1. SEAMOS JUSTOS: ser profesional del deporte no es tan sencillo como aparenta. Sí, ya sé que ellos ganan millones, pero otras actividades humanas también son muy bien remuneradas y no tienen que lidiar con miles de personas gritándote al oído sobre lo humano y lo divino. Hagamos un simple ejercicio. Pídele a 10 compañeros de trabajo que mientras estés en tu labor se coloquen alrededor tuyo y comiencen a molestarte verbalmente. Después que pases esa prueba entenderás un poco más de qué va esta situación y a lo mejor te lo pienses un tilín más antes de lanzar cualquier improperio. No justifico la actitud de Francisco Lindor y Javier Báez, quienes esta semana fueron centro de atención porque reconocieron que su señal de pulgares abajo, cada vez que llegaban a base, era una manera de mostrar su desacuerdo con los abucheos de los fans de los New York Mets. Solo me pongo en su lugar.
2. CUANDO LINDOR Y BÁEZ estamparon su rúbrica en sus respectivos contratos tenían que estar claros que su abultado salario vendría acompañado de la presión que significa jugar para una de las fanaticadas más exigentes del béisbol. Si no estaban preparados, pues debieron rechazar el acuerdo. Qué no les guste la actitud del público, entendible, pero ellos son profesionales. Es imperativo tener sangre fría para lidiar con ese tipo de situaciones. Afortunadamente para Lindor y Báez, nadie tiene memoria más flaca que los fanáticos, después de una buena racha todo podría volver a su lugar. Pero si no logran encaminar su rendimiento, den por sentado que esta escaramuza los atormentará mientras defiendan los colores del equipo.