El calor y la humedad de Guayaquil, los penales de Goyco, los goles del Bati, la fractura de Franco, el lateral con avivada del Cholo en la final, son las imágenes que, a 30 años, persisten de la Copa América de 1993. La segunda ganada por la Selección Argentina durante el primer ciclo de Alfio Basile como técnico.
El 4 de julio de 1993, la victoria sobre México en el partido decisivo fue el cierre perfecto para un certamen durísimo. Si la Copa América ganada en Chile en 1991 había sido un festival de juego ofensivo, brillantez y goles, la de Ecuador dos años más tarde fue muy distinta. Esta vez pesaron la jerarquía, la personalidad y la garra de un equipo que todavía sostenía el largo invicto iniciado en el ‘91 y que, al comenzar la Copa ya llevaba 28 meses y 23 partidos (por entonces le contaban 25 pero después la FIFA desconoció dos, jugados contra seleccionados de Resto de América y Resto del Mundo).
“No es sencillo jugar con este clima pesado y treinta y pico de grados”, advirtió Basile el día anterior al debut frente a Bolivia. Otro que habló antes del primer partido fue Darío Franco, quien volvía de una distensión de ligamentos y se ilusionaba: “Estoy ante una nueva gran oportunidad”. La fractura de su pierna derecha al recibir una dura entrada del defensor boliviano Marco Sandy, cuando recién se jugaban 29 minutos, fue un shock para la Albiceleste. El primer partido se terminó ganando 1-0 con un gol de Gabriel Batistuta al comienzo del segundo tiempo y con mucha menos diferencia que la esperada, en el marcador y en el juego.
El Coco era un cultor del “equipo que gana no se toca”, la formación de memoria y bancar a quienes consideraba sus jugadores. De los once que arrancaron contra Bolivia, nueve habían estado en el plantel campeón del 91. Fernando Redondo y Alberto Acosta fueron las únicas excepciones.
Tres días después, el 20 de junio, se dio un cruce que se repetiría en la final. México comenzó ganando con un gol de David Patiño y antes de la media hora, Oscar Ruggeri consiguió el 1-1 que sería definitivo. Argentina, sin embargo, dejó una imagen preocupante, jugó muy mal y Sergio Goycochea evitó la derrota. “Fue el peor partido desde que yo dirijo la Selección. Algo tremendo. En el segundo tiempo no pasamos la mitad de la cancha”, se sinceró el Coco después del empate.
En el tercer partido, contra Colombia, se empezó a vislumbrar algo del campeón, más allá de que finalizó con un nuevo 1-1. Diego Simeone hizo un golazo de derecha y casi desde el córner cuando se jugaban dos minutos, enseguida empató Freddy Rincón. De ahí en adelante no hubo más goles pero sobre el final la Argentina se perdió varios.
Redondo, expulsado, se iba a perder el cruce por cuartos de final ante Brasil. Además salió lesionado el defensor central Sergio Vazquez, un hecho que se volvería trascendente porque quien lo reemplazó, Jorge Borelli, tendría un protagonismo inesperado en lo que iba a venir.
Frente a los brasileños siguió sin aparecer el juego lucido. Lo que sí apareció fue la fórmula Goyco-Borelli. Otra vez fue 1-1: gol de Müller para la verdeamarela en el primer tiempo, empate de Leo Rodríguez en el segundo, y a los penales.
Los primeros cinco de cada equipo fueron todos goles. En el sexto para Brasil, Boiadeiro casi no tomó carrera y le pegó a la izquierda del arquero. Goycochea vivió su primer deja vu de Italia 90, voló hacia ese lado y desvió el remate. Inmediatamente, Cacho Borelli selló el 6-5 y la clasificación con un derechazo fuerte y alto a la izquierda de Zetti.
Como en el 90 y el 91, Brasil afuera. “Me hace especialmente feliz ganarle a Brasil. Además, con estas victorias el equipo agarra confianza”, decía un eufórico Ruggeri instantes después de la definición. Goyco, mientras, se sinceraba: “No nos encontramos en las condiciones que queríamos para esta copa, entonces hay que sacar a relucir otras cosas”.
La semifinal fue un nuevo cruce con Colombia y otro empate, esta vez 0-0, mucho más tenso que el de la fase de grupos. La posterior definición por penales pareció calcada de la anterior. Adentro los cinco primeros de los dos equipos, después Goycochea atajó el remate de Víctor Hugo Aristizábal y Borelli volvió a quedarse con la definición, el 6 a 5 y la foto del festejo.
En la final, en Guayaquil -donde Argentina jugó todos sus partidos- esperaba México, con la única chance en toda su historia de ganar un título de la CONMEBOL. La Selección formó con Goycochea; Fabián Basualdo, Borelli, Ruggeri (lesionado en el primer tiempo y reemplazado por Cáceres), Altamirano; Zapata, Redondo, Simeone, Gorosito (después, Leo Rodríguez); Acosta y Batistuta. México con Campos; Claudio Suárez, Juan Ramírez, Raúl Gutiérrez (Fores), Ambriz; Ramón Ramírez, Galindo, Patiño (Luis García), García Aspe; Hugo Sánchez y Zague.
Las emociones llegaron en el segundo tiempo y, esta vez, Bati fue el héroe. Puso el 1-0 con una corrida y un derechazo inatajable cuando se jugaban casi 20 minutos. A los 23 empató Galindo de penal. Y a los 29 apareció el Cholo Simeone, que con 23 años ya tenía mente y viveza de director técnico: peleó una pelota por la derecha, forzó un lateral y lo sacó tan rápido que cuando los defensores mexicanos se quisieron acomodar, Batistuta ya estaba poniendo el 2-1.
Nadie en el estadio Atahualpa lo sabía, pero esa copa que un rato más tarde levantó Ruggeri en el podio sería la última que iba a ganar la Selección Argentina en 28 años, hasta que Lionel Messi levantó otra en Brasil, el 10 de julio de 2021.