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Vucetich ya cuadró el Cubo de Rubik

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Vucetich: 'Todos los equipos tenemos pasajes con altibajos' (0:50)

El estratega rojiblanco habló sobre la forma en la que Chivas volvió a la senda del triunfo luego de vencer a Pumas. (0:50)

LOS ÁNGELES -- ¡Albricias! ¡Aleluya! El ex Rey Midas ha encontrado su once perfecto. Ojo: no es el equipo perfecto de la Liga, pero parece lo más perfectible que puede tener Chivas.

Después de 24 ensayos con alineaciones diferentes, las piezas empotraron en el rompecabezas. El Cubo de Rubik del Guadalajara ya tiene sus seis caras con colores uniformes. ¡Ya no le muevas Vucetich!

Lejos de ser un partido impecable, Chivas lo resolvió de manera práctica, a veces vistosa, pero, generalmente con esa bravura y devoción que no ha aparecido en otros juegos de este Guard1anes 2021.

Y parece que le sienta bien a Chivas, esa sensación de crisis, esa sensación de asfixia, esa sensación de histeria. Le fortalece vivir en estado de emergencia. Así parece.

Ha vencido al campeón y al subcampeón del Torneo Guard1anes 2020. Este domingo sepultó a Pumas (2-1) y antes había espantado los nubarrones tras vencer al León. Igual, cada victoria sólo cotiza en tres puntos, no más. El abolengo del derrotado no incluye bono alguno.

Detrás de ambas victorias ha habido gratas exhibiciones. Nada sublime. Los errores siguen apareciendo. La inconsistencia es el jugador número 12 del Guadalajara, aún en esta alineación que parece ser la mejor disponible entre los ensayos de Vucetich.

Y como síntoma de que la adversidad, de manera masoquista, sublima a Chivas, es que recibe el gol de Pumas y algo se revolvió en las entrañas de los jugadores, y no, no es apreciación escatológica.

Apenas al minuto 14, Gabriel Torres inflige a Chivas la herida. Le facilita la tarea, la maniobra de Hiram Mier, quien demuestra que tiene una agilidad corporal y una perfección psicomotriz similar a la del portentoso bailarín ruso Mijaíl Baryshnikov, pero la de hoy, a la de sus 73 años.

Hiram Mier intenta detener, pisar, controlar, y salir jugando la pelota. La intención es de un crack, la realización tan tragicómica sólo habría encajado en un resbalón dentro del magnífico humor de Chespirito. Y Torres no perdona. La televisión muestra a Andrés Lillini.

El técnico de Pumas resopló con vehemencia… y precipitadamente. Aunque su equipo había roto esa racha perniciosa de 483 minutos sin gol.

Chivas se alebresta. Estaba ante el segundo peor equipo del torneo. Y estaba jugando en casa, en ese estadio que nunca ha sido su casa. Traga rápido el sinsabor de la desventaja. Insisto, lo mejor de este equipo aparece cuando desfila cerca de la tragedia.

El equipo empieza entonces a funcionar porque tiene las mejores fichas disponibles en la cancha, más allá de lo que deberán aportar Fernando Beltrán y el Chicote Calderón (no te desesperes ahí vienen el América y Guillermo Ochoa).

El empate se genera desde el fondo. Eduardo Torres calibra, como topógrafo, la velocidad de Uriel Antuna, la distancia, el retraso en la marca, la velocidad del viento, y filtra un balón por derecha, exactito. Y Antuna, aún con toda esa tragedia cromática capilar, demuestra que hoy bebe turbosina en lugar de vodka con tamarindo. Llega al contacto con el balón de manera impecable. Cachetea de botepronto al área. Ahí emerge José Juan Macías. Un remate franco ante el arco, complicado por el vértigo, pero con más fortuna estética que Hiram Mier, acomoda el cuerpo con precisión y vulnera con un fogonazo. 1-1.

¿Dónde estaba Alan Mozo? Como dos caballitos de tequila detrás de Macías. Pumas acusó problemas de marcación, confusión en los relevos, y una parsimonia lamentable dejando a los jugadores de Chivas la iniciativa para organizar segundas jugadas.

Nueve minutos después Chivas sentenciaría el juego. Queda la duda si la concepción del 2-1 es trabajo de la semana o es el ímpetu de Alejandro Mayorga. Canelo Angulo ve la oportunidad de la invasión por la carretera libre llamada Alan Mozo. Por ahí filtra a Macías, quien rebasa a Quintana, y sirve a la llegada de Mayorga, quien controla con la punta del zapato, ante la marca de Nicolás Freire, quien debe tener el mismo maestro de aerobics que Hiram Mier. Mayorga aprovecha la lumbalgia del argentino, y dispara, con más ambición que técnica, para meter la pelotita retozando a la izquierda del arquero.


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¿Y Mozo? Esta vez tres caballitos de tequila detrás de la jugada.

Tristemente, el partido terminó, ahí, al cierre del primer tiempo. En el segundo lapso, Chivas volvió a las andadas por exigencia táctica, además de que el ingreso de Juan Iturbe le aportó control a Pumas, aunque con la complacencia del Guadalajara.

Remates de Torres, Mozo y Gutiérrez inquietaron a Gudiño, mientras que al ’90, Conejito Brizuela se planta en el área chica, sólo él sabe si cruzó demasiado su disparo, o intentó servir a Mayorga, quien se barre una milésima tarde, ante las fauces del gol.

Al final, sobrevive eso: el ex Rey Midas ha encontrado su mejor once posible. Tendrá que cargar con la lesión de Hiram Mier un par de semanas, y la apuesta irá con el Tiba Sepúlveda, pararrayos de anteriores desgracias.

Pero el resto del equipo deberá funcionar mejor, en la medida en que perciba la confianza de su propio entrenador. Nada mata más a un futbolista que la incertidumbre sobre su futuro. Y si el técnico no respalda a un grupo para que alcance el entendimiento necesario, la incertidumbre aumenta. Para Macías, por ejemplo, no es lo mismo saber que tiene a Mayorga, Angulo y Vega como socios, y a la lectura mutua con Uriel Antuna, que empezar a adivinar con otros emergentes, según las elucubraciones o las fantasías del entrenador.

Cierto: vienen convocatorias a selecciones nacionales, y ahí Chivas empezará a encender veladoras para no recibir llamadas de los departamentos médicos del Tri. Y esperar, por supuesto, que no aparezcan nuevos casos de indisciplina.

Por lo pronto, el Guadalajara debe visitar a Querétaro este miércoles, y a Mazatlán el sábado. Dos clásicos partidos con ese tufo envenenado de emboscada.