Si menores de 30, 35 años, se adentran en estas líneas, se sugiere el ejercicio de imaginar otro mundo. Uno en el que los autos de Fórmula Uno tenían un volante simple, sin más función que la dirección del coche, con la palanca de cambios a un costado del habitáculo. Máquinas en las que el embrague aún era un pedal, y sin radio para comunicarse con los boxes. Automovilismo sin telemetría, ese fabuloso sistema de transmisión de datos en tiempo real que al equipo le permite conocer qué hacen auto y piloto en pista, y a los televidentes, saber en qué cambio marcha el corredor, a qué velocidad, cuántas revoluciones por minuto tira o si mueve el alerón trasero para adelantar a otro competidor.
En 1981, el año que ocupa estos párrafos, IBM lanzó al mercado la primera computadora personal, Ronald Reagan asumió como presidente de Estados Unidos, el turco Mehmet Ali Ağca intentó asesinar a Juan Pablo II, se estrenó Bodas de sangre y la segunda parte de Halloween, The Rolling Stones editó Tattoo You y los irlandeses de U2 lanzaron October. El 29 de marzo de ese año, vaya coincidencia, Roberto Viola sucedió a Jorge Videla como presidente de la Argentina durante la dictadura que duró hasta 1983.
Lejos de Buenos Aires, en Río de Janeiro, ese día de 1981 se suscitó una rebelión. Carlos Alberto Reutemann no hizo caso a la orden de Williams que llegó a través de un cartel y ganó el Gran Premio de Brasil, en la pista del barrio Jacarepaguá. Aquella carrera 30 años atrás quizá haya decidido el destino de un campeonato que Lole terminó perdiendo en la última fecha, por un punto, ante el Brabham de Nelson Piquet, y en una playa de estacionamiento en Las Vegas.
Después de tres años, el Campeonato Mundial regresaba al circuito carioca, designado como segunda fecha de la temporada. Reutemann había ganado la primera carrera, sin puntos, en Sudáfrica. El campeón Alan Jones, su compañero, había vencido en la primera con puntos, en Long Beach, donde el santafesino concluía segundo. Dobletes de Williams.
Con el Brabham del controvertido sistema hidroneumático, Nelson Piquet logró la pole position en Jacarepaguá. Reutemann quedó segundo. Sin embargo todo cambió el domingo 29, cuando una tormenta se descolgó con llovizna que de a ratos fue aguacero. Piquet decidió salir con gomas lisas y fue hundiéndose en el pelotón. Reutemann tomó el mando desde el arranque y dominó el ritmo a gusto. Cuando iban 50 vueltas de una carrera pactada a 63 que terminó un giro antes, Lole le llevaba 5s10 a Jones. Todavía no había aparecido ninguna señalización. En el vínculo del argentino con Williams existía una cláusula que le daba prioridad a Jones en caso de que estuviera a menos de siete segundos de Reutemann.
En tiempos en que toda información llegaba al piloto a través del letrero que se mostraba desde el paredón de boxes, Lole jamás supo cuánta ventaja le llevaba a Jones. "Si lo hubiera sabido y yo lo hubiese necesitado, apretaba y le sacaba 10, 15, 20 segundos. Mi coche era muy superior. Hice mi mejor vuelta (1m54s78) en la penúltima de la carrera, cuando más llovía. Muy lejos de la mejor de Jones (1m55s21 en la 54ª)", le confesó el piloto al periodista Alfredo Parga, como consta en el libro "Los días de Reutemann".
Sostenido por Jeff Hazell, el cartel con la orden seca apareció en la 55ª vuelta. No había lugar a dudas ni segunda interpretación: "Jones-Reut". Quedó expuesto hasta el 59º giro. Reutemann no hizo caso y ganó aquel Gran Premio. Cruzó la meta con 4s43 de ventaja sobre el australiano. Ese fue su undécimo y penúltimo triunfo en Fórmula Uno. Jones, furioso, no concurrió al podio: sólo estuvieron Lole y el tercero, el joven italiano Riccardo Patrese.
Aunque primero deslizó que no había visto la señal debido a la lluvia, Reutemann no tardó en admitir la verdad que Parga volcó en la biografía deportiva del santafesino. "Claro que vi los carteles, vi las señales, lo vi todo. Pero también pensaba mientras veía todo eso que si yo hacía caso a los carteles, era mucho más digno volver al box, preparar el bolso y despedirme de las carreras. Dedicarme a otra cosa. Desobedecí. Y volvería a desobedecer si la circunstancia se repitiera. No tengo otra respuesta".