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Renato Ibarra, ¿una segunda oportunidad, una segunda decepción?

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Renato Ibarra se sincera en mano a mano con John Sutcliffe (24:04)

El comentarista de ESPN platicó con el futbolista del América sobre su escándalo y presente. (24:04)

LOS ÁNGELES -- La vida lo confirma así: abrir la puerta a segundas oportunidades es abrir la puerta también a segundas decepciones.

Cuatro meses después del pandemónium en su departamento, convertido en un energúmeno, amenazando a su pareja preñada, Renato Ibarra ofrece disculpas. Las redes sociales se han convertido en el infierno y en el purgatorio. La turba acciona la guillotina o indulta.

Obvio, Renato Ibarra no decidió salir al balcón del lloriqueo, lo enviaron. Un modus operandi rudimentario del futbol mexicano. Tira el anzuelo... y del tamaño de la pesca será el tamaño de tu almuerzo.

El América se lava las manos: que lo absuelva o lo condene su propia prole. La voz del pueblo ha dejado de ser la voz de Dios, pero, en este caso, la voz del pueblo, de su pueblo, ha pasado a ser –comodinamente– la voz de Emilio Azcárraga Jean.

Si el americanismo –principalmente– indulta a Renato, insulta y condena a Lucely Chalá y a una criatura en embrión. ¿Cuándo pasó a ser el embarazo de ella un elemento innecesario de juicio? ¿Loemos al victimario hasta que lo convirtamos en víctima?

Renato Ibarra es carne envenenada. Para el América y para cualquier otro club. Aunque, desde la bitácora voraz de los ratings, un capitulito oportunista de La Rosa de Guadalupe, puede cambiar el status y las circunstancias.

En redes sociales, la absolución avanza, domina. Mucha afición americanista ejerce el voto desde el anonimato y se solidariza más con las urgencias de El Nido, que con el sentido de justicia. “Pobrecito Renato, redímete goleando a Chivas”.

El cinismo de Franz Kafka lo explicaba así: “En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo”. El adoctrinamiento del pusilánime. Cada voto a favor de Renato es un voto a favor de su reincidencia. La segunda oportunidad siempre entraña una segunda decepción.

Esto es coloquialmente una contradicción: ¿cuántos de los que piden una segunda oportunidad para Renato se la han dado a gente de su entorno o a ellos mismos? Hay manos más inmundas que la piedra que arrojan.

Así pues, retomemos el tema de las segundas oportunidades. Es irrefutable que todos las necesitamos, pero no todos las merecemos.

Y lleva a otra reflexión: ¿qué es más importante: la segunda oportunidad para uno o la primera oportunidad para otro? ¿Quién tiene más derecho, el que ya erró o el que tal vez no lo haga?

Renato Ibarra es un buen futbolista. No es un crack, ni un fenómeno, porque si lo fuera no jugaría en la Liga Mx. Pero, creo que a cualquier jugador, en México, le gustaría tenerlo a su lado, pero, ¿ese mismo jugador se atrevería a sentarlo a su mesa con su madre, su hermana, su esposa o su hija?

Ciertamente, Ibarra es un activo del América, pero en El Nido es obligada la reflexión: ¿es mejor rescatar unos dólares de futbol aunque se pierdan millones de dólares en credibilidad en una empresa que embiste en sus telenovelas contra la violencia de género y el aborto? De ser así, sería obligatoria una aclaración pertinente: “lo que aquí se transmite no refleja nuestra verdadera forma en que debe ser tratada la mujer”.

Sin duda, Renato Ibarra ha iniciado bien su campaña de proselitismo, obviamente –insisto–, con la asesoría del América. Promete, con la misma enjundia con la que aparece en el video donde amenaza a Lucely Chalá, dedicarse a trabajar en contra de la violencia de género. ¿El lobo cuidando al rebaño?

Primero, Renato Ibarra, éste arrepentido y redimido hombre, debería purgar su propio remordimiento, y después ofrecer disculpas. Apenado, contrito, lloroso, desesperado, hace uso del chantaje sentimental antes que de hechos puntuales para granjearse el perdón.

Ya bastante lamentable es que la justicia mexicana terminara siendo cómplice ante tantos elementos condenatorios. Aún más lamentable es el hecho de que Cléber Chalá, el padre de Lucely, transara con los abogados de Renato.

Porque, recordemos, Renato Ibarra no fue absuelto, no fue declarado inocente, sino que los cargos fueron retirados. La agresión existe... y la corrupción también

Por un plato de lentejas, el padre de Lucely traficó el derecho a justicia de su hija y su nieto en gestación. Entiendo que ese plato de lentejas jamás llegará si Renato Ibarra no hace lo que mejor sabe hacer: jugar futbol. Espero que haya suficientes lentejas en ese plato para que Cléber Chala satisfaga hasta su hambre de indignidad.

Por lo pronto, Renato Ibarra y el América deben estar satisfechos. Han logrado, tristemente, que la chusma de su afición, porque debe haber gente pensante en ella también, vote profusa aunque no profundamente a favor del regreso del ecuatoriano.

Pero el riesgo sigue ahí, ese riesgo de que abrir la puerta a segundas oportunidades es abrir la puerta también a segundas decepciones.