Parecía imposible hace unos meses. Pensar en terminar la UEFA Champions League y llegar a la final de este domingo entre París Saint Germain y Bayern Munich, cuando se desató la ola de contagios y de muertes por el coronavirus en Europa, era una utopía.
Se habló de suspender la temporada y hasta de dejar vacante el título. Pero la competencia más importante del mundo a nivel de clubes no podía dejar sin fútbol a los espectadores.
Por eso, tomando todas las medidas de seguridad necesarias para garantizar la salud de los futbolistas, se decidió armar el Súper 8 de Lisboa y completar el torneo. Es cierto, sin el color y la pasión que los fanáticos en las tribunas le brindan a esta competencia única en el mundo. Pero con mucho fútbol y grandes figuras presentes dentro del campo de juego.
La UEFA y los clubes decidieron que Lisboa se convierta en la sede de esta fase final histórica. En este nuevo formato ideado para superar la pandemia ya no hubo partidos de ida y vuelta. Así, en partidos únicos, los cuartos de final comenzaron a disputarse el miércoles 12 de agosto. Fueron verdaderas finales, a pura emoción.
El protocolo armado por la UEFA dictaminó que cada equipo debería nombrar un médico responsable para cada delegación, con el fin de que cada club cumpla todos los requisitos. Además, se designó un oficial de higiene y un oficial de viajes para coordinar traslados, hoteles y horarios de entrenamiento.
Los equipos pudieron practicar en ocho centros de entrenamiento diferentes, especialmente acondicionados, además de realizarse controles y testeos antes de cada partido.
Dentro del estadio, los suplentes e integrantes del cuerpo técnico debieron guardar la distancia social establecida de tres metros y usar barbijos en los rostros. Para ingresar al estadio se dispuso sólo la presencia de 55 personas por cada club, incluidos los futbolistas.
La ciudad recibió con alegría a los jugadores. Sin hinchas en las tribunas, tampoco se vio mucho movimiento en las calles. Los pocos turistas que pudieron viajar por la pandemia debieron respetar las normas estrictas de Portugal, donde se prohibieron las reuniones sociales al aire libre de más de 10 personas, al igual que el consumo de alcohol en las calles.
Con todos estos condimentos, especiales para este tiempo de pandemia, esta Champions pasará a la historia. En definitiva, todo se redujo a un apasionante mini torneo de siete partidos; sin público en las gradas y con equipos que, como el PSG, llegaron a esta instancia sin jugar de manera oficial desde marzo.
Ahora, el Estadio da Luz del Benfica espera con todos los protocolos a los finalistas. El fútbol volvió, a pesar de todo.