La segunda eliminación de Zidane en cinco participaciones en la Champions llegó con unas decisiones de riesgo
La racha de 19 partidos sin perder del Real Madrid se desplomó en el peor momento, a las puertas de la final de la Champions League, un objetivo impensable en gran parte de la temporada y que nunca sintió cerca en Stamford Bridge el día en el que falló el plan táctico de Zinedine Zidane.
Condicionado por el estado de sus jugadores, unos fundidos tras un gran desgaste como los centrocampistas Casemiro, Toni Kroos y Luka Modric, que una vez más hincaron la rodilla ante el recital físico de Kanté, otros recién recuperados de sus lesiones y alejados de su verdadera identidad como Sergio Ramos o Ferland Mendy. Sin poder contar con Fede Valverde de inicio en uno de esos partidos que van con sus virtudes.
Con esos condicionantes y el aviso de la inferioridad física de la ida en el Di Stéfano, Zidane sorprendió con su apuesta. Decidió arropar a Sergio Ramos jugando con tres centrales, dos de ellos abiertos en fase de salida, Militao a la derecha y Nacho a la izquierda. Tanto espacio entre ellos que cualquier pérdida del centro del campo fue una odisea. El sufrimiento para la zaga blanca fue continuo.
El tercer partido del Real Madrid en la presente Champions League sin gol, con el que se despidió, llegó ante una alarmante falta de recursos ofensivos. Amparado únicamente en la figura de Karim Benzema, que inventó de la nada, como en la ida, y se topó con el portero Mendy en sus dos acciones individuales con las que acarició el gol y alimentó la esperanza blanca.
La segunda eliminación de Zidane en cinco participaciones en la Champions llegó con unas decisiones de riesgo. Nunca ganó a Tuchel en sus pulsos particulares y le sorprendió con el brasileño Vinicius cambiado de banda y con todo el carril derecho para él. Una demarcación nueva que le exigió orden defensivo y un sacrificio que acusó en ataque, con menos chispa de la habitual para desbordar rivales y buscando siempre su pierna buena hacia dentro.
Era el día esperado para el paso al frente de Eden Hazard, con su segunda titularidad y la oportunidad de saldar una deuda con el madridismo. Fue frenado con dureza cuando apareció y con el paso de los minutos se evidenció la diferencia física respecto a sus rivales.
El plan era minimizar al Chelsea desde largas posesiones. Para eso retrasó a Casemiro en el inicio de jugada, convertido en un central más, pero el Real Madrid sufrió ante la verticalidad del equipo 'blue'. El riesgo era cualquier perdida. Un mínimo error en el pase cogía desprotegido al equipo y le presentaba espacios a los jugadores de Tuchel para generar peligro.
En transición sufrió el Real Madrid y así llegó el primer susto, el tanto anulado a Timo Werner que fue un serio aviso. Nueve minutos después adelantaba a puerta vacía a su equipo tras una acción de Kanté que rompió líneas con facilidad. Superado Casemiro con claridad y desorden defensivo para fijar las marcas.
A remolque, un Real Madrid al que le falta gol sintió impotencia en la segunda parte. Cuando se tuvo que lanzar a por el partido nunca superó el muro defensivo del Chelsea y al adelantar metros se convirtió en vulnerable.
Los cambios no funcionaron y solo la noche brillante de Thibaut Courtois sostuvo durante 85 minutos al equipo de Zidane en el partido. Lo sacó todo hasta que ya fue imposible. Al Real Madrid le falta pegada y para volver a aspirar a ganar la 'Champions' tendrá que fichar a un socio para Benzema. Ese será el gran objetivo en el mercado: Mbappé o Haaland.