BARCELONA -- El Barcelona sigue instalado en su montaña rusa particular... Condenado en cada descenso a perder un cacho más de prestigio. Condenado, en cuanto a la Liga, a mirar el título con prismáticos, observando como el Atlético de Madrid está ocho puntos por delante aún con un partido menos, que son los mismos a los que este domingo puede escaparse el Real Madrid si vence al Granada. Consumido el primer tercio del campeonato, la realidad azulgrana no puede ser más desoladora.
No se puede negar que desde el mes de septiembre ha disfrutado de buenos momentos. Excelente juego ante el Celta, el Villarreal, la Juventus en Turín, el Ferencvaros, la Real Sociedad... Minutos para el optimismo si ellos no hubieran sido acompañados con partidos entre irregulares y terribles. Sevilla, Real Madrid, Getafe, Alavés, Atlético, Cádiz, Levante o Valencia han dejado señalado a un proyecto que no arranca y en el que sus jugadores parecen incapaces de revelarse contra cualquier contratiempo.
El Barça ataca como puede, apenas si existe en el centro del campo y sufre de manera inexplicable en defensa. Acumula delanteros sin ningún orden, sin juego por los extremos aunque parezca que su sistema los quiere poner en el escenario porque ni Martin Braithwaite es extremo ni Antoine Griezmann tiene ese uno contra uno tan necesario en el puesto. Se iban este sábado ambos al área, juntándose con la llegada de Pedri y Philippe Coutinho para provocar un atasco monumental... Y dejando a Sergio Busquets solo ante el peligro, prácticamente desnudo.
Más aún cuando los laterles (Sergiño Dest y Jordi Alba) se convierten en esos carrileros largos que sufren a la hora de recuperar el puesto y provocan pérdidas en la salida de balón que le acaban con sustos, cuando no goles en contra. Suerte tiene, tuvo esta vez, de Marc Ter Stegen, magnífico a la hora de responder a los remates rivales y que no pudo ser finalmente el jugador decisivo.
El Barça se hunde en la depresión, incapaz de enlazar tres victorias consecutivas en un campeonato que se le escapa de entre las manos y en que se ha dejado por el camino ya 18 puntos de los 39 que ha disputado. Una rémora que a estas alturas se entiende imposible de remontar.
Instalado en una depresión inexplicable transita el Barça en la peor Liga que se le recuerda. Con un club en combustión, ni el fútbol es capaz de ofrecerle una alegría.