Leo Messi dejó un vacío tan enorme en el Barcelona que se afirmó, no sin razón, que la era post Messi sería un penoso y difícil caminar por el desierto. Fue tantos años, tantos partidos, tantas temporadas, el alma, guía y líder indiscutible del equipo azulgrana que sobrevivir a su marcha se entendía lo difícil que fue. Imposible para Koeman, inalcanzable para Xavi...
Hasta que Joan Laporta, entendiendo la necesidad de dar un paso al frente, revolucionar el vestuario, cambiar las dinámicas y buscar nuevos alicientes y estrellas, se arremangó para devolver al Barça la brillantez y el ánimo de un pasado cada vez más lejano.
Necesitaba el Barcelona acabar con la depresión y cinco partidos oficiales han bastado para mostrar que está en camino. Lewandowski ha llegado al club para catapultar el optimismo y a su alrededor, bajo el mando de un Xavi impermeable a las críticas y consciente de la necesidad de mezclar el futbol del pasado con la exigencia del presente, el equipo azulgrana parece otro.
El Barça, que apenas había ganado uno de sus últimos ocho partidos disputados en el Camp Nou en competición europea (entre Champions y Europa League) y que terminó la pasada temporada con una triste y depresiva derrota frente al Villarreal, es otro. No tiene nada que ver este nuevo equipo de Xavi con aquel de hace tres meses y medio. Quería agitar el vestuario el entrenador y le dio todo lo que quiso, o casi todo, Joan Laporta.
"Es tu turno" debió decirle el presidente al técnico el día que le cerró el fichaje de Koundé... y se puso Xavi manos a la obra. Las llegadas de Bellerín y Marcos Alonso se adivinan ya como la guinda del pastel de una plantilla que demostró ante el Viktoria que puede rotar con una confianza que no existía el pasado curso. Cierto es que el equipo checo fue, es, un rival de segundo nivel y que no le planteó demasiados contratiempos al Barça para golear... Pero también es verdad que con Christensen nadie echó en falta a Araújo, nadie se acordó de Busquets ni tampoco se añoró a Raphinha. Y que en plena algarabía Jordi Alba tuvo la ocasión de reivindicar su figura y Gerard Piqué de recibir el reconocimiento de la hinchada.
El Barça, este Barça, tiene pausa y vértigo. Y, lo mejor, o al menos lo que mejor se sospecha, sabe mezclar ambos conceptos con una solvencia que muchos habrían puesto en duda. Los que encontrarían crítica al juego en Sevilla por un supuesto abandono del juego de posición debieron sonreir al contemplar el este estreno continental; los que exigían que se abandonase lo que considerarían caduco adn para imponer físico, resistencia y velocidad, seguirían contentos a pesar de que Pedri, De Jong y hasta Lewandowski, supieron poner orden y calma entre tanta carrera desbocada.
FIN DE LA MELANCOLÍA
Tiene Xavi, tras la marcha última de Pjanic, una plantilla de primerísimo nivel y se adivina, por fin, el final del duelo por la marcha de Leo . El crack argentino permanecerá por siempre en el recuerdo del Camp Nou, que guardará en la retina la carrera más maravillosa jamás vista en un estadio que a partir del viernes comenzará a cambiar de cara con el inicio de las obras de remodelación... Pero el pasado quedará, ya, ahí, en el pasado.
No ha sido fácil, nunca, en el Barça cambiar una etapa por otra. La melancolía del equipo de las Cinco Copas, de Kubala y del Dream Team no fue fácil de gestionar. Incluso provocó enfrentamientos entre quienes permanecían agarrados al pasado inmediato glorioso y quienes entendían la necesidad de pasar página. Y es evidente, indiscutible, que esta situación se iba a vivir, multiplicada, con Messi de protagonista involuntario y ausente.
Costó un año entero... Pero cuatro goleadas consecutivas y una imagen renovada pueden dar a pensar que se acabó este duelo. Siempre será Messi el personaje más monumental del Barça moderno y, probablemente, el mejor homenaje futbolístico que se le puede regalar es descubrir que este equipo vuelve a sonreir.