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La vida de Javier Aguirre dentro del fútbol: sus experiencias entrenando a Salah y como técnico en España

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LEGANÉS, España - "Y entonces, hizo un remate terriblemente brillante y yo terminé pareciendo todo un campeón".

Javier Aguirre estalla en risas y no será la última vez. Está recordando la magnífica y acrobática volea de Manuel Negret een la Copa del Mundo de 1986, producto de una "asistencia" de Aguirre, si no es un término demasiado generoso para denominar esa jugada. Seguramente, él lo cree así. Aguirre jugó durante ese verano con la selección de México, anfitriona del torneo; convirtiéndose en figura clave dentro de un equipo que había permanecido junto durante todo un año, viajando por el mundo para disputar partidos con miras al torneo en el cual terminaron eliminados tras caer en cuartos de final ante el combinado de Alemania.

En ese día de 1986, Aguirre terminó en lágrimas. No tanto por la derrota, o por la tarjeta roja con la cual fue sancionado, sino porque era El Final de ese ciclo.

"Me sentía triste porque no podía evitar pensar en el hecho de que el grupo que habíamos armado iba a separarse y que no se repetiría", afirma Aguirre. "El director técnico Bora Milutinovic, me dijo: 'Javier, no intentes duplicar esto, no intentes hacer de 25 jugadores tus amigos'. Y tenía razón. Ese día, aprendí una lección, que sigo aplicando como entrenador: intentas armar un buen grupo, con unidad genuina y te deshaces de la manzana podrida de ser necesario, pero no es tan sencillo".

Aguirre también concede que en el fútbol se hacen pocos amigos. Ni siquiera dentro de aquel equipo. "Puedo tomarme un café y conversar un rato con Negrete, pero, amigos de verdad, no sé. Quizás algunos lo sean, pero..."

El fútbol surte esos efectos en uno, según indica Aguirre. Y pocos conocen el fútbol como él. Anotó 13 goles en 59 partidos durante nueve años vistiendo la camiseta de México, pero la cita de 1986 fue su último Mundial en condición de jugador. Poco después del torneo, Aguirre se incorporó a las filas del Osasuna en España, viaje que repitió 16 años después, para convertirse en su director técnico. El medio siglo durante el cual Aguirre ha estado vinculado a este deporte, con 25 años como entrenador, lo ha llevado a pisar cuatro continentes y a participar en tres ediciones de la Copa del Mundo, aparte de México '86: una vez como asistente y dos en condición de técnico. Con 61 años a cuestas, pero lleno de vida y entretenido como siempre, ha vuelto a España después de varias paradas en Japón, Abu Dabi y Egipto.

Aguirre ha regresado a La Liga ibérica como parte de una familiar misión de rescate, similar a aquellas que ha asumido con éxito en el transcurso de su carrera.

El Leganés se encuentra en el sótano de la tabla de La Liga. Sentados en el complejo de entrenamientos del club, justo antes de que la pandemia del coronavirus obligara a suspender estos encuentros personales, compartimos durante una hora fascinante que pasó volando. Fue una exploración de una vida dedicada al fútbol, vivida por aquí, por allá y por todas partes. Mejor dicho, casi en todas partes: resulta ser que existe un sitio al cual realmente desea ir. También encontramos lecciones en cada giro de su vida, impartidas con una personalidad capaz de llenar cualquier habitación, con un inglés fluido demostrado durante nuestra conversación, sostenida en mayor parte en su característico español con acento mexicano, salpicado con modismos y palabrotas.

Siendo más concretos, notamos que Aguirre sigue sonriendo. La mueca cómplice se mantiene presente. No hay manera de borrarla de su rostro.

"Estoy trabajando con el Leganés: ¿cómo me ves?", pregunta Aguirre, respondiendo su propia pregunta: "Me veo feliz". Existe un elemento casi intocable en él. Pareciera que, después de todos estos años y todos esos equipos, ha logrado imponerse por encima de todo. "Sí, totalmente", nos dice. "Totalmente. Es totalmente cierto".

ESPN: Después de todos estos años, no necesitabas hacer esto. Entonces, ¿por qué viniste acá? Podrías estar viviendo libre de presiones.

Aguirre: Es una buena pregunta. La presión siempre te afecta porque [cuando] generas una conexión con los muchachos, piensas "No voy a abandonarlos". Podría ganar mucho más dinero comentando partidos para la televisión... el doble o el triple... y no me importaría quien ganase.

Cuando Felipe [Moreno, vicepresidente del Leganés] y Victoria [Pavón, presidenta del Leganés] me buscaron, luego de cinco años en Japón, Egipto, Abu Dabi... me dije: "¿Valdrá la pena, a mis 61 años?" Pero después, me respondí: "Aceptaré el reto".

