Campeón de Copa Colombia y clasificado a Conmebol Libertadores, Nacional recompone de a poco su relación con los hinchas en una temporada de muchos desencuentros.
Hubo banderas prohibidas. Reproches a directivos. Quejas en las redes. Pero la protesta más profunda se sintió con el vacío en el estadio. Acostumbrada a copar tribunas, la hinchada se alejó. Esa indiferencia dolió más que nada.
La grieta se llevó por delante la fiesta. La confianza quedó herida. Fueron demasiados golpes deportivos. Sin embargo, en la final, el Atanasio reventó con el fervor de antes. Empujó hasta el último minuto. Creyó, alargó el sufrimiento en los penales y por fin celebró.
“Darle gracias a Dios, a la institución y a la hinchada. El mérito deportivo es totalmente de los jugadores que hoy levantan un título más, gracias a su esfuerzo y a la unión”, dijo el técnico Jhon Bodmer.
Nacional nunca se rindió. En los últimos minutos encerró a Millonarios y antes de su gol de pierna derecha, Felipe Aguirre tuvo un frentazo en el palo. La hinchada lo agradeció. Respaldó aún más en los penales.
“Agradecer a toda la hinchada por todo lo que hicieron durante el partido. Mirar a la tribuna y ver a la gente saltando, es algo muy lindo, fueron fundamentales en todo el partido”, destacó el portero Kevin Mier.
Su título 33 resulta especial. Se sacudió del dominio embajador, clasificó a Conmebol Libertadores, sacó más ventaja en el historial y redujo tensiones en un 2023 muy difícil.
Aún quedan heridas por cerrar. Ganar la Copa Colombia acelerará ese proceso complejo. El título reconforta.