BARCELONA -- Fue un cinco de abril. Se cumplen 30 años y es el día que, en opinión de muchos, cambió la historia del Barça. El día que una simple Copa del Rey (simple en este presente de empacho de títulos) salvó a un entrenador “y a una filosofía de juego” entera. El cinco de abril de 1990 el Barcelona derrotó en Mestalla al Real Madrid de la Quinta del Buitre “y algo comenzó a cambiar”.
ESPN Deportes recuerda aquella Copa con tres de sus protagonistas, dos de ellos después nombres históricos del Dream Team que puede decirse nació a partir de aquella final que debe ponerse en perspectiva. Porque no fue cualquier cosa… Tres centrocampistas, los peloteros, la razón de ser de un cruyffismo que siempre, por encima de todo, vivió y murió con sus ideales.
Pónganse en situación. Temporada 1989-90, segunda de Johan Cruyff como entrenador azulgrana. El equipo había sido eliminado en la Recopa por el Anderlecht en octavos de final en noviembre y acaba el mes de marzo derrumbado en la Liga, cuarto, a once puntos del intocable Real Madrid, acumulando 9 derrotas en 32 jornadas y con el entorno muy agitado por las ideas revolucionarias de un entrenador que no es, para nada, intocable. Hasta el punto que entre la directiva del club crecen las voces que reclaman el despido del técnico y esa misma sensación va ganando espacio en la grada, donde la división es evidente.
Tanto es así que la final de Copa, que el Barça disputará tras una durísima semifinal frente al Valencia, se presenta como el partido definitivo. O se gana el título o la continuidad de Johan Cruyff puede darse por finiquitada.
EN PRIMERA PERSONA
Ganó el Barça por 2-0, con goles de Amor y Julio Salinas, en una final de gran tensión ambiental. Una victoria tan rotunda y merecida como “imprescindible” rememora Robert Fernández, mediocampista indiscutible en los dos primeros cursos del holandés y quien en aquel momento tenía claro lo que había en juego.
“Nunca se sabrá qué habría podido pasar de perder aquella final porque el míster estaba en una situación bastante complicada, pero a pesar de todo lo que rodeaba al equipo estábamos muy concienciados y teníamos mucha confianza” expone, desde Barcelona, Guillermo Amor, autor del 1-0 y que mantiene fresco en la memoria que el partido “era nuestro último cartucho. Sabíamos la presión que había, conocíamos todos los rumores y entendíamos que no era una final cualquiera”.
“Teníamos mucha responsabilidad… Y mucho compromiso con el míster” proclama, desde su confinamiento en Valladolid, Eusebio Sacristán. Fue él, posiblemente, uno de los puntos cardinales del Dream Team y pasadas tres décadas mantiene que aquel partido era “trascendental”.
“Cruyff lideraba un proyecto en el que creíamos. Asimilamos muy bien sus ideas y veíamos que estábamos en crecimiento, que a pesar de todo esa propuesta era la buena. Estábamos muy identificados con él y si hablo en primera persona, desde luego que sentía esa final como un partido especial” solventa.
“Demostramos que éramos un equipo que podía ganar cosas y lo hicimos ante un rival especial” suma Amor. “No solo por ser el Real Madrid, que también, sino porque era un equipo que estaba a punto de ganar su quinta Liga seguida, con la Quinta del Buitre, con Schuster, con Hugo Sánchez…Romper su hegemonía y acabar una temporada ganándoles fue importante para el grupo”.
“Y para el club” interviene, desde Valencia, Robert. “Preparamos el partido muy bien, manteniéndonos todo lo posible al margen de la rumorología que había alrededor y mostrándole al míster que estábamos con él a muerte”.
“No había miedo en el equipo, pero sí una cierta pena de ver que desde fuera de decían cosas que no eran realidad. Se estaba trabajando muy bien y sabíamos que ese partido podía ser un punto de inflexión… como así fue” sentencia Eusebio.
Así fue, sin duda. El Barça, con la temporada salvada, perdió solo un partido más hasta final de curso y al siguiente año ya se disparó en lo que fue la eclosión del Dream Team.
“Guardas un recuerdo especial de ese partido porque a partir de ahí las cosas fueron muy distintas. Fue como encajar todas las piezas” resuelve Amor, con un recuerdo especialmente cariñoso que comparten sus dos colegas. Y que coinciden en un apunte: “La afición… Cuando salimos al campo y vimos las gradas entendimos que no podíamos fallar” explica Robert, quien recuerda, como anécdota, que “no tuvimos ni tiempo de calentar porque llegamos tarde al campo.
“Estábamos concentrados fuera de la ciudad y el autocar se vio envuelto en todo el embotellamiento de aficionados que llegaban desde Barcelona. Fue de locos… pero a la vez, viendo ese ánimo que llevaba nuestra gente, fue un empujón para todos nosotros”.
“Yo siempre he visto a la afición al lado del equipo. Siempre… Desde que estaba en el fútbol base y jugábamos alguna final he tenido esa sensación y en las finales del primer equipo es algo excepcional” apunta Amor, sumándose también Eusebio: “Puede que alrededor del equipo existiera ruido, pero hablando de esa final sí tengo esa imagen de la gente volcada con nosotros. Como nos pasó dos años después en Wembley… Aunque las circunstancias eran distintas”.
Tan distintas que fue ya una historia totalmente diferente. Una historia, la del Dream Team, que quizá no se hubiera podido escribir, narrar y disfrutar si aquel cinco de abril del que se cumplen 30 años el Real Madrid de la Quinta del Buitre hubiera clavado una estocada quizá mortal al proyecto que con el tiempo condujo Johan Cruyff a la gloria.