Los aficionados al deporte en Minnesota acumulan 32 años de decepciones en las cuatro ligas profesionales más importantes del país
LA PELOTA SALIÓ disparada del bate del Gene Larkin para sobrevolar al outfield de los Atlanta Braves, mientras su compañero Dan Gladden corría hacia el plato para marcar la carrera que selló el triunfo de los Minnesota Twins en la Serie Mundial de 1991, su segundo campeonato en cinco temporadas.
El Metrodome, notorio por su bullicio y con 55,188 espectadores adentro, estalló.
En ese momento en particular, había mucho que anhelar en el deporte del estado de Minnesota. Los Twins parecían estar a punto de consolidar una dinastía. Los North Stars de la NHL acababan de disputar las Finales de la Stanley Cup. Recientemente, la NBA había vuelto al mercado luego de 30 años de ausencia tras su expansión y creación de la franquicia de los Minnesota Timberwolves. El Super Bowl XXVI se jugaría en enero de 1992 en el Metrodome, seguido por la Final Four del baloncesto universitario masculino en la primavera y el U.S. Open de golf en el verano.
“Fue el Camelot de los deportes en Minnesota”, indica el presidente y CEO de los Twins, Dave St. Peter, quien laboraba en la organización en 1991 como pasante.
Lamentablemente, el fin de Camelot llegó rápidamente. Desde entonces, ninguno de los equipos con sede en Minnesota que militan en las cuatro grandes ligas del deporte profesional estadounidense (Twins en la MLB, Timberwolves en la NBA, primero North Stars y después Wild en la NHL, y Vikings en la NFL) ha clasificado a una serie de campeonato o Super Bowl, mucho menos la ha ganado. Ese periodo de 32 años sin títulos, a veces extendido gracias a escenarios cómicamente insólitos, es la sequía activa más extensa en los 13 mercados de Estados Unidos en los cuales están presentes las cuatro ligas. Supera al segundo mercado en años sin trofeos, Arizona, por un decenio.
Esta desazón, cuya relevancia aumentó en la esfera nacional gracias a la temporada sensación de los Detroit Lions de la NFL en el 2023, se ha contagiado más allá de las cuatro grandes disciplinas deportivas en Minnesota. El equipo de fútbol americano de la Universidad de Minnesota lleva 56 años sin alzar el título de la Conferencia Big Ten, y la NCAA anuló la única aparición de su escuadra de baloncesto masculino en la Final Four debido a un escándalo académico en 1997. Solo el Lynx de la WNBA ha salvado a este mercado profesional de la hambruna absoluta, avanzando a seis Finales de Liga entre 2011 y 2017 para hacerse con cuatro títulos. Sin embargo, en el denominado “Estado del Hockey” es importante resaltar que los equipos de hockey masculino y femenino de las universidades de Minnesota y Minnesota-Duluth suman 16 campeonatos de la NCAA entre ambas desde 1991.
Incluso el éxito inesperado de los Timberwolves esta temporada tiene a la traumatizada afición deportiva del estado en vilo. Un hombre conocido como “Dan Whenesota”, historiador deportivo de Minnesota que publicó un libro titulado “History of Heartbreak” (“Historia de los desengaños”) y produjo un documental sobre el tema, se prepara para vivir una decepción espectacular.
“Este es el segundo buen año que han tenido los Timberwolves en su historia, y disfrutaré cada minuto”, afirma Whenesota, maestro de escuela que utiliza el seudónimo cuando hace declaraciones públicas sobre deportes. “Porque sabes que te lo pueden arrebatar muy rápidamente”.
De hecho, los Timberwolves ostentan el peor porcentaje de triunfos de la NBA (.333) desde su incursión en la liga en 1989. Pasaron la mayor parte de la campaña 2023-24 en la punta de la tabla de la Conferencia Oeste; sin embargo, Whenesota no deja de pensar en la temporada 1994, cuando los Seattle SuperSonics, primeros en la siembra, perdieron ante los Denver Nuggets en la primera ronda de los playoffs.
