BARCELONA -- A Luis Enrique se le había visto distante, irónico y relajado. Antipático, grosero y amable… Pero el sábado sacó al plano un discurso quejoso que no se le conocía. El entrenador del Barcelona nunca había señalado un arbitraje como hizo en Málaga, si acaso en otras ocasiones había solventado la papeleta con el manido “no hablo del arbitraje”. Pero esta vez cayó.
Ahora el asturiano se esconde en el calendario. “Todavía queda mucha Liga”, se excusó en la sala de prensa de La Rosaleda después de perder su tercer partido de Liga lejos del Camp Nou y cuando, quedándole solo siete partidos por delante, está totalmente a expensas de lo que haga el Real Madrid.
Porque el Clásico ya no es el único clavo al que agarrarse. Días después de admitir que llegaba al mes de abril “en la situación que queríamos estar”, su equipo ha perdido la brújula y existe la sospecha de no estar en disposición de volver a encontrarla.
La noche en que el Barça estaba llamado a ser un ciclón para responder con grandeza al tropiezo del Real Madrid acabó con su entrenador agarrándose al calendario y colocando en el escenario como clave “un penalti clarísimo que no sé como han señalado fuera”, sin atender, por ejemplo, a que antes anularon una jugada de gol (un 2-0) al Málaga totalmente legal.
O que, en 90 minutos, el equipo andaluz remató más veces que el suyo entre palos. Escondió en detalles aislados un derrota monumental y que muchos aventuran como definitiva en la suerte de la Liga. Porque volvió a poner en manos de la MSN la definición de un partido que debió mostrar la potencia de todo el colectivo.
Las rotaciones de Luis Enrique han acabado por demostrar que el Barça vive agarrado a su tridente y no concede la importancia que quizá debiera a la plantilla, dándole igual que juegue André Gomes o que lo haga Andrés Iniesta y no importándole que Ivan Rakitic se asegure el Clásico antes de tiempo para borrarse de otro partido que se considere cualquiera. Cuando no lo es. No lo fue.
El “mucha Liga” que afirmó el entrenador que queda por delante son apenas siete partidos, 21 puntos, que se adivinan ya tan innegociables como se temen insuficientes. Y es que ni ganar en un Bernabéu que el Barcelona ha asaltado cinco veces en las ocho últimas temporadas podría bastar.