El Barcelona busca regresar a la cima del futbol mundial con una estrategia deportiva y financiera que le dio éxito hace 20 años. El problema es que ahora tiene un panorama más complicado.
El Barcelona busca regresar a la cima del futbol mundial con una estrategia deportiva y financiera que le dio éxito hace 20 años.
Pero a diferencia de aquella época cuando el plan fue exitoso e inició la, quizás, mayor época de logros deportivos del Barça, ahora el panorama es más complicado.
El Barcelona vive hoy inmerso en una crisis donde la necesidad financiera tiene atrapado a un club que juega fuera de su estadio, no puede gastar para reforzar la plantilla y cuyos hinchas temen, cada día más, su pérdida de ascendente en el fútbol mundial.
Joan Laporta regresó en marzo de 2021 a la presidencia convenciendo a la masa social que sería capaz de rescatar al club del desastre en el que le dejó Josep Maria Bartomeu tal y como en 2003 lo hizo sucediendo la terrible etapa de Joan Gaspart. Porque ese, de hecho, es el espejo en el que el mandatario quiere que se miren los aficionados.
¿Qué estrategia utilizó Laporta en su primera etapa que ahora intenta implementar, pero sin los mismos resultados?
Evolución o revolución
Ferran Soriano, el expresidente del Barcelona del 2003 al 2008, cuenta en su libro en su libro "La pelota no entra por azar", cuál era el panorama del club en aquella época:
En 2002-2003 había ingresado 123 millones de dólares pero había gastado 169 millones, generando un déficit de 73 millones. Los ingresos no creían, pero sí los gastos.
Los salarios de los deportistas representaban el 88% de los ingresos, muy superior al 50 y 65% recomendado.
El club tenía 4 años sin ser campeón con Javier Saviola y Juan Roman Riquelme como las figuras.
"Se trataba de invertir en el equipo para que volverá a ganar títulos. A su vez, el éxito deportivo devolvería prestigio mundial y llevaría a un crecimiento social que sería fuente de un nuevo incremento de ingresos", cuenta Soriano.
Tras analizar a conciencia la situación, los directivos del Barcelona encontraron dos soluciones: la evolución o la revolución.
"1- Un programa prudente y moderado de evolución. Un recorte inmediato de los gastos para pasar un año de austeridad, de 'travesía por el desierto', un tiempo en el que no podría invertirse ni en el equipo ni en prácticamente nada, para recuperar un poco la economía antes de volver a crecer.
"2- Una revolución. Un esfuerzo combinado de reducción de gastos, reestructuración de la deuda e inversión inmediata en el equipo. Construir un equipo atractivo que devolverá al Barça a la primera linea y que generara los ingresos que autofinaciasen la inversión realizada", escribe Soriano.
La opción elegida en 2003 fue la segunda: una revolución.
"Se trataba en el equipo que volviera a ganar títulos. A su vez, el éxito deportivo devolvería el prestigio mundial y llevaría a un crecimiento social que sería fuente de un nuevo incremento de ingresos", recuerda Soriano en su libro.
A la par de buscar crecer los ingresos, el club se enfocó en reducir los gastos, sobre todo en salarios de jugadores y gastos operativos.
Los ingresos del Barcelona crecieron 237% en la etapa de Laporta como presidente porque pasaron de ingresar 123 millones de euros en 2003 a 415 millones de euros en 2010, su último año como directivo.
La primera era: de Ronaldinho a Guardiola
Cuando Joan Laporta ganó las elecciones en junio de 2003 accedió a la dirección de un club derrumbado deportiva, económica y socialmente. Cuando abandonó el cargo, siete años después, en el verano de 2010, el Barça era una referencia futbolística a nivel mundial y aunque financieramente existían bastantes dudas acerca de la salud económica de la entidad, sus aficionados, multiplicados por todo el mundo, lucían orgullosos la consideración de apoyar al mejor equipo del planeta, con Pep Guardiola en el banquillo y Leo Messi liderando una plantilla descomunal. Laporta tuvo tanto arrojo como fortuna. Tanta suerte como habilidad y, de entrada, mucha resiliencia para superar unos primeros meses en los que se rozó el desastre.
La habilidad se llamó Ronaldinho, negociado y fichado por obra y gracia de su entonces amigo Sandro Rosell mientras el nuevo presidente despistaba al personal con el nombre de David Beckham. Si en esta segunda etapa la palabra clave es 'Palancas', en la primera nació el 'círculo virtuoso' que lideró aquel brasileño futbolísticamente monumental, suficiente para reenganchar a una afición deprimida por cinco años de sinsabores.