“Puedo imaginármelo”, indica. “No quieres que ocurra, pero lo puedes imaginar y piensas ‘Así es el deporte en Minnesota’”.
Ese tentativo resultado desastroso se uniría a una lista de más de 400 catástrofes deportivas sufridas en Minnesota que Whenesota recopila en su popular “Calendario de la Calamidad” cuyas pocas honrosas “efemérides” son publicadas diariamente en redes sociales. Encabeza la lista el errático intento de gol de campo de 38 yardas del pateador de los Vikings, Gary Anderson, en los tramos finales del Juego de Campeonato de la NFC de 1998. El fallo le abrió la puerta a los Atlanta Falcons para forzar un tiempo extra y eventualmente eliminar a los Vikings (récord 15-1) de los playoffs y dar el paso al Super Bowl XXXIII.
Los Vikings tienen el décimo mejor porcentaje de triunfos de la NFL (.548) desde el inicio de la sequía en 1992, pero el cuarto peor porcentaje (.333) en playoffs. Por su parte, los Twins han alzado nueve títulos divisionales entre 2002 y 2023, pero durante ese periodo llegaron a sumar una racha de 18 derrotas consecutivas en encuentros de playoffs que lograron romper en octubre pasado. Oh, y la franquicia de los North Stars ganaron la Stanley Cup en 1999... seis años después de mudarse a Dallas y rebautizarse como Stars.
“La mayoría de los equipos han encontrado formas de ser competitivos y darle esperanzas a la afición de que serían el próximo en ganar un campeonato”, indica St. Peter. “Hemos tenido grandes jugadores, en algunos casos dignos del Salón de la Fama, que han ido y venido. Y nuestras instalaciones han vivido un renacimiento. Tenemos lugares magníficos para ver y disfrutar de los partidos”.
“Pero, a fin de cuentas, se trata de ganar y lamentablemente, los aficionados en Minnesota se han acostumbrado a ser el Charlie Brown de los deportes, solo esperando a que Lucy nos quite el balón”.
LA PATADA FALLIDA DE ANDERSON, que cumple 25 años esta semana, fue el peor golpe al corazón de la época. Fue inmortalizada en una fotografía publicada por el diario Minneapolis Star Tribune, tan evocadora que pasó varios años expuesta en la galería de imágenes del Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional. La imagen captó a tres damas en lágrimas que permanecían en las tribunas del Metrodome mucho después de la conclusión del partido, definido en tiempo extra con marcador 30-27, aparentemente incapaces de procesar que la temporada había terminado.
Los Vikings anotaron 556 puntos durante la temporada regular, récord de la NFL en aquel momento, en medio del debut del receptor abierto Randy Moss. Ganaron por promedio de 20.3 puntos por partido y su única derrota en campaña regular fue por diferencia de tres puntos. Una franquicia que perdió cuatro Super Bowls entre 1970 y 1977 parecía finalmente destinada a imponerse. Por el contrario, los Vikings sufrieron el cuarto de sus seis reveses en Juegos de Campeonato NFC. La patada de Anderson fue su primer intento fallido en toda la temporada.
Heidi Owens, la mujer captada al extremo izquierdo de la fotografía, aún no puede creerlo.
“Ese equipo estaba lleno de estrellas de rock”, evoca. “No había forma posible de que pudieran perder ese partido. O sea, tenían ventaja de 10 puntos en el cuarto periodo. Estaba totalmente incrédula. Pensaba: ‘Esto no ha pasado’. Me sentía totalmente desolada, por todo el estado. La expresión de mi rostro en esa foto no podía ser más genuina”.
Miles de aficionados se identificaron con la tristeza de Owens. La seguidora de los Vikings, cantante de un grupo llamado Hitchville, se convirtió en celebridad local. Su contestadora telefónica se llenó de mensajes de extraños. Los aficionados hicieron fila alrededor de la cuadra para asistir a los conciertos de Hitchville en un club del centro de Minneapolis, ansiosos de ver y conocer a la mujer que había personificado públicamente su sufrimiento en el ámbito deportivo.
