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Champions League: Real Madrid se enfrenta a Liverpool, pero también a su propia fatiga luego de triunfar en el Clásico

La única vez que Zinédine Zidane impuso su grandeza en el césped sagrado de Anfield, convirtió en la tanda de penales para escapar de un rival tenaz y avanzar a las semifinales. Fue una narrativa, y un resultado, que abrazaría con toda su efervescencia natural si volviera a darse el miércoles por la noche.

Obviamente, el rival derrotado no fue Liverpool, algo que Real Madrid tendrá hacer para enfrentarse a Chelsea en las semifinales de la Champions League dentro de dos semanas. Aquel día, Zizou vestía el azul de Les Bleus en la Eurocopa '96 en Inglaterra.

La noche del 22 de junio de 1996 aún no había ganado la Copa Mundial o la Champions League; de hecho, a menos que valores la Copa Intertoto (¿la recuerdan?), Zidane no había levantado ni un solo trofeo importante. Su pase planeado de Burdeos a Barcelona --Johan Cruyff lo había ideado antes de descartarlo porque intuyó, correctamente, que iba a ser despedido-- se convirtió en un pase a Juventus, y la aventura de Zidane en Anfield ayudó a Francia a eliminar a la atormentada selección neerlandesa de Guus Hiddink.

Aquí está ahora, nuevamente en Anfield Road, Liverpool L4 0TH, donde los campeones reinantes de Inglaterra juegan sus partidos, y donde la famosa frase en la entrada al túnel dice, "Esto es Anfield", evocando la gloriosa historia roja y blanca del estadio.

Siguiendo la misma lógica, Zidane debería tener una placa colgada del cuello que simplemente diga: "Éste es Zizou".

Durante el cuarto de siglo que ha transcurrido antes de su regreso a Anfield como protagonista, Zidane lo ha hecho todo, ascendiendo para convertirse en mucho más que una superestrella ganadora del Balón de Oro y del Mundial como jugador. Como entrenador, empezó a parecer que flotaba entre el empleo y el desempleo --al menos en Madrid-- para volver a empezar ganando a voluntad. No es la peor tendencia que puedes tener cuando estás a cargo de un equipo de fútbol, sobre todo de este nivel.

La razón por la que no estuvo presente en el banco de Carlo Ancelotti la última vez que los Blancos visitaron a los Reds es que, tras consagrarse campeón de la Champions League como asistente de Ancelotti la temporada anterior (2013-14), Zidane había tomado el control de Real Madrid Castilla, filial del club madridista -- camino que, no muchos meses más tarde, lo llevó a reemplazar a Rafa Benítez en plena temporada y a convertir el agua en vino, en términos futbolísticos.

La última visita de Madrid a Anfield, hace casi siete años, ayuda mucho a explicar la temática central del partido de vuelta de los cuartos de final de esta semana. Como Jürgen Klopp explicó el martes, "estando 3-1 abajo, parece que ya estamos afuera, lo que significa que no tenemos mucho que perder. Vamos a intentarlo, ese es el trabajo que tenemos por delante. Ese será nuestro enfoque".

En octubre de 2014, los campeones reinantes de la Champions League de Ancelotti le dieron a Liverpool una pequeña paliza, imponiéndose 3-1 frente al Kop. Es notable que ni un solo jugador de Liverpool esa noche estará presente esta semana, y de los 19 Reds que se pusieron el uniforme ese día, solamente uno, Jordan Henderson, sigue en el club. En comparación, ocho de los hombres de Madrid que jugaron el partido o bien estuvieron en el banco de suplentes, no sólo siguen siendo jugadores claves de los blancos, sino que unos cuantos (Nacho, Toni Kroos, Luka Modric, Karim Benzema) serán titulares, mientras que Dani Carvajal y Rafael Varane, de estar disponibles, también habrían formado parte del once inicial.

Felicidades para los excelentes seleccionadores de Real Madrid, que en una época cada vez más dominada por la compra de soluciones, y en el club galáctico número uno del mundo, ocho futbolistas sigan cosechando éxitos (son los campeones reinantes de España) siete temporadas después de su último partido con Liverpool, que ya no puede apoyarse en Glen Johnson, Lazar Markovic, Rickie Lambert, Joe Allen o Simon Mignolet. Pero cada acción tiene una reacción igual y opuesta, o así dicen.

La estadística anterior es impresionante; dice mucho sobre la calidad de la selección y de las contrataciones de Madrid. Dice mucho sobre la capacidad de estos jugadores de seguir reinventándose, de mantenerse hambrientos cuando los años transcurrido los han atiborrado de salarios y trofeos. Esa es la mentalidad brutal de los verdaderos ganadores. Sin embargo, Kroos, Nacho, Benzema y Modric tienen 30, 31, 33 y 35 años, respectivamente. Los otros dos que podrían jugar, Isco y Marcelo, están a punto de cumplir 29 y 33.

Durante esos años de éxito constante, este selecto grupo de ganadores sumó cientos de partidos, todos disputados bajo un inmenso estrés físico y psicológico sabiendo que “somos Real Madrid, tenemos que ganar, entretener, imponernos y humillar a nuestros rivales”. Todo, combinado, ayuda a explicar lo que parece y se siente como un desafortunadamente sincero comentario de Zidane tras el triunfo por 2-1 en el clásico ante Barcelona.

"Necesitamos descansar", dijo Zidane. "Los últimos dos partidos han sido duros. No sé en qué estado nos encontraremos hacia el final de la temporada porque, físicamente, estamos llegando a nuestro límite”.

