Pase lo que pase con Ilkay Gundogan e independientemente de su rendimiento tras alcanzar la supremacía con el Manchester City, el Barcelona sabe que ha adquirido a un futbolista de élite que ansiaba intensamente unirse a sus filas.
Aparte de ser el futbolista que podría convertirse en el puente que los lleve de su actual situación (un plantel incipiente) a donde desesperadamente necesitan estar: maduros, más rudos e inteligentes.
De haberlo querido, el volante de 32 años fácilmente pudo haber multiplicado su nuevo salario por 10 gracias a los gastos dispendiosos del Fondo de Inversiones Públicas de Arabia Saudita. Eligió no hacerlo.
Al igual que Robert Lewandowski, su antiguo compañero en el Borussia Dortmund y cuyos goles efectivamente elevaron al Barcelona la temporada pasada hasta convertirlo en un equipo ganador de títulos, Gundogan fue seducido por la efervescencia persuasiva del técnico Xavi Hernández, por la vida hermosa de la ciudad que sirve de sede a su nuevo club y por la idea romántica de revitalizar una identidad futbolística que se mantiene desvanecida y hastiada.
Al contrario de Lewandowski, que casi con toda certeza marcará más y se verá mucho más cómodo con Gundogan alimentándole con el balón, el más reciente fichaje del Barcelona ya sentía genuino afecto y vinculación con el club... o al menos, esa fue la impresión que daba de adolescente.
Cuando visité el Etihad Campus del City en la semana de la reciente final de Champions League, entrevistaba a Erling Haaland y me topé con Gundogan. Apenas me bastó para felicitarlo por una temporada deslumbrante y desearle éxitos contra el Inter en Estambul.
Sin embargo, antes de su final anterior de Champions (cuando cayó derrotado ante Chelsea hace dos temporadas), pasé una hora en compañía de Gundogan.
Entonces, mientras quien escribe buscaba anécdotas para comprenderle mejor, Gundogan compartió algunos de los sentimientos que ahora le motivaron a rechazar una extensión contractual con los flamantes ganadores del triplete y negarse a la idea de mudarse (junto a Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, N'Golo Kante) para jugar en Yeda o Riad.
Gundogan me contó: "Cuando era adolescente… admiraba tanto al Barcelona de Pep Guardiola por la forma como jugaba".
"No sólo por los éxitos y por alzar todos esos trofeos. Era la forma como jugaban. Cuando Pep estaba al mando del Barça, mi mayor sueño en la vida era jugar en esa plantilla".
"Estaba tan lejos, pero era un espectáculo increíble. Me encantaba tanto, tanto".
"Fue emocionante cuando Pep llegó a la Bundesliga y era tan, tan difícil jugar contra su plantel [del Bayern]. Siempre tenían un plan, y su plan era mejor que el tuyo".
En el Manchester City, Guardiola se convirtió en un gurú importante para Gundogan: una figura tan mesiánica, que es natural querer jugar al mando de un hombre de ideas similares (si no idénticas). Un discípulo evangelista del estilo futbolístico tan adorado por el mediocampista alemán.
Ese hombre es Xavi. Se ha convertido en algo interesante escuchar, durante toda la temporada en la que alzaron el título de LaLiga, al entrenador del Barcelona y un grupo de sus nuevos jugadores hablar el uno del otro.
En el caso de Lewandowski, Andreas Christensen y Jules Kounde, Xavi se ha referido a cada uno de ellos con la frase: Era el jugador específico que yo quería.
Eso significa que el proceso no consistía en que él identificara a una clase de futbolista para después conformarse con la ficha más disponible para el club. Xavi buscaba futbolistas específicos. Y los conseguía.
Luego, cuando Lewandowski, Christensen, Kounde, Raphinha y Franck Kessie han declarado sobre sus motivos para fichar por el equipo blaugrana, que a veces era una decisión incómoda mientras esperaban, sudorosos, para ver cuándo podían (si acaso) ser inscritos para jugar debido a la horrorosa situación de Fair Play Financiero del Barcelona, todos y cada uno de ellos han dicho lo mismo: Me convencí cuando Xavi habló conmigo.
Así fue con Gundogan.
El Barcelona, representado por sus directores deportivos Jordi Cruyff y Mateu Alemany, trabajó durante muchos meses para afinar la mecánica de este traspaso. Sin embargo, fue el sentimiento mutuo e inmediato forjado entre dos volantes diminutos (el catalán ganador del triplete de 43 años y el alemán ganador del triplete de 32 años) lo que ayudó a sellar el trato de la mejor forma posible.
Gundogan juega, y piensa, de la forma que Xavi necesita desesperadamente si quiere convertir el fútbol pragmático, a menudo orientado defensivamente y prosaico que le hizo ganar el título de España en su primera temporada completa a cargo del banquillo culé, en un estilo futbolístico capaz (al menos) de hacer que el Barcelona sea competitivo a la par de la élite de Europa. Y a juzgar por sus recientes empates con Bayern Munich, Internazionale, Eintracht Frankfurt, Manchester United, Juventus y Paris Saint-Germain, el Barcelona ha demostrado categóricamente que no lo es.
