BARCELONA -- Marc-André Ter Stegen es el tercero de la saga, el segundo en realidad, y el primero en convertirse en figura de azulgrana. El primer portero alemán que se convierte en estrella del Barcelona. Lo que no dejaron pelear a Köpke en 1996 y lo que no pudo conseguir Enke en 2002 lo consiguió al fin Ter Stegen, aunque su camino tampoco fue sencillo.
El meta germano cumplirá este domingo frente al Sevilla sus primeros 200 partidos oficiales como jugador del Barça, siendo el décimo portero del club que llega a esta cifra, desde que lo hiciera Nogués en la década de los 30 del pasado siglo y hasta Valdés, el último y número uno. Reclutado por Andoni Zubizarreta en la primavera de 2014, se ha erigido en uno de los mejores fichajes azulgranas de las últimas décadas, acabando con el debate de la portería, haciendo olvidar a un mito, muchas veces incomprendido, como Víctor Valdés y convirtiéndose en uno de los pilares inconfundibles e indiscutibles del equipo de Valverde.
En sus primeras cinco temporadas como azulgrana, con Luis Enrique primero y Ernesto Valverde después, el alemán suma 14 títulos: cuatro de Liga, otros tantos de la Copa del Rey, tres de la Supercopa de España y uno de Champions, Supercopa de Europa y Mundial de Clubes, el único trofeo en el que, de momento, no ha sido alineado. Apartado del plano durante sus dos primeros cursos por Claudio Bravo, en la primavera de 2016 amenazó con forzar su marcha del club por no ser indiscutible (jugaba Copa y Champions mientras el chileno era el fijo en la Liga), solventando el Barça la venta de Bravo al Manchester City para cerrar el debate.
Y a partir de ahí, nada ni nadie le volvió a hacer sombra. Perdió su condición de titular en la Copa en favor de Cillessen (el sucesor de Bravo) pero pasó de sumar 47 partidos en sus dos primeras temporadas a acumular el doble (94) en las dos siguientes, alcanzar los 49 encuentros en la campaña 2018-19 y ser, en la actualidad, una de las personalidades más indiscutibles del vestuario.
Ter Stegen es intocable para Valverde hoy como lo fue de Luis Enrique antes y, se da por hecho, será mañana con el sucesor que pueda tener el Txingurri en el banquillo porque a sus 27 años no se adivina quién o qué pudiera apartarle de una condición de intocable a la que le costó llegar por la presencia inicial de Claudio Bravo en el club. Y que llegó a amenazar con su salida del club, tocado por una especie de maldición alemana en la portería del Camp Nou.
El meta es el séptimo futbolista alemán en los casi 120 años de historia del Barça, una cifra escasa y en la que solamente Bernd Schuster mantiene un espacio en el recuerdo. El ‘Nibelungo’ llegó, como el meta, siendo un jovenzuelo con mucho futuro (aunque ya estaba instalado en le élite) en octubre de 1980 y viviendo muchas alegrías, varios sinsabores y no pocos desencuentros acabó por marchar al Real Madrid en 1988, sumando 295 partidos de azulgrana en siete temporadas (una se la pasó apartado del equipo) y siendo considerado a día de hoy una de las mayores estrellas en la historia moderna del Camp Nou.
EL TERCERO
De esta manera, al cabo de tres décadas de la salida de Schuster, un alemán vuelve a mandar en el vestuario azulgrana, convertido, además, en el primer portero para romper esa maldición que comenzó Andreas Köpke en la década de los 90 del pasado siglo y de la que no pudo escapar Robert Enke al comienzo de la pasada. Ter Stegen sería el tercero de la lista. Aunque, en realidad, es el segundo meta germano en la historia del Barça porque Köpke, acordada su incorporación y hasta vestido de azulgrana, nunca llegó a fichar.
Considerado entre los mejores porteros del mundo, titular indiscutible de la selección y en plena madurez (34 años), Köpke solventó su fichaje por el Barça en plena celebración de la Eurocopa de 1996. Acordó un contrato de dos temporadas (ampliable a una tercera) con un salario de un millón de euros e incluso llegó a tomarse fotografías con la camiseta del que iba a ser su nuevo club. Hasta que recibió una llamada en la que su agente le comunicó que el Barcelona había roto el contrato, haciendo valer una cláusula que le permitía esa circunstancia.
Bobby Robson, sucesor de Cruyff en el banquillo, convenció al presidente Núñez de la conveniencia de fichar al portugués Vítor Baia y Köpke acabó en el Olympique de Marsella.
Pasaron seis años hasta que en 2002, con Van Gaal en el banquillo, el Barça incorporó, libre de contrato, a Robert Enke, de 25 años y que después de explotar en la portería del Borussia M’Gladbach había triunfado en el Benfica de Portugal. Llamado a convertirse en indiscutible, su carrera en azulgrana fue un drama.
Debutó en un partido de Copa frente al Novelda (de tercera categoría) y encajando tres goles (el Barça fue eliminado por 3-2), quedó marcado, siendo desplazado al banquillo, a la sombra de Bonano y apenas jugando otros tres partidos oficiales en toda la temporada, sentenciado ya del todo en su última aparición: ganaba el Barça por 0-2 a Osasuna cuando ingresó en el campo a los 70 minutos por el lesionado Bonano. Encajó dos goles. Y en el verano de 2003 se fue cedido al Fenerbahçe, donde apenas duró un mes antes de acabar en el Tenerife.
Un año después el Barça le concedió la baja y volvió a su país, fichando por el Hannover 96, alineándose en 164 partidos hasta 2009, cuando se suicidó lanzándose a las vías del tren y descubriéndose que había sufrido una grave depresión desde su etapa en el Camp Nou.
Al cabo de los años Ter Stegen acabó con la maldición. Hasta el punto que se hace imposible imaginar a un Barça sin su presencia. Este domingo cumplirá 200 partidos enfrentándose al Sevilla, rival con el que se ha visto en nueve ocasiones (ocho victorias y un empate) y que le convierten en el décimo portero de la historia en azulgrana en alcanzar esa cifra. Aún muy lejos de los 535 de Víctor Valdés, pero ya instalado entre las leyendas.