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Cruz Azul, un portento de resiliencia

LOS ÁNGELES – Antes de la reflexión, imprescindible la aclaración: Cruz Azul no ha tenido palabra de honor en los últimos 23 años. Irrefutable el calendario: Cruz Azul sí cumplirá 23 años sin título, porque aún siendo campeón en el torneo ‘Guard1anes’, lo sería el 13 de diciembre, y su coronación ante el León fue el 7 de diciembre de 1997.

Pero, expliquemos eso de que Cruz Azul es un portento de resiliencia (capacidad del ser humano para superar circunstancias traumáticas).

Si ha habido un equipo vapuleado por todos los virus posibles, durante el confinamiento y la pandemia, ha sido La Máquina. Y sin embargo, se mueve… es más, arrolla.

1. Líos judiciales

La Unidad de Inteligencia Financiera monta un espectacular caso de corrupción contra Guillermo Álvarez Cuevas, Alfredo Álvarez Cuevas y su cuñado Víctor Garcés, quien ya a inicios de marzo había sido investigado por presuntos desvíos millonarios y tráfico de seres humanos.

A efecto de investigaciones y evitar fugas, las cuentas donde estuvieran involucradas las firmas de los tres, quedaron bloqueadas con las incertidumbre de todo la institución respecto al flujo de dinero.

Además, se revivió el caso de la aseguradora que indemnizaba a los Álvarez cuevas por cada final perdida, aunque la empresa ya había desaparecido. Golpe a golpe, golpe tras golpe.

2. Infestados

Cruz Azul tuvo su propia pandemia por COVID-19. Un total de 23 integrantes de la organización dieron positivo, en diferentes etapas, con los consiguientes efectos deportivos, sociales y laborales, aunque ninguno de ellos para lamentarse.

Y La Máquina debió fraccionar el trabajo de su plantel. Debió reorganizar los tiempos, los esfuerzos y los entrenamientos por grupos, y obviamente de acuerdo al biotipo y condiciones de cada futbolista.

Es decir, si el confinamiento y sus estragos, debían erosionar a un equipo, debía ser a La Máquina por encima de los otros siete invitados a la contienda de bisutería que se inventaron los amos del poder.

Todavía, horas antes de arrancar la Copa por México, el mismo entrenador Robert Dante Siboldi se quejó de participar en el certamen. “No me consultaron. No estamos listos ni para jugar 45 minutos”, dijo el técnico.

Bueno, sin estar listos, los Cementeros asaltaron su grupo, cerraron apabullando al América, y están en semifinales ante Tigres. Nada mal, para el equipo más vapuleado mediáticamente en esos tiempos de vivir atrincherado.

¿Fue de un 4 a 1 la superioridad de Cruz Azul sobre América? El primer tiempo fue parejo, incluso de un respetable nivel de emotividad e intensidad. En el segundo, antes de que La Máquina sometiera a El Nido, un penalti sobre Federico Viñas, no fue marcador.

Y enseguida, Cabecita Rodríguez y Orbelín Pineda aniquilaron al América. Nuevamente, Miguel Herrera sufría ante la erupción de La Noria y no ecnontraba la forma o el eco en sus jugadores para evitar otra jornada vergonzosa.

El cierre del clausuradísimo Clausura 2020 y este minitorneo baratija, han sido escenarios de un estruendoso paso de Cruz Azul, que lo convierte, y advierte, como protagonista del torneo ‘Guard1anes’ (Apertura 2020).

Más allá de la solidez futbolística que pudiera mantener Cruz Azul, es necesario hacer énfasis –de nuevo– en la solidaridad granítica del grupo. La fortaleza de La Máquina no viene del pizarrón, viene de la lealtad gremial.

Un plantel comprometido puede competir con y superar a planteles más arduamente elaborados bajo una idea futbolística. La Máquina es una prueba de ello. La devoción del grupo rebasa las condiciones tácticas que le respaldan. Robert Dante Siboldi debe sufrir poco para exhortar a sus futbolistas.

Recordemos que los jugadores de Cruz Azul se amotinaron. Decidieron hacerse dueños de sus destino y de su futuro. Ya bastante ridiculizados habían sido por las demenciales explosiones de Víctor Garcés y Alfred Álvarez Cuevas, y la tibia reacción de Billy ante los actos perpetrados de traición de su cuñado y hermano.

Ya aquí les relatamos cómo los jugadores expulsaron del vestidor a Garcés, vetaron su ingreso a zonas de los futbolistas y de alguna manera la restringieron totalmente cualquier relación con el grupo.

Y cuando el cáncer desaparece, cualquier organismo empieza a restablecerse, a sanarse, a empoderarse, a regenerarse. Y Cruz Azul comenzó ese proceso desde el torneo anterior.

Resiliencia pues: esa poderosa capacidad del ser humano para superar circunstancias traumáticas. Tal vez el término traumático suene exagerado, pero, extirpar un cáncer semejante, resistir la incertidumbre sobre el futuro financiero del equipo, y cargar con 23 casos positivos de Coronavirus, no son el mejor hábitat para encarar tiempos de por sí difíciles.

Pero, insisto, es imprescindible la aclaración: Cruz Azul no ha tenido palabra de honor en los últimos 23 años.