Llegó el momento de la verdad para el head coach Sean McDermott. Después de dos años al frente de los Buffalo Bills, ha llegado el tiempo para que demuestre, por fin, si es un coach con ADN ganador, o será solamente uno más en la larga lista de entrenadores en jefe que han pasado por Orchard Park a lo largo de los últimos 24 años, última vez que los Bills salieron de un partido de postemporada con la victoria.
McDermott condujo a los Bills a los playoffs en su campaña de novato, la del 2017, pero la temporada pasada fue claramente un pase en la dirección contraria, con tres victorias menos, la primera temporada con doble dígito de derrotas desde el 2013, y un tercer lugar divisional. El problema es que dirige a la única plantilla de las 32 que compiten en la NFL que no logró colocar a un solo jugador dentro del conteo anual que hace NFL Network --votado por los propios jugadores-- de los 100 mejores talentos en la liga.
Buena parte del futuro de McDermott está jugado sobre el brazo de su quarterback de segundo año, Josh Allen, quien necesita mejorar sustancialmente en varios rubros para salvar el empleo del head coach que lo eligió en el draft.
EL PESO DE LA FRANQUICIA SOBRE UN BRAZO
No existe ninguna duda de que la potencia de brazo es el mejor atributo de Allen como pasador. Desafortunadamente, potencia en es atributo más sobrevaluado cuando se trata de la posición.
La temporada de Allen, cuando se compara con la de los otros cuatro pasadores que fueron tomados en la primera ronda del año pasado, es francamente mala.
Dentro de ese grupo, Allen fue último en porcentaje de pases completos, penúltimo en índice de pasador, y penúltimo en yardas por intento de pase (negando en buena medida esa sobrevalorada potencia de la que hablábamos).
Eso sí, fue segundo en yardas terrestres y primero en touchdowns por tierra.
Las dos principales áreas por mejorar para Allen son claras: 1) necesita ser más preciso con el ovoide; 2) necesita tomar mejores decisiones sobre a dónde ir con el ovoide.
Si Allen por alguna razón vuelve a registrar en el 2019 un paupérrimo porcentaje de pases completos que ronde por debajo del 53 por ciento, y a eso le suma una cifra de alrededor de 16 intercepciones o más, será complicado para los Bills negarse la oportunidad de buscar en la primera ronda del siguiente año a un nuevo pasador.
NUEVAS ARMAS OFENSIVAS
Lo mejor que tendrá a su favor Allen para la temporada que viene es un mejorado arsenal. El corredor LeSean McCoy se mantiene como el titular en el backfield, pero hay rumores que apuntan a un posible corte o canje antes de que empiece la temporada regular, situación que, desde nuestra óptica, no parece probable en este punto de la pretemporada. Si los Bills deseaban revitalizar la posición, quizás se hubieran desecho de McCoy antes, y con toda certeza, no hubieran pensado en Frank Gore como su reemplazo.
Eso sí, hay que recordar que McCoy viene de su peor temporada como profesional, con promedios de 3.2 yardas terrestres por acarreo y 36.7 yardas terrestres por encuentro, sus peores números en una década de NFL.
Quien sí revitalizará al backfield en las oportunidades que reciba es el novato Devin Singletary, quien ha sido señalado en diversos reportes mediáticos como uno de los jugadores sobresalientes a lo largo de la temporada baja. El veterano T.J. Yeldon, aporta profundidad al grupo, pero su situación laboral con el equipo parece ser la más tenue entre corredores.
Entre los receptores abiertos, hay dos rostros nuevos que apuntan a la titularidad. John Brown llegó como agente libre procedente de los Baltimore Ravens y Cole Beasley llegó como agente libre procedente de los Dallas Cowboys.
