Cuando Lionel Messi estornuda, el Barcelona se constipa. Es un dicho, una leyenda o realidad, que se repite alrededor del Camp Nou desde hace más de una década. Guardiola siempre dijo, y mantuvo, que su equipo respiraba al ritmo del argentino y con el paso de los años su trascendencia en el equipo creció de manera mayúscula. Hasta el punto que, para mal del club, Leo pasó de ser la guinda del pastel al pastel entero... ¿Sigue siendo así?
Cuando, por la razón que fuera, el equipo no acompañó a Messi, sus ausencias empezaron a notarse de manera inevitable. Y preocupante. Hubo un momento en el que Luis Suárez se puso los galones para hacer más llevadera su ausencia tomando los galones pero el equipo, el colectivo, siempre, esperó con ansia su regreso. ¿Ha cambiado algo?
Dos partidos sin él esta temporada, dos partidos menores, eso sí, han dado a pensar que siendo como es la estrella indiscutible del Barcelona, la figura de Messi puede no ser por obligación el principio y final del equipo. El Barça se exhibió sin él en Kiev y el Barça se exhibió sin él en Budapest. Una excelente obra de arte coral en la que Koeman dio protagonismo a los secundarios de la plantilla para relanzar la moral de todo un vestuario entregado al mando del entrenador, quien parece decidido a demostrar que su equipo va mucho más allá de un solo jugador.
El liderazgo del capitán sigue siendo indiscutible alrededor del Camp Nou... Pero es más que probable que el propio capitán se sonriera este miércoles al comprobar que sus compañeros son, por fin, capaces de mostrar una imagen definida sin él en el campo. Koeman sigue dando a entender que tiene un plan y aunque es pronto, muy pronto, para sacar conclusiones, sí invita a pensar que ha conseguido lo que nadie logró antes.
Dar descanso a Messi sin que ello suponga un terremoto y, con ello, entregar protagonismo a sus compañeros con la confianza de que estos son capaces de responderle. Más allá de Messi, de momento, parece que el Barça también existe.