El 10 de abril de 2018, Andrés Iniesta caminaba molesto al medio tiempo rumbo al vestidor del Estadio Olímpico de Roma, mientras el Barcelona perdía 1-0 en los Cuartos de Final de la Champions League.
Los catalanes habían ganado la Ida 4-1, pero en 45 minutos en el juego de Vuelta apenas habían tocado el balón, y el local tenía el partido donde quería: a tiro de piedra, pues con dos goles más consumaría la sorpresa de eliminar al siempre favorito equipo de Messi.
“Si vamos a acabar perdiéndola (la eliminatoria), que sea haciendo lo que hacemos”, le dijo Iniesta a Sergi Roberto y Samuel Umtiti, quienes lo escoltaban en los pasillos camino al vestuario culé.
El resto de la historia es de sobra conocido: la Roma ganó 3-0 y avanzó a Semifinales gracias a los goles de visitante, frente a un decepcionante Barcelona que, de forma inverosímil, perdió una ventaja que parecía definitiva.
Por si fuera poco, Ernesto Valverde decidió sacar del campo a Iniesta en los minutos decisivos del juego, para darle entrada a André Gomes, uno de los peores fichajes en la historia del club.
Las palabras de Iniesta, que salieron a la luz pública después de la hecatombe culé, resumían a la perfección el estado de salud del equipo de Valverde: el Barcelona dejó de ser el Barcelona.
Esa temporada el club ganó La Liga y la Copa del Rey y pese a ello, predominó la decepción por el mayúsculo fracaso en el torneo más importante, la Liga de Campeones. No se trató de una derrota cualquiera, si no de un golpe a la identidad, porque se puede ganar o perder, pero en el Barcelona hasta cuando tropieza importa el cómo.
La realidad es que con Valverde las formas han sido, son y serán secundarias... Lionel Messi suele ocultar todos los males de un club que dista mucho de tener una identidad, de defender un estilo que lo ha caracterizado históricamente y de ganar o perder con la dignidad intacta.
Más allá de que obtuvo los títulos locales, en una primera campaña al frente del club quedó de manifiesto que Ernesto Valverde no tenía el perfil para dirigir al Barça.
Que se lleva bien con Messi, que es un tipo muy correcto con esa pinta de mayordomo imperturbable, y según el entorno blaugrana, hasta que se trata de un “buen hombre”, eso no está en tela de juicio. De ahí a que sea el entrenador idóneo para el Barcelona, hay un abismo.
Y si a alguien le quedaban dudas, hay que apuntar el 7 de mayo de 2019 como uno de los capítulos más oscuros en la vida azulgrana... “El mayor ridículo de la historia”, tituló el ‘Diario Sport’ en su portada tras el 4-0 en Anfield, que como en Roma, tuvo a Valverde como el principal verdugo culé.
Pese a ser avasallado en la Ida, un engañoso e injusto 3-0 envalentonó al estratega español a repetir alineación en Liverpool, con un inexistente Coutinho como titular y un improvisado Sergi Roberto en la lateral derecha.
En el duelo en el Camp Nou frente a su ex equipo, el brasileño fue el mismo de toda la temporada: apático, racano e indolente. Mientras Sergi Roberto, quien nunca ha dominado una posición que no es natural para él, fue hecho pedazos en el mano a mano por cuanto jugador ‘red’ lo enfrentó, principalmente Sadio Mané.
El antecedente inmediato poco le importó al estratega español y el conjunto de Klopp volvió a arrollar al Barcelona, esta vez con la puntería derecha, paradójicamente sin sus dos principales productores de goles, Mohamed Salah y Firmino.
Cierto que fue el peor partido en la carrera de Jordi Alba con dos balones perdidos que se tradujeron en anotaciones, además de que erró un par de oportunidades manifiestas para marcar; es verdad que Busquets no fue ni la sombra de lo que suele ofrecer; y que Messi no estuvo en plan de extraterrestre esta vez. Todo eso y más está apegado a la realidad.
Sin embargo, la cabeza del Barcelona no tuvo reacción ni en la crisis ni en la debacle, pues fue hasta el 3-0 cuando decidió darle entrada a Semedo y retirar del campo a la nulidad de Coutinho. Pero el daño estaba hecho, pues más allá del inaudito 4-0 del Liverpool, al Barça ya nada lo salvaba de otro revés histórico.
Hace poco el Barcelona le renovó el contrato a Valverde por un año más (2019-2020), con opción a otro, pues al presidente Josep María Bartomeu le parecen suficientes argumentos los dos títulos de Liga y la posibilidad de dos Copas del Rey, más allá de que del ADN en la forma de juego quede poco y nada.
Iniesta lo anunció hace más de un año: si el Barcelona pierde, debe hacerlo abrazado a su filosofía, misma que su hoy entrenador ha pisoteado por segundo año consecutivo.