Nada le resulta nuevo a Edinson Cavani. A lo largo de su carrera convivió con todo tipo de situaciones. Como aquella famosa historia de un supuesto secuestro en Paraguay y un viaje en avión donde los contratistas que pujaban por su pase se miraban feo. A decir del presidente de Danubio, Arturo Del Campo, el aire se cortaba con un cuchillo.
Finalmente llegó a un acuerdo con un empresario italiano que se lo llevó a Palermo de Italia. Allí debió pagar derecho de piso. Lo mandaron a jugar de volante.
“Cuando llegué a Palermo en 2007, el entrenador Francesco Guidolin me dijo: ‘Tenés una gran capacidad física y eso nos sirve, porque vos recuperás muy bien la posición y llegás a definir, y cuando llegás al ataque no tenemos solo el delantero, sino que tenemos también un volante que llega’. Era un volante tipo carrilero, que iba y venía”, recordó Cavani en el libro Nuestra generación dorada.
Pero en Italia comenzó la verdadera transformación. Es que Edi es un obsesivo del trabajo y no dudó en quedarse dos o tres horas luego de los entrenamientos para perfeccionarse.
Después de cuatro temporadas en Palermo, el Matador dejó su huella con 37 goles en 166 partidos según consta en la página oficial del futbolista.
En el año 2010 su pase fue comprado por Napoli, club donde se mantenía vivo el recuerdo de otro jugador rioplatense como Diego Armando Maradona, venerado a la altura de San Genaro.
Los napolitanos pagaron 19 millones de euros por la ficha del Matador que en la temporada 2011-12 ganó su primer título: la Copa de Italia, en la que fue el máximo goleador con cinco tantos.
A fuerza de goles el Matador fue nominado en el año 2013 al Balón de Oro de la FIFA, fue copa de bronce de Europa y máximo goleador de la Serie A italiana.
El 16 de julio de 2013 fue transferido a Paris Saint-Germain por 68 millones de euros, lo que lo convirtió en ese momento en el fichaje más caro en la historia del fútbol francés y el quinto más caro en la historia del fútbol. Edi dejó Napoli como el segundo goleador histórico del club en torneos internacionales.
En PSG le costó ganarse su lugar, es que el club apostaba fuerte a las figuritas mediáticas. Primero Zlatan Ibrahimovic y posteriormente Neymar. Cavani debió convivir con los egos de ambos. Y lo hizo desde su lugar de siempre. Desde el silencio. Con un profesionalismo a prueba de balas volvió a romper marcas en el club parisino.
Totalizó 200 goles en 303 partidos, ganó seis veces el torneo de Liga, la misma cantidad la Copa de Francia, cuatro Copas de la Liga y seis veces la Supercopa de Francia. Pero le quedó la espina de la Champions.
En Francia fue goleador de Liga y recibió innumerables distinciones individuales.
Al concluir su contrato con el club parisino, Edi se refugió en su Salto natal. Los rumores sobre su destino fueron innumerables. Finalmente, el 5 de octubre de 2020 se oficializó su incorporación a Manchester United de Inglaterra.
Se le otorgó la camiseta número 7, pero mire lo que son las cosas, al poco tiempo la devolvió porque el club fichó al portugués Cristiano Ronaldo que estaba identificado con el mismo número.
Luego de una temporada donde le costó jugar y fue perseguido por las lesiones, en mayo de 2022 se confirmó que no renovaría su vínculo con los rojos. Volvió a ser libre para decidir. Esta vez se tomó más tiempo del previsto para resolver su futuro. Hasta que desembarcó en España para sumar a su trayectoria el hecho de jugar en cuatro de las cinco ligas más importantes de Europa (Italia, Francia, Inglaterra y España).
El paso del tiempo dimensiona la figura de Cavani. Para que tengan una idea, junto con Cristiano Ronaldo, Zlatan Ibrahimovic y Gonzalo Higuaín, es uno de los cuatro únicos jugadores en la historia del fútbol en marcar más de 100 goles en dos de las cinco ligas más grandes de Europa.
Es el máximo goleador uruguayo en competiciones europeas y la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), lo destaca como el cuarto máximo goleador sudamericano de toda la historia en los campeonatos de Primera División de Europa. Una bestia.
Por algo se peleaban los contratistas en aquel avión en el que, 15 años atrás, viajaba un tal Cavani.