“Es desgarrador que siempre tenemos equipos muy buenos, pero que parecen incapaces de concretar los triunfos”, afirma. “A veces, parece una maldición. Y no soy esa clase de persona. Soy una chica de fe. Amo a Jesús. No veo al mundo pensando: ‘Oh, estoy maldita, o lo que sea’. Pero a veces cuesta no verlo de esa forma”.
Para Patrick Reusse, veterano columnista deportivo que ha escrito para los diarios St. Paul Pioneer Press y Star Tribune, la explicación tras esta cadena de tristezas arranca con la decisión del dueño de los North Stars, Norm Green, de mudar la franquicia a Dallas en 1993. La NHL otorgó a Minnesota la sede del equipo de expansión Wild en la temporada 2000-01. Desde entonces, la franquicia solo ha clasificado una vez a las finales de la Conferencia Oeste, y se ubica en el último cuartil de victorias en playoffs (34).
“Somos el ‘Estado del Hockey’, por todos los cielos”, indica Reusse. “¿Y perdemos nuestro equipo de la NHL y se va a Dallas? Teníamos este periodo de optimismo en 1991, y de repente no ha ocurrido nada bueno desde que los North Stars se fueron de la ciudad. Hasta cierto punto, creo que es la maldición de Norm Green”.
Green fue uno de varios dueños de equipos con sede en Minnesota que alegaron dificultades financieras. El ex propietario de los Vikings, Red McCombs, estableció presupuestos modestos entre 2001 y 2005 mientras hacía intentos para vender la franquicia. Los Twins mantuvieron nóminas frugales mientras terminaban su estancia en el Metrodome y en su decimoquinta campaña en el Target Field, tienen planes de reducir su nómina para la temporada 2024.
En todo caso, las décadas posteriores han provocado reacciones calificadas como “Minnesota Nice” por parte de algunos segmentos de la afición y hasta varios equipos. En el popular programa radial “Bumper to Bumper” de la emisora KFAN-100.3, el anfitrión Dan Barreiro suele referirse a la mentalidad de “Serigrafía Conmemorativa” para celebrar las pequeñas victorias, tanto reales como metafóricas.
Según cuenta la historia, la Universidad de Minnesota puso a la venta fotografías conmemorativas después que los aficionados tomaran la cancha del Williams Arena en 2013 para celebrar la victoria sobre Indiana (N° 1 del ranking), primer triunfo en 24 años sobre un programa universitario puntero de la tabla, incluso cuando los Gophers se enrumbaban a conquistar el séptimo puesto en la Conferencia Big Ten.
“Creo que a veces somos tan agradecidos”, expresa Whenesota. “O sea, soy una persona muy crítica con los Twins y como hacen las cosas, y la gente quiere perdonarles constantemente. Dirán: ‘Oh, bueno, les fue bien este año. Ganaron la división. ¿No te basta? Para algunos, sí”.
En una mordaz publicación en redes sociales hecha el año pasado, Los Angeles Chargers se mofaron de esa forma de ser con exigencias modestas. En la previa de su encuentro de la Semana 3 contra los Vikings, los Chargers publicaron una ilustración al estilo anime de las banderas que cuelgan del U.S. Bank Stadium. Incluyen la mención a los Vikings en el éxito de 2019 de la cantante Lizzo, “Truth Hurts”, el segundo lugar de Jefferson en la votación al Novato Ofensivo del Año de la NFL y la teátrica celebración de los Timberwolves tras su victoria en un partido del play-in de la NBA en 2022.
.@chargers social media nails it, as always, with some brilliant Easter eggs for each 2023 opponent. Check out the banners visible in their version of U.S. Bank Stadium. Timberwolves taking L's here! pic.twitter.com/iThC33OW8T
— Kevin Seifert (@SeifertESPN) May 12, 2023
LOS EQUIPOS DEPORTIVOS PROFESIONALES de Minnesota han vivido muchos momentos de calamidad, tanto antes como después de la victoria de los Twins en la Serie Mundial de 1991.
