Llegó a la semifinal sin brillantez y dijo adiós a la Eurocopa con tanta lógica como decepción, esperando a Mbappé y sin encontrar, nunca, la fórmula para superar a España.

A Francia se le acabó de repente su brillante historial contra España y se despidió de la Eurocopa por la puerta de atrás, derrotada en el marcador y sometida en el terreno de juego por una rival que hizo con ella, casi, lo que quiso.

Si en la segunda jugada del partido ya hubo un remate de Fabián que le puso de los nervios, ni el gol de Muani le sirvió para tranquilizarse. Mucho menos para adueñarse del escenario. O sea, de nada. Nada de nada. La imagen de Mbappé apareciendo sin máscara fue una suerte de amenaza fantasma porque la estrella gala fue más supuesta y menos real que nunca y después de un campeonato entre discreto y mediocre, marcado por la lesión que sufrió en la cara, pasó por el partido de la verdad en silencio.

Apenas el centro que remató Randal Kolo Muani a la red sirve para explicar la presencia del nuevo crack del Real Madrid, que arrastró o se dejó arrastrar por la vulgaridad de una Francia que habiendo llegado a la penúltima etapa del torneo con más fortuna que juego, se desintegró ante el alud futbolístico con que le respondió España.

Si superó la fase de grupos sin ninguna brillantez, su victoria sobre Bélgica en octavos fue producto de Jan Vertonghen y el error de João Félix en la tanda de penalties la empujó contra Portugal en los cuartos de final. A falta de fútbol los detalles acompañaron a Francia hasta las semifinales y allí la lógica ya la derrumbó.