BARCELONA -- ¡Show me the Money! Le gritaba Rod Tidwell a Jerry Maguire por teléfono. ‘Enséñame la pasta!’… Y la pasta le llegó a Luis Rubiales desde Arabia Saudí. Todo por la pasta, la Federación Española de Fútbol se dejó de monsergas, de tradiciones y de cualquier lógica para enterrar la Supercopa de España y llevarse a 6 mil kilómetros un nuevo torneo que le supondrá ganar casi 135 millones de dólares en tres años. Manteniendo un nombre en el que nadie cree.
La broma del trofeo la verbalizó Raphael Varane el martes, en una comparecencia ante la prensa en la que afirmando que el nuevo formato “me gusta más” dio por hecho la dificultad de disputarla. “Sabemos lo que nos jugamos y lo que ha costado jugar este torneo” advirtió el defensa francés… desconocedor, se supone, que el Real Madrid fue incluido con calzador y sin merecimiento en el trofeo después de caer el pasado curso en las semifinales de la Copa o acabar la Liga en tercer puesto… A 19 puntos del campeón.
Poco importan los merecimientos deportivos y mucho menos los intereses de los aficionados, que en un número ínfimo (menos de medio millar) viajaron desde España a Yeda. De entre todos los protagonistas solamente Ernesto Valverde se atrevió a manifestarse abiertamente en contra este nuevo formato, dejando claro la poca lógica que tiene mantener el nombre de un torneo enterrado en sus esencias y regalado al poder del dinero.
El Barcelona apenas vendió 300 entradas entre sus aficionados, con un viaje cuyo precio rozaba los 750 dólares… a los que habría que añadir los gastos durante cinco días en Yeda. Sobre 700 tickets vendió el Real Madrid, aunque la práctica totalidad fue para aficionados que viven en Arabia Saudí; 50 el Atlético y la mitad, 26, el Valencia. Las encuestas que se repitieron desde diciembre en diversos medios de comunicación, ya fuera radio o prensa, dejaron claro el sentir mayoritario en contra de los aficionados. Unos por un cambio de formato que entendían tan injusto como ridículo, otros por eso… Y por llevarse el campeonato tan lejos de España, criticando a una federación que, se coincide, no ha tenido ninguna clase de respeto por los hinchas.
El mismo Rubiales que torpedeó, y sigue torpedeando, la idea de Javier Tebas de llevarse un partido de LaLiga a Miami argumentando una falta de respeto para los aficionados, a pesar de que los clubs afectados (ya fueran Girona y Barça el pasado curso o Villarreal y Atlético éste) fueran favorables a la aventura y entre el resto de equipos de Primera División se viera con buenos ojos el negocio, ni parpadeó a la hora de cargarse el tradicional primer campeonato de la temporada.
Y si en el caso de los, de momento, abortados partidos de Liga en Estados Unidos existía la previsión de financiar parte del coste del viaje para los seguidores de los equipos contendientes… en esta Supercopa la Federación no dijo ni mu. Nada. Es un torneo pensado solo para la televisión y sin españoles en las gradas.
“El fútbol es una industria que busca nuevos ingresos” resumió con un rictus de conformismo Ernesto Valverde mientras más de 50 mil aficionados árabes iban llenando las gradas del estadio Rey Abdullah para asistir a la primera semifinal entre el Valencia, campeón de Copa, y Real Madrid, invitado de honor… Todo ello mientras desde España se recrudecían las críticas alrededor de un torneo pensado por y para el dinero.
Y llevado a un país en el que la palabra libertad es poco menos que un chiste; en el que las mujeres son ciudadanas de segunda, o tercera, y donde la palabra democracia es desconocida. Show me the Money…
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