Quizá admitirlo no haya sido lo más prudente, pero es una tendencia de Zidane comentar sin rodeos cualquier pregunta lógica que se le haga – algo que destaco de él como un aspecto de su personalidad muy agradable. De todas maneras, es un tema que ha sido un tanto “desafortunado” para él con anterioridad.

Una sola vez en la historia de esta competencia, Madrid ha liderado por dos o más goles después del partido de ida en instancias de eliminación y de todas maneras ha terminado fuera. En teoría, es una estadística amenazante para los campeones ingleses que van a tener que digerir antes de intentar entrar en la cancha y dar vuelta un déficit de dos goles en casa.

Sucedió contra Mónaco en 2004, y después de su triunfo por 4-2 ante el equipo de Didier Deschamps en el Santiago Bernabéu, el agotamiento físico fue el segundo enemigo junto con el hecho de tener que enfrentar a hombres de calidad como Patrice Evra, Jerome Rothen, Fernando Morientes, Emmanuel Adebayor y Ludovic Giuly. Raúl y Ronaldo (el original) combinaron para dejar el encuentro 5-2 en total ante Madrid temprano en el encuentro en Monte Carlo, pero después de que Giuly consiguió el ecualizador al final del primer tiempo, salió con su compañero de equipo en el seleccionado francés, Zidane, y bromeó "bien, eso nos devolvió un poco de dignidad… no sean tan agresivos con nosotros en el segundo tiempo”.

Zizou al parecer miró a Giuly de reojo y le dijo: "amigo, ¿no te das cuenta de que estamos absolutamente exhaustos? El extremo se los dijo a sus compañeros, Mónaco ganó el segundo tiempo por 2-0 para lograr una victoria por 3-1 esa noche; el marcador global fue 5-5 y Mónaco avanzó gracias a la cantidad de goles de visitantes.

No fue culpa de Zidane y tampoco su comentario después del triunfo por 2-1 ante Barcelona en medio de un diluvio reconociendo que estaban agotados será suficiente para dejarlos eliminados en Anfield. Sin embargo, si sumas la ausencia de Sergio Ramos, Varane, la primera opción en el lateral derecho, Carvajal, y su excelente suplente, Lucas Vázquez, entonces es un complicado conjunto de problemas que llevas directo a la guarida del león.

Tal vez, Fede Valverde se coloque una inyección que calme sus dolores y juegue en el mediocampo para proteger a quien sea que ocupe la posición de Carvajal/Lucas; quizá el uruguayo termine jugando en esa posición él mismo, o quizá Zidane se arriesgue a poner a Ferland Mendy en el lateral derecho y a Marcelo en el XI titular. Tiene opciones. También tiene ganadores de partidos en Benzema, Vinícius Júnior y, sobre todo, en Modric y Kroos. Habiendo dicho todo lo anterior, hay otra comparación de la carrera de Zidane que ayudaría a ilustrar qué es lo que se interpone entre los campeones españoles y un resultado que los llevaría directo a su primera semifinal en la Champions League desde 2018.

En 2006 en el Mundial de Alemania, Zidane era el jugador estelar que arrastró un envejecido y agotado equipo francés prueba tras prueba hasta que llegaron a la final en Berlín contra el escuadrón italiano de Marcello Lippi. Él puso a Les Bleus 1-0 arriba con su penal al estilo Panenka para sumarse a un grupo de elite – sólo hay otros tres, piensa si los puedes nombrar – que han anotado en dos finales de la Copa del Mundo. Pero, por supuesto, es un partido recordado por la terca actitud de Zidane de ignorar el trofeo tras haber sido expulsado ese día.

Estuve en el Olympiastadion esa tarde y cuando el italiano, Marco Materazzi, dijo lo que sea que haya dicho que insultó y enojó a Zidane lo suficiente como para que enfureciera, hubo un momento interesante.

Mientras que la jugada surgió en el otro extremo de la cancha, las piernas de Zidane lo separaron de Materazzi por un segundo o dos, pero su cerebro no lo quiso así. El atleta estaba haciendo una cosa, pero el hombre y su agotada y herida psiquis estaban haciendo otra. La carne fue fuerte pero la mente fue débil, dirían los psicólogos amateurs. La fatiga permitió que el enojo ganara, y terminó dominando la voluntad de lo que un atleta de elite aprende que tiene que hacer, y el cabezazo de Zidane al pecho de Materazzi terminó con dos cosas, las chances de Francia de ganar el partido y su carrera como jugador de manera infame.

No estoy sugiriendo que habrá alguna provocación, ira o controversia parecida en Anfield. Pero si Liverpool aumenta su intensidad, su presión y su agresividad deportiva en comparación con el partido de ida, entraremos, algo que ha reconocido el mismo Zidane, en una fase en la que su abatido y agotado equipo podría verse inmerso en un dilema en el que sus piernas y pulmones agotados les dirán una cosa y sus mentes sobrepasadas y exhaustas les dirán otra cosa al mismo tiempo.

El partido de esta semana en Anfield no es simplemente una batalla entre Liverpool y Real Madrid, o entre Klopp y Zidane, sino entre la innata sed de victoria de los campeones españoles, mientras están cada vez más cerca de alcanzar el magnífico logro de quedarse con la competencia por decimocuarta vez, y su cansancio pidiéndoles a gritos, "basta, por favor... basta".