¿Por qué? Porque me gusta. Me gusta sentir que estoy ayudando a la gente y poder decir: "Vamos, podemos lograrlo". Es mi pasión. Además, si estoy a 20 minutos de mi casa [Aguirre cuenta con vivienda en Madrid] y depositan dinero a mi cuenta bancaria todos los meses.... ¡Jajaja! No está mal. Gracias a Dios, todos los días.

¿Te queda algo por demostrar?

No, nada. No me importa ya. Mi carrera en España y en México ha sido... pues bien, [ha sido] average [dentro del promedio, dicho en inglés]. La gente dice: "un descenso aquí podría afectar tu reputación, considerando cómo te ven los aficionados en México". Pero no puedo pensar en eso: tengo que pensar en los 25 [jugadores] que están aquí, en ayudar a la familia.

Aquí contamos con veinticinco, pero se fueron dos. [Aguirre se refiere a las ventas de los delanteros Youseff En-Nesyri y Martin Braithwaite, al Sevilla y Barcelona, respectivamente, concretadas en enero y que generaron al club ganancias totales por 30 millones de euros]. En-Nesyri y Braithwaite fueron tan importantes y una buena sociedad, a pesar del hecho que parecen ser muy diferentes: uno es algo temperamental, el otro es un chico muy sensible... ganábamos partidos con ellos y entonces, puf, En-Nesyri se va. Después, se va Martin.

¿Eres un seductor en tu labor de entrenamiento?

Totalmente, totalmente. Seducción es una buena palabra. Todos los técnicos tienen ese poder de convicción. Debes ser capaz de comunicarte con ellos. Te daré un ejemplo: hablo inglés y eso estaba bien en Abu Dabi, pero en Egipto y Japón... grrr... el lenguaje corporal ayuda mucho, pero no es totalmente efectivo.

Existen dos grandes directores técnicos que nos ha dado [España], quizás los mejores y son Vicente del Bosque y Luis Aragonés. Ambos fracasaron en Turquía. Fracasaron. Porque su estilo depende mucho de hablar, de empatizar con ellos y [en Turquía] no podían hacerlo. Incluso si cuentan con un traductor perfecto, no es lo mismo. En Japón, cuando llegué, me dijeron: "Señor, no les grite mucho a los jugadores". Y les respondí: "entonces, ¿para qué me contrataron?"

Mencionas la palabra "actuar" ... ¿Ser director técnico implica un elemento de actuación? ¿Hay que contar con un toque de histrionismo?

Absolutamente. Fíjate en [José] Mourinho [técnico del Tottenham], [Pep] Guardiola [entrenador del Manchester City], [Jurgen] Klopp [director técnico del Liverpool]. Lo hacen con naturalidad... eso no se aprende en la escuela [de entrenadores]... pero uno sí desempeña un rol. Fíjate en lo que hace [Diego] Simeone [entrenador del Atlético de Madrid]: es un director de orquesta [con los aficionados en las tribunas].

Existen muchos técnicos "de aula" [con sus] videos y estadísticas, pero sobre la cancha, debes tener el poder de la convicción, la habilidad para seducir, tener esa sonrisa. En la actualidad, existen todas estas estadísticas y ya no se utiliza esto [apunta a su nariz]. Pero esa será [mi herramienta] hasta que me muera: se me dicen cosas, puedo tener 17 asistentes que me digan qué hacer, basados en los datos, pero sigo confiando en eso.

Es nuestra obligación contar con toda esa información, conocerla y entenderla; pero no solo limitarse a usarla, o a evaluar jugadores dependiendo exclusivamente de ella. Tienes que comunicarte con ellos.

Cuando miras a Klopp, ¿qué ves?

Personalidad, carácter, cercanía...

Exactamente eso. Además, es un tipo alto. Con ese hombre, vas a la guerra...

O al pub.

¡Jaja! Exacto. Por el otro lado, verás técnicos que se quedan sentados durante todos los 90 minutos, anotando cosas con sus asistentes. ¿¡Qué te dice ese hombre!?

Te convertiste en técnico siendo aún jugador. ¿Qué veían en ti?

Tenía cualidades de liderazgo; lo que no tenía era calidad. Hablaba mucho. Tuve un entrenador, un chileno (y Bora [Milutinovic] hizo esto conmigo después, en el Mundial) que había entendido que las reglas decían que, si le pedías permiso al árbitro para abandonar la cancha, él tenía que dejarte ir. "Me voy a cambiar los guayos", o "voy al baño". Entonces, iba y me sentaba con el técnico. "Mira: Rodri tiene que ir por aquí, Gabri por allá..." y regresaba a la cancha: "Muy bien, [ustedes dos] intercambien posiciones. Entraba como si fuera un entrenador. Lo hice en el Mundial del '86. En vez de que Bora se pusiera a gritar desde el banquillo, yo iba y escuchaba, para después impartir la instrucción.

