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Finales para la historia: La tragedia de Heysel en 1985

Evocar Heysel es recordar la final más trágica en la historia del futbol europeo. 39 personas perdieron la vida un 29 de mayo de 1985, hace 35 años, en el estadio de Bruselas en los minutos previos a la final que jugaron Juventus y Liverpool, que ganó el equipo italiano gracias a un penalti inexistente y que provó la expulsión durante cinco temporadas de los clubs ingleses de cualquier competición continental.

La tragedia de Heysel provocó la muerte de 34 seguidores de la Juventus, dos belgas, dos franceses y un inglés en una noche terrible, ocurrida apenas dos semanas después de la tragedia de Valley Parade, en la que murieron 56 personas y 265 resultaron heridas debido al incendio de las tribunas en el campo del Bradford y cuatro años antes de la de Hillsborough, en la que fallecieron 96 personas aplastadas contra las vallas del estadio del Sheffield Wednesday a causa de una avalancha durante un partido de Copa entre el Nottingham Forest y el Liverpool.

A partir de ahí, de 1989, el fútbol comenzó a cambiar en Europa, aunque a nadie se le borró, nunca, de la memoria lo visto en 1985. La televisión mostró al mundo, en directo, unas imágenes que hoy, al cabo de 35 años, siguen en el plano.

“Algo murió en mi interior aquel día, pero sigo convencido de que teníamos que jugar, si no los muertos hubieran sido mucho más numerosos. El drama de Heysel fue horroroso y constituye el recuerdo más amargo de mi carrera” admitió, al cabo de los años, Michel Platini, después presidente de la UEFA y que se reconoció “avergonzado” e inconsciente en el momento de celebrar el gol que le dio el título a la Juve.

LOS PROTAGONISTAS

Subcampeona en 1973 y 1983 (derrotada por el Ajax de Cruyff primero y el Hamburgo de Keegan después), conquistar la Copa de Europa fue para la Juventus una obsesión histórica. Al club más laureado de Italia le faltaba el máximo título continental que sus dos rivales del norte, Milan e Inter, habían ya logrado por duplicado. En 1985, con Platini al frente, lo acabó consiguiendo… En la noche más triste de la historia del fútbol europeo.

Le enfrentaba en la final al poderoso Liverpool, campeón en cuatro de las ocho ediciones anteriores, máximo exponente del entonces absoluto dominio inglés en Europa (siete de los últimos ocho trofeos) y campeón en vigor, defendiendo el título conquistado un año antes en Roma. No había favorito, en buena lógica, por más que los reds de Joe Fagan hubieran llegado a la cita completando una temporada espectacular, arrasando en las semifinales al Panathinaikos tras

eliminar sin despeinarse a Austria de Viena y Lech Poznan y sufriendo, apenas un poco, en octavos de final ante el Benfica.

Distinto fue el camino de la Juventus. Comenzó paseándose ante Ilves y Grasshoper, sudó en cuartos para superar al Sparta de Praga y acabó pidiendo la hora, desesperada, en Burdeos, defendiendo un 3-0 y cayendo por 2-0 contra el Girondins en un partido que los franceses lamentaron la actuación arbitral.

LO IMPENSABLE

Y ahí fueron, a Bruselas, citados en el vetusto estadio de Heysel, cerca de 50 mil aficionados de los dos equipos, cruzándose campeón y aspirante en un partido que desembocó en la tragedia más impensable.

Dos horas antes de empezar el partido las gradas estaban ya repletas de hinchas italianos e ingleses cuando, de pronto, una avalancha de los británicos en la zona Z, ocupada por los fans de la Juve y que estaba junto a la zona X, mayoritariamente inglesa y muchos de cuyos integrantes empezaron a arrojar objetos contra sus rivales y se abalanzaron en su dirección, provocando una avalancha de la que intentaron escapar los italianos, acabando muchos aprisionados contra el muro y las vallas protectoras que separaban la grada del terreno de juego.

La policia se vio tan sorprendida como desbordada por los sucesos, viendo como desde otras zonas del campo los aficionados saltaban al campo mientras en la zona de la avalancha cientos de hinchas quedaban aprisionados, pisados y sin posibilidad de escapar ante la impotencia de las fuerzas de seguridad. Casi media hora después entraron las ambulancias para empezar a evacuar heridos que ya se contaban por centenares sin que, oficialmente, se diera cuenta de la muerte de varios hinchas, cuyo número iba dramáticamente en ascenso.

Todo ello a la vita de todo el mundo porque las televisiones ya estaban emitiendo en directo, faltando menos de media hora para comenzar el partido. La UEFA estudió en una reunión de urgencia suspender la final pero acabó decidiendo mantener el partido ante el riesgo, aseguró, de que una suspensión provocase mayores altercados… Y con decenas de muertos y cientos de heridos, aún sin cuantificar, Juventus y Liverpool saltaron al terreno de juego, mirando a su alrededor, alucinados, los jugadores de los dos equipos. Sin saber a ciencia cierta qué ocurría.

EL PARTIDO

El partido comenzó con casi una hora y media de retraso por decisión del capitán Johan Mahieu, jefe de la policía belga encargada del partido, después de que el alcalde de Bruselas, Hervé Boruhon, convenciera a la Juventus de la disputa del mismo a pesar de su negativa inicial a jugar.

Gaetano Scirea y Phil Neal, capitanes de los dos equipos, leyeron un comunicado conjunto en italiano e inglés transmitido por la megafonía del estadio para tranquilizar a los aficionados con sus los compañeros formando a su lado con la

mirada perdida, contemplando cuerpos cubiertos con sábanas aún alrededor del campo y casi un centenar de policías rodeándolo en previsión de nuevos altercados.

“Nosotros no queríamos jugar, no tenía ningún sentido y fue una vergüenza” relató años después Mark Lawrenson, jugador del Liverpool en aquella final y quien siempre mantuvo su incomprensión ante la decisión de la UEFA. “Nunca entendí cómo se pudo celebrar algo tan inconsecuente como un partido de fútbol después de lo que había pasado”.

Pero se disputó, como tal cosa en el terreno de juego, con un ambiente que Neal explicó “extraño” y que se sentenció a los 13 minutos de la segunda mitad, con un penalti transformado por Platini. Un penalti que no fue tal, por cuanto la falta de Gillespie a Boniek fue claramente fuera del área. Poco, o nada, ha pasado a la historia del partido en sí mismo, sentenciado deportivamente con una injusticia flagrante.

“Cuando en el circo muere el trapecista, entran los payasos” aseveró Platini, ya apesadumbrado y consciente plenamente del alcance de la tragedia, minutos después de levantar la Copa en el vestuario, donde la UEFA decidió entregar la Copa a la Juventus.

La copa más triste de la historia en Europa.