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Santos Judas echan a Siboldi

LOS ÁNGELES -- Los despidos de técnico en Santos Laguna tienen un tufo a albañal. Algo huele mal.

Incluso, pocas veces obedecen a motivos futbolísticos, deportivos o competitivos. Y las versiones que serpentean libremente poco ayudan.

Recordemos los casos de Daniel Guzmán, Rubén Omar Romano, Pedro Caixinha y la súbita decisión en torno al Chepo de la Torre.

Robert Dante Siboldi renunció. O, si las circunstancias que se revelan en torno a su salida son reales, fue orillado a renunciar.

Pleitos de Alcoba, o, para ser más exactos, pleito con Gerardo Alcoba, Esa es la versión que ya diversos medios manejan.

Siboldi se molestó con su paisano, lo remitió a la banca, le quitó el gafete de capitán, en medidas que encajan perfectamente en el libreto de funciones, derechos y deberes de un entrenador.

Alcoba lo confrontó. De las malas palabras pasaron a los peores escenarios: agresiones físicas. Muebles y vestidor rotos.

Las versiones aseguran que Siboldi pidió castigo para Alcoba, incluyendo la separación del plantel. Un principio de autoridad y de disciplina.

Santos, bajo el mando de Alejandro Irarragorri, se niega a imponer castigos extremos, y Siboldi decide entonces renunciar.

Es entendible. ¿A qué se quedaría Siboldi en un sitio en el que su autoridad en el vestuario quedaba convertida en un hazmerreir, ante la traición de sus dirigentes?

¿Es más importante Alcoba que el entrenador que desafiando adversidades el torneo pasado le dio el título a Santos?

Es probable que hoy los incondicionales de Santos y de Irarragorri, empiecen a filtrar versiones sobre el trato de Siboldi a los jugadores, en el afán de lavarle manos y cara a la directiva.

Lo cierto es que es muy complicado, con un plantel armado con desechos de otros equipos, como lo fue Santos el torneo anterior, salir campeón si el técnico no es la figura absoluta de unidad, solidaridad, liderazgo y respeto.

Hablar mal hoy de Siboldi sería una canallada. Sus antecedentes como jugador no tienen la constante de una carrera conflictiva, por el contrario.

Por otro lado, es evidente que en la Jornada 3 no se puede decapitar por motivos futbolísticos a un técnico campeón, cuando aún hay 14 fechas por delante, y además le arrebatan al goleador Djaniny.

¿Casos similares? Hubo uno muy reciente: El Turco Mohamed quiso echar del América a Paul Aguilar por burlarse de él, a sus espaldas, dentro del vestuario, pero Paolo Goltz se lo contó a su entrenador.

Ricardo Peláez no aceptó echar de El Nido al jugador, pero concedió que fuera separado del plantel en plena Liguilla, y creció su enemistad con el técnico argentino, que al final, con el título de campeón, empacó para dirigir a Monterrey.

Con Santos, ciertamente, Irarragorri es el jefe del proyecto. Debe estar convencido que este fin de semana con Salvador Reyes, Chavita, el equipo no va a extrañar a Siboldi, porque, seguramente, Gerardo Alcoba va a ser el jugador que no ha sido: líder, infalible, comprometido, disciplinado, y capaz de echarse el equipo al hombro.

La primera decisión difícil para Chavita Reyes es la entrega del gafete de capitán. Siboldi se lo quitó a Alcoba. ¿Se lo devolverá él por presiones de Irarragorri?

Eso le significaría entrar al vestuario con una banderilla de deshonor en la cerviz. Porque el grupo de jugadores leales a Siboldi, verán como vencedor, pero como enemigo, a Alcoba.

Llama la atención la decisión de Irarragorri, si todas las versiones, coincidentes, son ciertas, especialmente porque Santos Laguna está regalando uno de los mejores momentos en formación de futbolistas jóvenes, y anteponer la indisciplina de un jugador, no es el mejor ejemplo disponible.

Escribió el poeta persa Muslih-Ud-Din Saadi, que "el exceso de severidad produce odio, como el exceso de indulgencia debilita la autoridad".