Las diferencias sociales y estéticas son tantas y tan brutales que la mirada se puede perder en dichos aspectos que, para el juego del fútbol, en realidad son superficiales. Sin embargo, no es necesario tener un ojo muy avezado para reconocer anormalidades del mismo tenor en la forma de comportarse de los equipos y de los futbolistas dentro la cancha.
Después de los más de dos meses del confinamiento en diversos grados que vivió (y todavía vive) buena parte del planeta, la Bundesliga fue la primera liga profesional importante en regresar a la competencia. Alemania logró contener la pandemia del Covid-19 de forma consistente y por eso la actividad pudo retornar antes que en Italia, España e Inglaterra, los países más golpeados de Europa.
Los planteles germanos solo estuvieron dos semanas sin realizar ningún tipo de entrenamiento en el campo, ya que regresaron a las prácticas a comienzos de abril. Es decir que, aún con una corta inactividad, necesitaron más de un mes de acondicionamiento antes de competir. En Italia y España se están entrenando desde hace una semana, tras más de 50 días de aislamiento. Así de complejo es este asunto.
Aún así, con una preparación a conciencia y en etapas, la intensidad del juego estuvo lejos de la normalidad. Pese a que coexiste una diversidad de estilos, se puede afirmar que la Bundesliga se caracteriza por su alto ritmo, por sus transiciones rápidas y su fútbol vertical. La presión alta e intensa es una búsqueda habitual en este campeonato. Sin embargo, muy poco de eso se vio en estos primeros encuentros, como si la tan mentada distancia social se hubiera trasladado al juego en sí mismo. Las razones son múltiples y todas atendibles: falta de competencia, menos coordinación colectiva, necesidad de sumar minutos de fútbol y hasta una especie de temor inconsciente.
No hubo grandes sorpresas. De los cinco primeros, Bayern, Dortmund, Borussia Möngengladbach y Bayer Leverkusen ganaron sin grandes problemas y solo RB Leipzig no pudo conseguir los tres puntos. Las diferencias técnicas no se acortaron y los mejores jugadores prevalecieron sin necesidad de actuaciones descollantes. Esa es otra de las sensaciones que quedan. No hubo ni siquiera necesidad de un gran despliegue de talento. Los partidos se definieron por decantación, por simple acercamiento al área rival.
Siempre es mejor analizar el fútbol como un todo, sin deseccionarlo. Es más confiable la apreciación subjetiva acerca de un encuentro o de un equipo que la lectura de datos y estadísticas particulares o el seguimiento a un determinado futbolista. De todas maneras, los números sirven para apoyar esas sensaciones.
En el triunfo 2-0 del 8 de marzo sobre Augsburgo, último partido oficial antes del confinamiento, Bayern tuvo 783 intentos de pases, mientras que en la victoria por el mismo marcador sobre Unión Berlin fueron 651. Más de un 20 por ciento menos. Esa brecha se agiganta aún más si se la compara con su promedio de liga, que es de 880 pases por juego. En tanto, el porcentaje de toques en el último tercio del campo bajó casi a la mitad: 195 contra 109. Y también aumentó el porcentaje de pases largos. El mapa de calor de Thiago Alcántara, uno de los líderes futbolisticos de Bayern, es un buen elemento para ejemplificar. El ex Barcelona tocó menos pelotas y en menos lugares del campo de juego.
Una conclusión apresurada a la que se puede llegar es que el equipo de Hans-Dieter Flick tuvo menos paciencia para construir las jugadas. Que buscó tener menos la pelota. En definitiva, que fue menos lúcido y creativo en ataque. El frío escrutinio de datos refuerza aquello que se percibió al ver el partido. Apreciación que, además, se ve influenciada por la ausencia de público, algo que por supuesto atenta contra el normal desarrollo del juego.
A juzgar por los resultados, Borussia Dortmund no parece haber sufrido el receso obligado. Goleó 4-0 a Schalke en el clásico de la cuenca del Ruhr y sumó su quinto triunfo consecutivo en el certamen. Erling Haaland mantuvo su costumbre goleadora al convertir el primer tanto tras la reanudación y su pegada se mantuvo intacta. Sin embargo, el trámite del partido fue similar al del resto: poca intensidad, ritmo bajo y escasa competitividad.
Lucien Favre dirige a un equipo corto y ancho, que utiliza las bandas y trata de jugar de forma agrupada. En este partido utilizó menos terreno y atacó poco por los costados, ya que Hakimi y Guerreiro no se abrieron tanto como de costumbre. Dortmund decidió hacer menos esfuerzos físicos y tampoco los necesitó, está claro. La cantidad de pases intentados bajó pero no tanto como ocurrió con Bayern: 609 frente a su promedio de 668. Sí bajaron a la mitad sus intentos de toques en el último tercio: hizo 43 contra Schalke, mientras que en el partido de marzo frente a Gladbach había realizado 86.
A pesar de las diferencias individuales y colectivas que hoy separan a Dortmund y Schalke, un clásico siempre se juega con un entusiasmo mayor. Eso no ocurrió esta vez. Hubo 97 duelos de hombre a hombre, contra los 111 del promedio de la liga. En el partido de la primera rueda, que finalizó 0-0, también se superó la decena en este apartado y la diferencia fue todavía mayor en los duelos aéreos: 30 contra 18.
La distancia recorrida por cada jugador es otro aspecto interesante. Desde hace un tiempo, los cuerpos técnicos se preocupan por dicha cuestión de manera especial y toman decisiones basadas en aquello que informa el GPS. En las dos jornadas que antecedieron la suspensión, el futbolista que más metros recorrió superó por amplio margen los 13 kilómetros. En cambio, en esta fecha el líder de la estadística fue Joshua Kimmich con 12,9. Es cierto, las diferencias son mínimas y los protagonistas no cambiaron, ya que el mediocampista de Bayern también lidera con amplitud la tabla general de la Bundesliga, pero la suma de varios detalles describen una circunstancia.
Está claro que la inactividad, el confinamiento, la falta de partidos, la necesidad de sumar de entrenamientos grupales y la ausencia de público afectó el juego en el regreso de la Bundesliga. El fútbol se devaluó. Sin embargo, no hay dudas de que a medida que se restablezca la normalidad de en la competencia, se recuperarán el ritmo y la intensidad y se dejarán atrás los temores lógicos de una época difícil e inesperada.