Para ser justos, ninguno de los dos es un receptor abierto de élite. Ni siquiera se les puede considerar de primera línea. La mejor campaña de Brown fue la del 2015 cuando era nominalmente tercero en el orden de plantilla de los Arizona Cardinals, y la mejor campaña de Beasley cuando era, también, tercero en el orden de plantilla en Dallas. Ambos llegan a Buffalo para acoplarse a Zay Jones --quien en una breve carrera de NFL jamás ha conseguido 60 atrapadas en una temporada-- como la tripleta principal que atrapará los envíos de Allen. ¿Es mejor que lo que había el año pasado? Sí. ¿Existe la posibilidad de que desarrollen una buena química? Sí. ¿Serán una tripleta que reescribirá las marcas de producción ofensiva aérea en la NFL? Muy improbable.
En el rubro de las alas cerradas, también hay un par de rostros nuevos a disposición de Allen. el veterano Tyler Kroft arriba después de cuatro campañas con los Cincinnati Bengals, pero viene de una temporada en la que jugó solamente dos partidos, y nunca ha alcanzado las 500 yardas por recepciones en una campaña. El otro rostro nuevo corresponde a Dawson Knox, un novato de tercera ronda procedente de Ole Miss. Si puede sacudirse un problema que parece menor en el tendón de la corva, Knox tiene la oportunidad de convertirse en factor real para los Bills desde su primer año, incluso por arriba de Kroft.
¿QUIÉN ASUME EL LIDERAZGO DEFENSIVO?
En años recientes, la ofensiva de Buffalo había sido pedestre, pero la defensiva, al menos, era competitiva. Aunque ya no era el mismo jugador de hace algunos años, Kyle Williams fue uno de los jugadores más representativos de la unidad, despidiéndose de la NFL en el 2018 con una sexta selección de Pro Bowl.
Hoy las esperanzas están vertidas sobre el explosivo tackle defensivo novato Ed Oliver, tomado en la primera ronda del draft --turno N° 9 global-- procedente de Houston. Aunque carece del tamaño ideal que buscan los cazatalentos de la NFL, Oliver es un talento especial. No se dejen llevar por el hecho de que proviene de una escuela que no está considerada entre las grandes fábricas de talento, como Alabama o Clemson. Oliver hizo historia convirtiéndose en el primer prospecto de preparatoria con ranking de cinco estrellas que no eligió un programa del "Power 5", prefiriendo jugar con su hermano Marcus para los Cougars.
Entre los talentosos ya probados en la liga a la defensiva, está el ala defensiva Jerry Hughes, quien firmó una extensión de contrato por dos temporadas con el club en mayo, y el esquinero Tre'Davious White, quien no tarda en comenzar a recibir invitaciones al Pro Bowl como líder de una defensiva secundaria que es groseramente subvalorada.
Si a eso le sumamos el esperado desarrollo del linebacker medio Tremaine Edmunds, alguien que los Bills confían puede tener una presencia comparable a la de Deion Jones para los Atlanta Falcons, gracias a su proyección a lo largo y ancho del campo.
PREDICCIÓN
La realidad de las cosas es que los Bills, como los New York Jets y Miami Dolphins, todavía radican en un código postal lejano al de los New England Patriots. Lo más rescatable para Buffalo es, a mi parecer, que al menos no son el equipo más lejano, título que por el momento se lo otorgamos a los 'Phins.
El hecho de que sus rivales de la Nacional para este año son los clubes del Este tampoco ayudará mucho a su causa, a mi juicio, y en la Americana, la división a la que encaran es el Norte.
Quizás los Bills ganan siete u ocho partidos este año, pero incluso más importante que eso, podría ser constatar una mejoría significativa en el juego de Allen, algo tangible que verdaderamente proyecte triunfos en el futuro inmediato. Sin ese ingrediente, si el quarterback de los Bills no ofrece nada que invite a pensar que hay playoffs en su futuro, no sería sorpresa ver a otro head coach dirigiendo a un pasador distinto en Buffalo para el 2020.
Ese es el precio de laborar en un negocio que pierde, cada vez más, la paciencia necesaria para desarrollar a mariscales de campo.