BARCELONA -- El Barcelona celebra este 20 de mayo el 28 aniversario de la conquista de la primera Champions League, entonces aún conocida bajo el nombre de Copa de Europa, de su historia. Fue en Wembley, en el viejo estadio londinense, donde el Dream Team de Johan Cruyff alcanzó el cénit de su gloria, dos años después de sobrevivir en una decisiva final de la Copa del Rey y en el ecuador de su legendaria etapa.
Alcanzar la gloria de 1992 no fue un camino de rosas para el Barcelona, al que salvó del desastre, al más puro Iniestazo, un cabezazo de Bakero en Kaiserslautern, en noviembre del año anterior y cuando el equipo se veía ya eliminado, y que padeció en Wembley un partido final tan áspero como dramático ante la Sampdoria, solo solventado por el inolvidable zapatazo de Ronald Koeman en la prórroga.
Se cumplían entonces seis años del desastre de Sevilla y era la tercera final de la máxima competición en la historia del club, atrapado en la desgracia desde que en 1961 perdiera la primera, frente al Benfica por 3-2 y después de estrellar hasta tres remates en los postes del equipo luso. Agobiado por una maldición que parecía no abandonarle, el éxito de 1992 significó una liberación en el club, que desde entonces sumó otras cuatro en la mejor etapa de todos sus tiempos.
Allí, en Londres, cambió la historia del Barça, a los seis minutos de la segunda parte de la prórroga, cuando los más de 30 mil aficionados culés en la grada se temían ya el fantasma de los penalties que Eusebio fue objeto de una falta cercana al área que Koeman clavó en la red de Pagliuca. Sucedió después de que Zubizarreta, salvador, evitase dos goles de Vialli o que Pagliuca salvase un remate de Salinas antes de que Stoichkov estrellase un remate en el palo. Idas y venidas en una noche que se mantiene en el recuerdo como acaso la más legendaria del club.
Cruyff, sin saberlo, transitaba en el ecuador de su etapa como entrenador, que había comenzado en 1988 y acabó en 1996. Estaba camino de sumar su segundo título de Liga consecutivo y daba forma a un Dream Team que brilló con luz propia, con sus sombras y éxitos pero colocando en lo más alto un fútbol revolucionario que mantiene al Barça con esa consideración especial.