Como jugador, me ubicaba en una posición de predominio sobre el resto. Era cosa natural, no lo había estudiado. Yo estudié economía y finanzas en la universidad; lo que hacía en la cancha, era algo natural. Nunca me rendía y si cometías un error, jamás iba en tu contra. Siempre decía: "Vamos, podemos hacerlo". Fui un buen ejemplo: era el primero en llegar y el último en irse, nunca le pedí a nadie que hiciera algo que yo no haría. Nunca fui capitán, pero siempre estaba pendiente de todo.

Permitía que los otros jugaran: los que sabían hacerlo. Pero yo tenía visión, liderazgo, tenía el don de la palabra.

¿Entonces, por qué llegaste a la selección de Japón? No tiene sentido.

Tienes razón: no tiene sentido. Pero ¿sabes qué pasó? Llegué a un punto en el cual me di cuenta de que había pasado 11 años en España. Había técnicos jóvenes, talentosos, preparados, bien parecidos, con el pelo así... [Aguirre gesticula como si tuviera cabello frondoso]

¿Sentías que era una etapa superada?

No sentía que lo había superado, pero sí sentía que ya no se ofrecían puestos a los de nuestra generación. Por eso, las ofertas de empleo siempre eran para sustituir gente [en clubes en problemas].

Y de allí, ¿te fuiste a los Emiratos Árabes Unidos?

Estuve por dos años [con el Al Wahda] y gané dos copas. Me gustó como experiencia de vida, porque comencé a comprender mejor al mundo árabe. Pienso que la información que llega a Occidente está algo distorsionada. Llegas allá y ves las cosas por ti mismo. Te pones a pensar: tienen su cultura, sus oraciones, es diferente, cierto; pero son gente buena, gente noble. Un pueblo talentoso, amable y amistoso. Y te sientes mal por no conocer lo suficiente.

Gracias al fútbol, he viajado alrededor del mundo, con la compañía de mi señora esposa: África, Asia, Europa, las Américas. La ignorancia te haría pensar, por ejemplo, "imagínate [lo malo que es] vivir en, digamos, Nigeria o Vietnam", pero llegas allá y son sitios maravillosos; todos los lugares donde he estado han sido grandiosos.

¿Lo llamarías racismo?

Diría mejor que es producto de la ignorancia. La gente piensa en México, por ejemplo, y dice: "allí matan gente, existen los narcos" y ciertamente, es así. Pero también se trata de un país con muchas dimensiones diferentes: un país maravilloso, con una gastronomía fenomenal. Te invito allá y la pasarías muy bien, gloria bendita... gente mala, hay en todas partes. Y también hay gente buena. [Esas experiencias fueron] muy positivas para mí, creo: me abrieron la mente. También fue positivo para mí, porque he estado casado por 37 años y he estado junto a mi esposa durante 41 años. Un día, cuando empezábamos nuestra relación, éramos muy jóvenes, teníamos 18, 19 años... dijimos: 'un día, viviremos en París'. Y con lo que gané en Abu Dabi, estuvimos en París durante un año.

Trabajaste junto a Mohamed Salah cuando eras seleccionador de Egipto...

Te sorprendería lo buen chico que es, lo noble: es el primero que llega a las reuniones de equipo, el primero en el gimnasio, es el más serio de todos. Sin embargo, hay una incógnita sobre él: es el mejor jugador de África, al lado de Sadio Mané, y también es musulmán. Y con esas dos etiquetas impuestas sobre él y la presión que eso conlleva, todo se hace muy, muy difícil. No tiene espacio para respirar.

En Inglaterra, él puede ser feliz: existen otros 17 jugadores junto a él. Pero, llega a poner un pie en Egipto y es toda una locura. Él es un chico adorable, sumamente encantador. Lo difícil es todo lo que gira a su alrededor, la presión. Debe tener cuidado hasta con el detalle más pequeño. Él es tan puro y además, muy inocente. No cuenta con ese toque de picardía que tienen los argentinos o los uruguayos. Es transparente, honesto, recto. Es como el fútbol inglés, de hecho.

¿Te preocupa la idea de ser siempre visto como apagafuegos? ¿Alguien a quien acuden para una solución a corto plazo, en vez de confiarle la construcción de un proyecto?

Para nada. No le tengo miedo a nada. Si quieren un proyecto, pueden ver lo que hice en el Pachuca, los tres años que estuve allá; los cuatro años que pasé con el Osasuna; los tres en el Atlético. Puedo trabajar durante tres años, puedo trabajar por espacio de 20 juegos, no hay problema. Siempre que tenga trabajo, seré un hombre feliz.