Muchos años han pasado desde que la lucha contra el racismo comenzó a ser un tema constante en el deporte mundial, en el que actualmente hay muestras retrógradas, insultos, burlas y una triste realidad: No será fácil erradicarlo, mucho menos si quienes se dicen víctimas no son congruentes con su postura al respecto.
No hay que ir muy lejos. Neymar acaba de protagonizar otro de sus anhelados duelos verbales que pasan de la cancha a las redes sociales, justificado por su papel de víctima de racismo contra el defensa español del Marsella Alvaro Gonzalez, a quien acusó recientemente de llamarlo “mono” durante un partido en Francia.
Neymar reapareció con el PSG tras recuperarse de una lesión a finales del año pasado y anotó el gol que le dio su primer título a Mauricio Pochettino como técnico del equipo parisino ante su acérrimo rival, el Marsella. Ahí, Neymar se reencontró con González, quien no fue sancionado luego de una investigación en la que no se comprobó que hubiera insultado con el término racista al brasileño.
Sobre la cancha, Neymar es un provocador, juega el papel de víctima inocente, para luego atacar por la espalda con un talento envidiable, natural, pero que casi siempre está a servicio de su lucimiento personal. Eso lo aprendió en las canchas de Brasil, donde era cazado constantemente por su tendencia a dramatizar las faltas que recibía.
En Barcelona bajó un poco esa tendencia, pues disfrutaba de una disciplina más férrea y tenía menos protagonismo rodeado de los mejores jugadores, como Messi y Luis Suárez.
Pero en el PSG, aunque suele ser eclipsado por Mbappé, Neymar disfruta de sus provocaciones en cada partido. Y se hace la víctima, porque le gusta ser perseguido, atacado. El problema es que consiguió enganchar a González, un férreo defensa español cuyo fatal error fue caer en el juego del brasileño, quien lo provocó en su reencuentro y, tras ganar el primer trofeo del año, publicó una foto para burlarse de él.
Inocente, González respondió a la burla, pero los insultos siguieron y ni la comparación con Pelé mermó a Neymar, que siguió burlándose de quien supuestamente lo había insultado con un comentario racista. Nadie gana, ni Neymar, que si realmente estuviera interesado en luchar contra el racismo, aprendería algo de su excompañero en el PSG, Edinson Cavani.
El uruguayo protagonizó, también recientemente, un episodio completamente opuesto -como su carrera- a lo que hace Neymar.
Cavani recibió una injusta multa económica y sanción de tres partidos en la Liga Premier tras una queja por un comentario que hizo en redes sociales, en el que llamó “Negrito” a un conocido para agradecerle.
Desde Uruguay comenzó una campaña para hacer entender a los directivos en Inglaterra que el comentario de Cavani no era un insulto. Así, el #GraciasNegrito comenzó a ser tendencia para defender la cultura de gran parte de América, en la que es muy común llamar cariñosamente “negro” a personas cercanas sin un tono racista, al contrario, es un comentario que denota cercanía, confianza, sin distinguir el tono de piel, sino enaltecerlo. En ese contexto, Negrito es alguien a quien aprecias, alguien cercano. Claro, también existen burlas, pero siempre dependerá del contexto, y aunque Cavani claramente no lo hizo con intención racista, recibió una multa y un castigo injustos.
Pero a diferencia de Neymar, Cavani no se tiró al suelo a llorar como suele hacerlo el brasileño. Cavani respondió como el gran deportista que ha sido en su carrera y aceptó la multa sin hacerse la víctima.
Cierto, la actitud de Neymar no se critica por defenderse de un supuesto ataque. Pero su manera de conducirse es provocando a los demás, lo cual tampoco, de ninguna manera, sería justificación para que lo ataquen con racismo. Pero Neymar poco aporta a una lucha en la que Cavani dio el ejemplo, y hasta un vino se lanzó con la etiqueta “Gracias Negrito”. Neymar hace bien en defenderse, pero no muestra el verdadero rostro de las víctimas de racismo, ya que una burla desata otra y el cuento jamás termina.
Cavani aseguró que aportará siempre a la lucha contra el racismo y no debatió más, no se quejó. El ejemplo de Cavani debería persistir sobre los falsos gritos de víctima de Neymar, a quien pocos, realmente pocos, podrían decirle con cariño: “Gracias, Negrito”.