Los Vikings fueron la víctima del primer pase Ave María del que se tenga memoria, un pase de anotación de 50 yardas de Roger Staubach para Drew Pearson de los Cowboys que los eliminó de los playoffs en 1975. Su adquisición del corredor Herschel Walker en 1989 quizás fue el cambio más desigual de la historia de la NFL. En 2003, los Vikings lideraban la NFC Norte hasta la última jugada de la temporada, una anotación concretada en el último segundo por el receptor de los Arizona Cardinals, Nate Poole, que les negó el pase a playoffs. Un castigo por 12 hombres en el emparrillado, junto a una intercepción a Brett Favre, acabó con sus aspiraciones de imponerse en el Juego de Campeonato de la NFC del 2009. Durante la temporada del 2015, el pateador Blair Walsh falló un gol de campo de 27 yardas que habría sellado su pase a la Ronda Divisional de los playoffs.
Por su parte, en el 2002, Major League Baseball intentó eliminar y disolver la franquicia de los Twins. El béisbol se salvó en Minnesota porque un juez estatal prohibió al equipo rescindir el arrendamiento que tenía sobre el Metrodome. Y la única incursión de los Timberwolves más allá de la primera ronda de los playoffs en 2003-04 se vio truncada, en parte, por una lesión sufrida por el escolta Sam Cassell mientras éste (según la leyenda urbana) celebraba de forma peculiar.
Entre esos momentos de tristeza se encuentra escondida una de las dinastías deportivas más dominantes (en cualquier liga) de este siglo. El Lynx de la WNBA ha jugado un baloncesto a nivel de élite por casi una década, liderado por un roster carismático y lleno de estrellas que ha incluido a figuras de la talla de Seimone Augustus, Maya Moore, Lindsay Whalen y muchas más. La gerente general y entrenadora Cheryl Reeve, que llegó durante la temporada 2010, se estremecía cuando los aficionados le agradecían por ser el único equipo ganador de la ciudad. “Solo esperaba que la gente nos celebrara por mérito propio”, indicó, “sin utilizarnos como una forma de criticar al resto”. Sin embargo, aún sentía asombro por la forma tan intensa en la que crecía la legión de seguidores locales.
“Me encantaban las historias de familias que tenían jóvenes varones muy apasionados por el Lynx y que ni siquiera sabían que aquí existía un equipo de la NBA”, indica Reed. “Querían jugar en la WNBA. Hicimos eso por la cultura. Éramos más que solo baloncesto”.
A pesar de ello, el éxito del Lynx no basta para curar las heridas deportivas de Minnesota. Veinticinco años después de haber ganado la fama con una fotografía, Owens afirma haber tenido que “calmarse” con respecto a sus sentimientos sobre la escena deportiva local.
“Es muy, muy difícil ser una gran seguidora después de un tiempo”, indicó. “Lo quieres con ansias. Quieres ansiosamente creer que no hay una maldición y que, sí, lo podemos lograr. Hay gente distinta, son años distintos, hay entrenadores distintos. Pero sigue ocurriendo”.
“Cuando te rompen el corazón tantas veces, al menos en mi caso, tuve que pensar: ‘Hay que calmarse. Me quita demasiado tiempo y energía para estar tan triste’”.
Sin embargo, muchos otros mantienen un optimismo implacable. O al menos, su fe en la ley de los promedios. Whenesota afirma que su padre, residente de Minnesota de toda la vida, señala todos los años que cada liga tiene cerca de 30 equipos, lo que le da a cada franquicia una posibilidad entre 30 de alzar el campeonato esa temporada. “A él le gusta verlo pensando: ‘Nos toca’”, afirma Whenesota.
St. Peter concuerda con la idea.
“Casi diría que es estadísticamente imposible que no haya un campeonato en Minnesota en el futuro próximo”, expresa. “Lo dice un tipo que es presidente de un equipo que ha perdido 18 partidos seguidos en playoffs, y es prácticamente imposible en el béisbol perder 18 partidos seguidos, en temporada regular o playoffs”.
“Pero llevamos mucho tiempo sin ver un desfile, ¿sabes?”.