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Conor McGregor, un ejemplo de superación

En cada obstáculo siempre hay una oportunidad: el irlandés Conor McGregor puede dar fe de eso. En la escuela era el más bajo de su grado. Para defenderse del bullying que le hacían algunos compañeros empezó a practicar primero kickboxing, después boxeo y posteriormente jiu jitsu, hasta que se decidió por las artes marciales mixtas.

Así empezó un camino que lo llevó a ser bicampeón de la UFC (la principal asociación de artes marciales mixtas), conseguir el knockout más rápido de la historia cuando le arrebató en 13 segundos el título mundial a José Aldo y amasar una fortuna superior a los 100 millones de dólares que lo metió en el top ten de deportistas con mayores ingresos de la revista Forbes.

Además, en base a carisma y provocación se convirtió en una figura mediática de fama mundial, en especial a partir de su ultrapromocionada pelea de boxeo contra Floyd Mayweather Jr. de la que él mismo reconoció: "Fue un circo con el que me hice millonario".

"Si se tiene la idea clara y la convicción de que algo va a pasar, nada puede detenerlo", dice McGregor. Con esa determinación, siendo un adolescente se impuso el objetivo de llegar a ser un deportista de elite. Trabajaba como plomero junto a su padre para ganarse la vida y mientras tanto, se debatía entre las artes marciales mixtas y su otra pasión, el fútbol: fanático del Manchester United y de su compatriota Robbie Keane, durante un tiempo fue el goleador del Stanaway Celtic en la liga provincial irlandesa de Leinster.

En 2011 tomó las dos decisiones que definirían su carrera. Dejó el fútbol y también la plomería. Con el flaco seguro de desempleo del gobierno irlandés como único ingreso, se dedicó sólo a entrenarse.

En 2013 ingresó a la UFC y durante casi tres años mantuvo su invicto siempre a base de knockouts. La excepción fue su segunda pelea, frente a Max Holloway, que ganó por decisión del jurado a pesar de haberse desgarrado un ligamento durante el combate.

Ya era "The Notorious", la mayor estrella de la historia de las artes marciales mixtas, un lugar ganado a base de bravuconadas y looks de influencer de la moda, pero también de fortaleza, talento y un inusual estilo que combina con facilidad patadas y golpes de boxeo de una manera poco común para este deporte, en particular un letal cross de izquierda.

Precisamente, esa mano será la que el 12 de diciembre de 2015 liquide al brasileño José Aldo en apenas 13 segundos y le dé su primer título mundial, el de peso pluma. Exactamente once meses más tarde obtendría el segundo, en liviano. Esa noche superó a Eddie Alvarez, a quien noqueó en dos asaltos, y también a los que, tras la derrota que sufrió en su primer combate en la categoría superior, le habían dicho que le convenía "seguir sólo en peso pluma".

La inactividad provocada por el nacimiento de su hijo Conor Jr. y la pelea contra Mayweather hizo que la UFC le sacara sus títulos. Dejó de ser el número uno en el ránking pero no en cuanto a popularidad. En noviembre de 2017 se estrenó "Conor McGregor, The Notorious", un documental que repasa su carrera empezando por aquellos tiempos en los que su mamá le prestaba una habitación para que pudiera vivir con su novia Dee hasta la cúspide de su carrera, con Dee como su representante y contando sus millones.

A los 30 años, este irlandés de poco más de 1,70 metro de altura sigue dando pelea. El obstáculo inmediato es el ruso Kabib Nurmagomedov, ante quien intentará recuperar la corona de los livianos el 6 de octubre. Pero más allá de eso, es una estrella, la UFC lo necesita y su convicción está puesta en el objetivo de siempre, ése que tomó de su gran ídolo, Muhammad Ali, y que se impuso desde el día en que decidió convertirse en deportista: ser el más grande.