La resiliencia llegó de la mano de Edgar Davids, un holandés errante que se incorporó al equipo en enero de 2004, cuando se dudaba de todo, y ayudó de forma indispensable a despertar al equipo. Se marchó al acabar aquella primera temporada, pero los cimientos ya estaban construidos.
Laporta, valiente y decidido como pocos, acertó en su política de contrataciones. Los fiascos de Rustu o Quaresma quedaron en la sombra por los aciertos de Rafa Márquez primero y Eto'o, Deco y Giuly después, en una segunda temporada durante la que se invirtieron casi 80 millones de dólares en el mercado de fichajes (acompañaron Belletti, Edmilson, Sylvinho, Edmilson o Van Bronckhorst) con un retorno bestial, porque la marca Barça, con la influencia directa del saludo surfero de Ronaldinho, se convirtió en la mayor tendencia del universo futbolístico.
El equipo azulgrana arrodilló y borró del mapa al Madrid de los "Galácticos", logró estabilizarse en el aspecto económico, conquistó Europa con la Champions de 2006 y disfrutó de una felicidad casi olvidada que sin embargo fue efímera, por cuanto a la vez que Ronaldinho 'dimitió' de sus deberes profesionales el rendimiento futbolístico del equipo entró en crisis y el divorcio que sufrió la directiva provocó que la figura del presidente fuera cuestionada hasta el punto de enfrentarse a una moción de censura que muy cerca estuvo de acabar abruptamente con su presidencia.
La fortuna
Pero Laporta, resistente hasta el límite, sobrevivió en su puesto y en una decisión a la larga histórica aunque en aquel momento (primavera de 2008) más que discutida apostó por la figura de Pep Guardiola como nuevo entrenador, quien en su primera decisión exigió la salida Ronaldinho y Deco.
La reconstrucción, que se antojaba difícil, fue inmediata y bajo el liderazgo ya indiscutible de Messi, una colección de canteranos inolvidables (Valdés, Puyol, Piqué, Iniesta, Xavi y Busquets principalmente) y un grupo homogéneo con Márquez al frente pasó de presentarse como un simple outsider del Madrid a dominar el fútbol nacional, europeo y Mundial con una brillantez incuestionable.
El Barça lo ganó todo y Laporta dejó la presidencia en el verano de 2010 mostrando una figura ya histórica. Su habilidad, acompañada de la suerte, provocó que con el paso del tiempo poco o nada se dijera de su controvertida (y arrolladora) personalidad y menos aún de su discutible gestión económica.
El cuadro catalán quiere cerrar la campaña con una victoria en la casa de su histórico rival.
El regreso con la misma fórmula
Y en 2021, once años después de haber dejado la presidencia del Barcelona, Joan Laporta regresó al club. E intentó aplicar la misma fórmula para salir de la crisis deportiva: una revolución en vez de una evolución.
El Barcelona pudo renunciar a contratar refuerzos y enfocarse en la cantera, aunque eso significara ser un club de media tabla en LaLiga, sin posibilidades de ser campeón ni en el torneo local ni en la Champions.
Pero optó por seguir invirtiendo en jugadores como en 2003, aunque esta vez, sin un Ronaldinho que los regresara a la cima del futbol, y sin Messi, su máxima estrella.
El panorama financiero que encontró Laporta en 2021 fue devastador y en parte a ello, se abrió la puerta de su regreso para que regresara el club a la cima.
En la temporada 2020/2021, el Barcelona solo ingresó 631 millones de euros, producto de la pandemia del Covid 19, es decir, 224 millones de euros menos que el año anterior (2019-2020), revela el Barcelona en su Memoria 2022/23, que comparte a sus miles de socios. El gran problema fue que sus gastos no se redujeron pese a la reducción de ingresos, sino aumentaron a 1,136 millones de euros.
¿Cuál fue la solución de Laporta? Seguir con el gasto en refuerzos para mantener la competitividad en LaLiga y Champions League, pero a costa de hipotecar el futuro del club.
"El ejercicio 2022/23 cierra con una cifra histórica de ingresos de 1,259 millones de euros (sin incluir los financieros), lo que supone un 24% de aumento respecto a los 1,017 millones de euros del ejercicio anterior (aumento de 242 millones de euros) y que confirma el cumplimiento del importe presupuestado, que ascendía a 1,255 millones de euros", revela el Barcelona en su Memoria 2022/23.
