy positivas. Yo creo que fracaso es cuando no logras absolutamente nada, no nada más en la cuestión de un resultado, en el que también hay producción de jugadores, y hay una cierta cantidad de puntos”, se defiende Vucetich.
¿Espejismo? Advertida estaba ya la legión doliente, llorosa y compungida de los mal llamados #Chillahermanos. Ganarle a los desdentados Xolos, al desmantelado Monterrey, y a los azorrillados Zorros, para igualar con la versión más bochornosa de Tigres, desató los espíritus aventureros de su afición.
Lamentable y humillante debe ser para el ex Rey Midas, ampararse en el cobijo mediocre, desesperado, del Repechaje. Sin este filtro viciado de la podredumbre, Chivas habría quedado eliminado como noveno de la tabla.
Ojo: el fracaso es un barquito, en este caso de trémulo papel, pero de cuyo naufragio son culpables todos los que están a bordo. Más aún, claro, los que vendieron ilusiones. Ricardo Peláez, en su momento, hinchó las velas de la fantasía antes de salir del puerto. Como en todo Titanic, descorchó la champaña, antes de zarpar.
Dijo el presidente deportivo, en 2020: “Aquí no se hablará más de descensos, sino de campeonatos”. El descenso fue abolido. Y los títulos, para Chivas, también.
No se equivoca tanto Peláez, porque el fracaso ha sido de campeonato, y a esa funesta aparición suya, sólo le compite, en la tragicomedia de Chivas, con ese momento de iluminación, de epifanía, cuando encomendaba las patas torcidas de sus jugadores a San Cucufato, mientras besaba la estampita y rumiaba: “San Cucufato, hasta que no nos hagas campeones no te desato los…”. Una trombosis periférica debe sufrir ya el canonizado, que por cierto es el santo patrono de los jorobados.
Y entonces, si a esos espejismos se le agrega la desilusión, el martirio es mayor. En tiempos de miseria, sólo empobrecen más la historia, las promesas de la histeria.
El destino de Vucetich fue advertido el 16 de marzo. Durante la Fecha FIFA, Peláez citó a conferencia de prensa. A su derecha, incómodo, compungido, atribulado, espantado, estaba el ex Rey Midas. “Si me voy de Chivas me iré sin esperar finiquito”, dijo Peláez, mientras fugazmente veía a su entrenador.
La noche del domingo, las cámaras captaron a Ricardo Peláez huir del palco de los visitantes en el Estadio Hidalgo, tras el silbatazo final. El desplante, el mohín, el rostro enrojecido, a menos que haya sido un truco de cámaras, revelaban las emociones antes descritas: desolación, desencanto, desilusión, fracaso, y claro, incluyendo a la quinta hermana de estas arpías: la frustración.
Habida cuenta de los fracasos de Peláez y Vucetich, en diferentes sondeos (que no encuestas) de opinión a través de redes sociales, la culpabilidad de los jugadores era incuestionable: superior al 60 por ciento, muy por encima de los créditos para Peláez, Vucetich, y el escolapio de los largometrajes, Amaury Vergara.
Algunos jugadores rescataron la zalea. Entre ellos dos de los más victimizados, tras su romance público con el vodka con sabor a tamarindo y las canciones de despecho: Alexis Vega y Uriel Antuna, quien para su fortuna tiene en su señora esposa a su mejor fiscal, a la persona más sensata para cuidarle la carrera.
¿El resto? Todo hace pensar que nunca se sintieron ni se han sentido cómodos en Chivas. Es como meter a palurdos al palacio o a borricos a los establos reales. Los Conejitos, los Chapitos, los Molinitas, los Toñitos, los Pochitos, los Chicotitos, los Canelitos y los etceteritas…
¿Y J.J. Macías? Está en un grave riesgo. El de pasar de gran promesa de futbol mexicano a ser el mayor fiasco del futbol mexicano. Su promotor está desesperado: el vellocino de oro se le ha convertido en un chivito en fuga. Intenta que la MLS pague 20 mdd a Chivas por el jugador.
Ciertamente la responsabilidad suprema del desaprovechamiento de los jugadores, corresponde a Vucetich. Lo ratificó este domingo ante Pachuca. Hace cambios para proteger el 0-1 (Zaldívar, con más recorrido defensivo que Macías), y le empatan. Después Pachuca decide ir al abordaje, y Vucetich quiere apuntalar su trinchera, la desajusta y se come otros tres.
Por cierto, y ya se los habíamos anticipado hace semanas, el conglomerado Vergara, y ejecutivos de peso en OmniLife le han advertido a Amaury que Chivas ha vuelto a convertirse en un lastre, en un estorbo, en una rémora para el negocio familiar.
Chivas descapitalizó a OmniLife con Jorge Vergara aún al mando. Angélica Fuentes llegó a poner orden financiero, a un costo muy elevado, para el empresario y para la empresa, pero los balances pasaron de rojo a negro.
Hoy, en el entorno Vergara, el pésimo momento de Chivas erosiona el capital financiero, moral, mediático y de crecimiento de la empresa. Cuando las ilusiones de la Nación Chiva se hacen polvo, no hay polvos mágicos que lo curen.
“Hasta los americanistas nos compran. Tenemos muchos clientes y muchos socios que le van al América. Les damos lo que su equipo no les da: salud y riqueza”, bromeaba Jorge Vergara en charla con este reportero.
Hoy, según el conglomerado directriz de OmniLife, ya no los compran con la misma devoción y fe de antes los #ChivaHermanos. Y claro, si el Guadalajara compra productos caducos como Oribe Peralta, qué garantía de la calidad de producción puede haber.
Por eso, insisto, lo peor de Chivas, es que lo peor aún está por venir. Con o sin la caterva de jugadores que tiene, buenos futbolistas, malos competidores. Con o sin Vucetich. Con o sin Peláez. Pero siempre con Amaury Vergara.