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Chicharito, claudicaste, ¿es hora de volver a casa?

LOS ÁNGELES -- A partir del minuto 80 deje de recrearme con el concierto del Liverpool, y no, nada que ver con algún "in memoriam" del legendario cuarteto. El único cuarteto era el del marcador: 4-0 inapelable.

A partir del minuto 80, dentro de la precaria complicidad de la pantalla, me dediqué a perseguir a Javier Hernández. Te encontré, pero no a Chicharito. Tu GPS se movió apenas un poco más que los postes del arco de Alisson.

No era difícil localizarte, Javier, desde que entraste de cambio al 62'. En una Liga Premier, donde, generalmente, ser estrafalario es un acto de escapismo, de fuga histérica a la medianía (la palabra mediocridad, hiere a muchos), la única cabellera rubia de farmacia, era la tuya. Irrespetuosamente alguno te llamó "Coca Cola agitada".

Y desde el minuto 80, seguí viendo a Javier Hernández y sin encontrar a Chicharito. Hubo una imagen que describe la consciente frustración de tu inconsciente. Cuando el niño irrumpe y se abraza a Salah, entras en la toma abierta. Te tallas la cabeza y bajas la mirada. Síndrome mítico del avestruz.

En el fondo lo sabes: en la liga más multiétnica del universo del futbol, como lo es la Premier, tú podrías haber vivido lo mismo.

Más allá de diferencias físicas y de biotipo, de calidad técnica, la diferencia entre el homenajeado por el niño, que representa a un universo de idolatría, la única diferencia, es lo que hay debajo de su alborotada melena y debajo de tu resplandeciente cabellera de paquetito de supermercado.

Seguramente bajo la revuelta cabellera de Salah no hay tiempo para #ImaginarseCosasChingonas. Él sabe que es la vida es corta y apenas hay tiempo para consumarlas.

Justo antes de ese percance, y justo después de él, un adversario tenía el balón a unos metros de ti. Y no te moviste, contemplaste.

¿Cuántos balones tocaste Javier en casi 30 minutos en la cancha? ¿Cuántos reclamaste como en otros tiempos? ¿Cuántos balones recuperaste, como en otros tiempos? ¿Cuántos, hasta atropelladamente, disputaste, como en otros tiempos?

No me detuve a revisar el video y sumar esas ocasiones que caben en la mano de un tunco. No fue pereza, fue evitar esa recalcitrante decepción.

¿Claudicaste, Javier? ¿Es el momento de volver? Porque entre ese Chicharito que sorpresiva, agradable e intempestivamente hizo erupción en el Manchester United, al de este domingo ante el Liverpool y su cuarteto de goles, hay un abismo.

Alisson arrastraba el balón y el mastín de otrora no iba a azuzarlo, a cazarlo, vamos, ni siquiera a amagarlo. No Javier Hernández contemplaba. Porque aquel Chicharito, el de otrora, habría puesto nervioso de tanto acoso a uno de los mejores arqueros del mundo.

Liverpool salía desde el fondo, al ritmo de Submarino Amarillo, y toqueteaban la pelota a unos metros de ti. Y, de nuevo, te solazabas, porque no movías un músculo para interrumpir la verbena escarlata.

Javier, ¿claudicaste? Desde cuándo Chicharito le permite a Javier Hernández ser un testigo huidizo de la escena del crimen.

Porque en la memoria privilegiada de tus #ChichaFans, sigue siendo #ChichaDios, porque ellos, contagiados por un magnífico juego de palabras, en un coloquial sin sentido, siguen, imaginándose, contigo, por ti, y a través de ti, cosas chingonas.

Porque recuerdan aquel Chicharito que jugaba cada partido hasta el exhausto, hasta la fatiga, pero nunca, ni siquiera, para rozar los límites de la rendición.

¿Claudicaste Javier? ¿Permitiste, Javier, que claudicara Chicharito? Porque físicamente sigues entero. Porque futbolísticamente has madurado. Porque como jugador eres más sabio, porque las cicatrices lo demuestran. Porque como presunto líder has perdido hasta la Rosa de los Vientos de tu propia existencia.

Reflejo de esa frustración aparece en esas batallas inútiles que libras en redes sociales. Antes, los embates, las agresiones, los desafíos, los menosprecios, te causaban risa. Estabas blindado por los hechos, por tus victorias diarias.

Hoy, las embestidas, te hieren, porque estás desnudo, vulnerable. Bajaste la guardia, Javier. Tuviste 30 minutos para cambiar tu historia aunque no alcanzar para alterar la historia del juego. Recuerda: el David que venció a Goliath, es una recreación mítica, también, de tu versión premundialista de #ImaginarteCosasChingonas.

¿Claudicaste Javier Hernández? ¿Le permitió aquel Chicharito a este Javier Hernández claudicar? Y claudicas precisamente, insisto, cuando estás más fuerte físicamente, más bruñido futbolísticamente, y te han fortalecido tus propias heridas? Ojalá que no.

Y claro, tal vez fue mala percepción mía de esos 30 minutos de este domingo ante Liverpool. Tal vez, estoy equivocado, tal vez.

Tal vez, a través de esa tacaña televisión, no pude percibir que seguías, que sigues, casi dos meses después, imaginándote cosas chingonas... mientras, Salah...