"Cabe destacar que estos ingresos incluyen, como ya sucedió en la temporada anterior, la venta de un porcentaje de los derechos de televisión relativos a la competición de LaLiga disputada por el primer equipo de fútbol masculino del Club, que ha generado un ingreso extraordinario de 399 millones de euros (ya presupuestados en el momento de la presentación del presupuesto 2022/23)".
La deuda actual del Barcelona a corto y a largo plazo asciende a 2,777 millones de euros, que incluye 1,097 millones de euros por el Espai Barça.
El equipo se encuentra metido en una problemática: deuda, jugadores sin la calidad suficiente para conquistar Europa, sin dinero para fichar a las grandes estrellas y con un Real Madrid en mucho mejor momento.
Un panorama más complicado
Las alegrías de unos suelen ser las depresiones de los otros. Y viceversa. La teoría de los vasos comunicantes al referirse a Barcelona y Real Madrid suele cumplirse alternativamente... Pero en los últimos años el crecimiento del club merengue ha coincidido con un Barça cada vez más menguante. Hasta el punto que hoy por hoy se antoja difícil, mucho, contemplar al club a la altura de su máximo rival.
La salida de Leo Messi en el verano de 2021 provocó el terremoto que se sospechaba en el Camp Nou... Pero fue, por la manera en que se marchó, aún más dolorosa sentimentalmente para el universo azulgrana. Se acabó una era que en los últimos años, deportivamente, había empezado a dar síntomas de agotamiento, que socialmente ya adivinaba un divorcio institucional y que económicamente reventó.
El efecto de la pandemia fue demoledor en el Barcelona. Y lo fue porque dejó a la vista una gestión que se descubrió suicida por parte de sus gestores, quienes ofuscados en aumentar los ingresos pensando que no había techo no repararon en contener los gastos. Y, claro, los ingresos se derrumbaron... Pero los gastos siguieron siendo los mismos y el músculo financiero del club no solo se debilitó. Simplemente desapareció.
El Barça hoy está ahogado por unas deudas que dejó la vieja directiva de Bartomeu y que la nueva junta de Joan Laporta no ha podido contener.
Es difícil, y mucho, soportar una carga tan pesada por más que los ejecutivos hayan inventado palancas varias, hayan contenido, y rebajado, el peso salarial del club en todos sus departamentos y, futbolísticamente, hayan tenido que rebajar la calidad de la plantilla, con varios fichajes a coste cero o incluso cesiones que no lastran su economía de manera tan grave.
Ha llovido mucho desde que el Barcelona conquistó en Berlín la Champions en 2015 y muchas de las decisiones deportivas que se tomaron a partir de ahí se han demostrado funestas para el club. Ya no es solo constatar que de aquella plantilla apenas permanecen Ter Stegen y Sergi Roberto, es hablar de los fichajes de Arda Turan, André Gomes o Alcácer (115 millones de euros entre los tres)... Y lo peor estaba por venir.
La 'fuga' de Neymar en el verano de 2017 provocó que los 222 millones de euros ingresados por él se convirtieran en un gasto de 270 entre Dembélé y Coutinho, a los que sumar los 75 que costaron entre Paulinho y Semedo. Y si Ney podía tener un salario superior a los 25 millones... entre los dos cracks que llegaron para sustituirle esta cifra se acercaba a los 40.
Gastos y más gastos sin que estos se vieran reflejados en una mejoría en el terreno de juego. Al contrario, mientras el Real Madrid seguía creciendo, sumando Champions y renovando con tiento su plantilla, el Barça se quedaba atrás, desdibujado primero y aplastado después en Europa y hasta perder el dominio en España.
A partir de aquí la estrategia del Barça se sospecha un galimatías. El plano deportivo, esperándose a la marcha del entrenador a final de temporada y el, ahora, factible ascenso de Rafa Márquez a la dirección del primer equipo es más dependiente que nunca del aspecto económico porque la plantilla no puede reforzarse debido a la deuda astronómica que arrastra la entidad.
La reconstrucción, empieza a consensuarse, debe centrarse en la cantera y tirar de paciencia a la espera de tiempos mejores, confiando en que el nuevo Camp Nou sea el principal enganche para aumentar los ingresos que rebajen la deuda y devuelvan la calma.
Pero la pregunta es inevitable: ¿un transatlántico como es el Barcelona se puede permitir vivir (o malvivir) alejado del primer plano internacional?