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Oklahoma City Thunder busca subirse al Monte Rushmore de equipos NBA

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¡Sin Gilgeous-Alexander, Oklahoma aplastó al Jazz en Utah! (1:55)

El Thunder triunfó por 131-101 y estiró su buena racha, que lo posiciona en la cima del Oeste. Jalen Williams y Holmgren, ambos con 25 puntos, encabezaron al ganador. El doble-doble de Filipowski (21 puntos y 10 rebotes) no le alcanzó al equipo local. (1:55)

Oklahoma City Thunder, último campeón de la NBA, se perfila para ser mucho más que eso. Existen los equipos buenos, los muy buenos, y los insustituibles. Aún no sabemos lo que puede deparar la temporada 2025-2026 de la NBA, plagada de lesiones, ausencias justificadas -y no tanto- y una NBA Cup en el medio que todavía no sabemos si es una buena noticia o un estorbo a la serie regular. Pero es algo, y en todos los frentes, la tropa de Mark Daigneault es protagonista.

Decimos que puede ser más que el bicampeón, porque Shai Gilgeous-Alexander y compañía avanzan en modo destrucción en la competencia. Rival que se pone enfrente, a excepción de una sorpresiva noche de inspiración de Portland Trail Blazers, pasa por caja a cobrar. Y por eso, OKC, joven, en plenitud de sus artes, con jugadores en la cresta de la ola, apunta a un imposible: ser el mejor equipo de la historia.

¿Esta afirmación es mucho? ¿Es demasiado temprano para decirlo? No tanto. Recién el domingo ante Utah Jazz, Gilgeous-Alexander se perdió el primer partido por una lesión en el codo, y aún así sus compañeros ganaron por treinta puntos de diferencia. ¿Uno para todos? Todos para todos.

Jalen Williams se ausentó en 19 de los 24 juegos que disputó su equipo y sin embargo nada de eso importó: lleva el brillante registro de 23 triunfos y una sola derrota. Es la segunda mejor marca de la historia en esa cantidad de partidos, solo por detrás de Golden State Warriors en 2015-2016 (24-0) y al lado de New York Knicks de 1969-1970 (23-1).

El Thunder, además, busca romper un registro que ostentaron aquellos célebres Warriors de 2015-2016: la mejor marca de la historia de serie regular con 73 victorias y solo 9 caídas.

Aquellos Warriors perdieron, en la definición de campeonato, ante Cleveland Cavaliers (sí, fue el año de la tapa de LeBron James a Andre Iguodala) y los Knicks vencieron en las Finales a los Lakers en siete partidos, incluyendo el último y decisivo de Willis Reed.

Quizás a este Thunder le falte algo de narrativa y épica, pero es una aplanadora. Matemática pura, con ritmo vertiginoso, defensa asfixiante y un talento distribuido en diferentes manos que luce muy difícil de igualar. Permite solo 102.6 puntos cada cien posesiones, siendo la mejor eficiencia defensiva de toda la liga, y convierte 118.9 unidades cada cien ofensivas, siendo el cuarto mejor ataque en el global.

Después de ser campeón con suma justicia la temporada anterior, OKC desplegó una nueva piel. No solo extendió lo bueno que vimos en junio sino que lo mejoró. Aparecieron nombres valiosos como Ajay Mitchell (sobre todo mientras Williams se recuperaba de una cirugía de muñeca) y su media cancha sin balón lejos de bajar el ritmo lo aumentó. Soltar a Cason Wallace, Alex Caruso y Lu Dort en la primera línea, es para Daigneault algo así como desplegar una jauría voraz contra cualquier intruso que intente romper el perímetro.

El Thunder, con Sam Presti a la cabeza, tiene presente y futuro. Con la colección de picks de Draft obtenida en los últimos años, es un equipo sin fecha de vencimiento. Detrás del trueno se esconde el paraíso: tierra fértil sin límites, jugadores transitando la edad temeraria que son los veinte años promedio. La vida es finita pero en esos momentos sobrevuela la sensación de inmortalidad.

Allí va, entonces, Oklahoma City. De Michael Jordan y Scottie Pippen en Chicago Bulls a Shai y Williams en el Thunder. Los puntos a pura técnica de Jerry West y sus Lakers de maravilla, el básquetbol del bien común de San Antonio Spurs y los triples de escuela de Stephen Curry y Klay Thompson, entre otros. Allí busca colarse este grupo, a priori impensado, de discípulos predilectos.

Ganar primero, convencer después y, por último, provocar temor. El Thunder, que en algún momento supo perder, ahora no para de ganar y tiene todo para escalar al Monte Rushmore de los equipos infinitos.

Ni exagerado ni apresurado: justo.

El tiempo, factor determinante de este deporte, pone a todos, tarde o temprano, en el casillero que les corresponde.