De nuevo, hay un pasaje de mi entrevista con el simpático, elocuente y profundamente impresionante Gundogan que creo que (a pesar de la genialidad que derrochó con el City) nos aporta luces sobre lo que él, como hombre, aportará en esta etapa de la evolución del Barcelona. Se refirió a lo mucho que adoraba y ansiaba ganar el trofeo de Champions League, pero indicó que sus inicios en el torneo fueron brutalmente duros.
Entrenado por un técnico que posteriormente alzaría la Champions (Jurgen Klopp), jugando con el hombre que convertiría el gol del triunfo en una final mundialista (Mario Gotze) y con otro futuro ganador del triplete (Lewandowski) entre otros grandes futbolistas, Gundogan tuvo que probar la derrota en sus primeros dos partidos en Champions ante Marsella y Olympiakos. Luego fue puesto en la banca.
Lean sus palabras con extrema atención y luego intenten decirme que no les recuerda a la forma ingenua y frágil como ha jugado el Barcelona en recientes competiciones UEFA.
"Recuerdo mi primera temporada en Champions League con una plantilla talentosa en el Dortmund", expresó. "Todos esperaban que llegáramos lejos".
"Pero nos golpeó como un autobús. Fue difícil anticipar cómo lidiar con ello. Nos fue muy mal en esa primera temporada del Dortmund en Champions".
"Sin culpas. Sin arrepentimientos. Simplemente, no estábamos preparados. A veces, las cosas son así".
"A veces necesitas experiencia, para oler, sentir, cómo es esto. Estar en la cancha, volando de un lado a otro, quedándote unas noches lejos de casa, jugando a horas de la noche frente a multitudes increíbles y estadios llenos de emoción. Teníamos que adaptarnos y pasar por esa frustración".
Una perfecta descripción de las últimas tres calamitosas campañas europeas del Barcelona.
Gundogan se adaptó y jugó con una distinción tan mágica y escurridiza que llegó a la final de Champions League primero con el Dortmund, luego hace dos años con Manchester City, alzó el triplete esta temporada (jugando un papel importante en el gol de Rodri que selló el triunfo) y habría ganado el Mundial 2014 con la selección de Alemania de no ser por una horrenda lesión de espalda.
Ahora, su papel es aportar cerebro, experiencia, saber hacer, técnica, habilidad y veteranía a un mediocampo del Barcelona que, incluso antes de la salida de Sergio Busquets, simplemente no utilizaba el balón con suficiente eficiencia ni cubría óptimamente a la defensiva.
Adicionalmente, uno de los múltiples valores que aporta Gundogan es que jugará suficientes minutos como volante izquierdo para que Xavi (de hecho, toda la plantilla del Barcelona) no sea tan fatalmente dependiente de Pedri, al punto de ponerle a jugar y jugar y jugar y jugar hasta que se lesiona para pasar varios meses ausente.
Gundogan es políglota, tremendamente genial, educado, interesante y humilde. Sin embargo, en ninguna circunstancia, debemos confundirlo con alguien carente de la fortaleza del tungsteno. Su trabajo será aportar ese acero mental y emocional del que carece desesperadamente el talentoso Frenkie de Jong.
Gundogan enseñará con sus palabras, sus acciones y su rendimiento en los entrenamientos. Será el teniente de Xavi en la cancha. Esperen ver cómo Gundogan arremeterá contra los jugadores que tomen malas decisiones, que entreguen mal el balón, que pequen de ingenuos en sus posiciones.
Su punto de vista es: "La adversidad te desarrolla como persona, no sólo como futbolista. Toda la trayectoria que conlleva esta carrera, mi vida en general y en lo social… la aprecio".
"Los momentos tristes, los retrocesos y momentos difíciles. Viví muchos de esos: derrotas, lesiones. Pero siempre fui capaz de reaccionar, de volver bien".
"Siempre tuve la satisfacción de que era lo suficientemente fuerte para volver a buen nivel y estar otra vez al máximo de mi juego. Creo que ese es el reto de la vida en general, no sólo en el fútbol".
"Siempre haz tu mejor esfuerzo. A veces, no es suficiente. Pierdes, fracasas. Pero se trata de volver a levantarse e intentar de nuevo".
Si vieron jugar al Barcelona la temporada pasada, ¿acaso esos pensamientos no se asemejan a lo que Xavi intenta (y en parte logra) inculcar?
Han visto jugar a Gundogan con su club y selección. No es necesario que les recuerde su agilidad, su excelencia técnica, su movimiento, su definición cada vez más segura o su voluntad para ganar, ganar y ganar.
Aunque, quizás, las citas anteriores nos aportan una idea de quién es, de sus creencias y su funcionamiento, al igual que cierta comprensión del por qué Xavi quería ficharle con la misma intensa determinación que tuvo Guardiola en su momento, cuando le buscó en el túnel antes de un partido Bayern-Dortmund para advertirle que un día trabajarían juntos. Así fue, y juntos crearon una música hermosa.
Esta tarea, dentro de un Barcelona desequilibrado, lleno de juventud, apartado de su tradicional patio del Camp Nou y que se enfrenta a un reto significativamente más peligroso del Real Madrid, aparenta ser más difícil y exigente. Pero Gundogan es especial, como hombre y futbolista. Podría ser, precisamente, lo que el campeón reinante de España necesita.
Y en todo caso, será muy divertido verle jugar.