BARCELONA -- Ansu Fati ya era considerado en el verano de 2019 una de las más firmes promesas de la cantera del Barcelona cuando, en julio, firmó una acuerdo inaudito para un jugador juvenil: Ampliación de contrato hasta 2022 y cláusula de 100 millones de euros. Nadie imaginó en aquel momento los hechos que se sucederían al comienzo de la nueva temporada. Y que lo catapultaron al plano de forma tan sorprendente como monumental.
Al cabo de tres años y medio de su eclosión, la realidad de Ansu Fati se debate entre la esperanza, la ilusión y el temor. Las lesiones, desde la primera que sufrió en noviembre de 2020, cortaron la progresión de un jugador con estrella indiscutible, que heredó la playera con el número 10 de Lionel Messi y fue llamado, considerado, el nuevo punto cardinal sobre el que debía asentarse el proyecto de futuro del Barça.