El Real Madrid demostró ser este domingo un equipo solidario. Solidario con un Barcelona al que echó un capote un día después del desastre azulgrana en el Wanda Metropolitano perdiendo de mala manera en su visita al Espanyol, en un estadio donde apenas había cedido un empate y una derrota en sus 12 visitas precedentes y al que acudía, tras un año de ausencia, con todos los números para lograr una nueva y esperada victoria.
El Madrid de Ancelotti se solidarizó con el Barça de Koeman completando una actuación lamentable, comenzando con buen tino pero cayendo en la impotencia en cuanto Raúl de Tomás le asestó el primer gol antes de llegarse a los 20 minutos de juego. Toda la superioridad que se le imaginaba al equipo merengue se diluyó a partir de ahí, llevando el peso del fútbol y dominando, sí... Pero con un mando inexistente, cómodo como nunca pudo imaginarse el Espanyol.
Fue solidario Florentino Pérez con Joan Laporta formando una plantilla sin opositores a grandeza. A la que se sumó a última hora Camavinga en un fichaje tan de futuro como inseguro presente, que dejó otra vez a Benzema como líder ofensivo casi único y a la que añadió el cromo de David Alaba para ocupar, se supone, el lugar de Sergio Ramos y Rafael Varane. El austriaco, futbolista de referencia para explicar los éxitos del Bayern Múnich, tiene mucho pasado para incierto presente.
Ya se verá si futuro o pasa por el Bernabéu con la misma intrascendencia que protagonizó Patrik Jonas Andersson en el Barça hace dos décadas, llegado al Camp Nou como un central veterano pero soberbio desde el Bayern Munich y que apenas disputó 31 partidos de azulgrana durante tres temporadas para marcharse en absoluto silencio.
El Espanyol, que apenas había ganado un partido desde el comienzo de temporada, que empezaba a temblar y se había quedado en cuatro partidos sin marcar, le dio una auténtica lección al todopoderoso Madrid. Una lección en cuanto a intensidad, rapidez, solidaridad y constancia. Mientras los de Ancelotti se reducían a batallas individuales, los de Vicente Moreno no se desviaron del guión en ningún momento y el premio para unos fue el castigo de los otros.
Pudo remontar el Real, sí. Le anularon dos goles y tuvo minutos de asedio constante al área de Diego López, pero ese asedio nunca ofreció sensación de superioridad futbolística. Menos aún, quizá aún más grave, de urgencia por levantar un marcador
adverso. La fotografía de Aleix Vidal a Nacho en el 2-0 casi resumió la realidad de todo el partido: unos desesperados por ser algo; los otros sumisos y sin rabia ninguna.
El Madrid no enlazaba tres partidos sin ganar desde enero, cuando tras empatar (0-0) en Pamplona frente a Osasuna, fue derrotado (2-1) por el Athletic en la Supercopa de España primero y ridiculizado (2-1) por el Alcoyano en la Copa del Rey después. Y si aquello fue un bombazo, la situación no es hoy mucho mejor, atendiendo al vergonzante 0-1 que le arrancó el Sheriff moldavo del Bernabéu en la Champions, previo al derrumbe en Barcelona ante el Espanyol.
La solidaridad del Real Madrid con el Barcelona ofrece a LaLiga un escenario impensable a mediados de agosto. Si es una certeza que catapulta y confirma al Atlético de Madrid, actual campeón, como favorito número uno para conquistar por primera vez desde 1951 por segunda temporada consecutiva el título, también abre la puerta a imaginar un campeonato más abierto que en años precedentes para que equipos como Sevilla, Villarreal o, quien sabe, Real Sociedad, tengan arrestos de sumarse a la pelea.
Madrid y Barça. Unos mal y los otros, ¿peor?