Llovía... Aquel domingo 3 de septiembre de 1989, llovía silenciosamente sobre las calle cercanas al poblecito polaco de Babsk.
Ya había pasado el medio día cuando un automóvil marca FIAT Polski 125p apuraba por esas calles los últimos 70 kilómetros que lo separaban del aeropuerto de Varsovia. Al improviso, el impacto contra un furgón. De inmediato, las altas llamas envolviendo el automóvil. Los cuatro recipientes repletos de combustible que transportaba en el baúl alimentaron la hoguera.
En el Polski 125p viajaba Gaetano Scirea (Campeón del Mundo con Italia en 1982) que a sus jóvenes 36 años, después de una brillante carrera, era vice entrenador de la Juventus. Había viajado a Polonia para estudiar al Gornik Zabrze, futuro rival en la Copa UEFA.
El fuego se cobró la vida de Scirea, la del conductor del automóvil y la del intérprete que los acompañaba.
En Italia era ya de noche cuando el presentador del programa deportivo más importante de la RAI dijo con voz quebrada: “Debemos interrumpir la visión de los partidos de la Serie A por una razón verdaderamente tremenda. Ha muerto Gaetano Scirea en un accidente de tránsito ocurrido en Polonia”.
De aquel día han pasado ya tres décadas y la figura inmensa del campeón gentil sigue creciendo en el corazón de los amantes del 'calcio'.
Este martes 3 de septiembre, exactamente a 30 años de su desaparición física, Juventus, el club con el que jugó 552 partidos marcando 32 goles, inauguró una exposición temporánea en su museo para homenajear al jugador, pero sobre todo, al hombre que fue Gaetano Scirea.
Con memorabilia de gran significado (hay objetos que describen el carácter, por ejemplo, el zapato de fútbol agujereado en la punta con el que ganó el Mundial de España '82) con instalaciones video y audio, con fotos, camisetas, documentos personales y con la Copa del Mundo obtenida en 1982 como colofón, la muestra del J Museum (que estará abierta hasta el próximo 7 de octubre) celebra la grandeza de este campeón único, ya parte de la historia grande del fútbol mundial.
Gaetano Scirea, de posición: libero, de oficio: defensa con alma de incursor, jugó 700 partidos entre clubes y selección nacional, marcó 36 goles y nunca fue expulsado.
Su palmarés indica, además de la Copa del Mundo '82, 7 campeonatos nacionales, 2 Copas Italia, 1 Copa UEFA, 1 Cup Winner's Cup, 1 Súper Copa Europea, 1 Copa de Campeones y 1 Copa Intercontinental.
Y todo lo hizo sin necesidad de alzar la voz, con estilo, con garbo.
Presentes en la exposición temporánea inaugurada en el J Museum, además de la viuda de Scirea y su hijo, estuvieron el presidente de Juventus Andrea Agnelli, el presidente de la Federación Italiana de Fútbol Gabriele Gravina y un gran número de sus compañeros del plantel que formó la selección 'azzurra' del '82. De Marco Tardelli a Antonio Cabrini, de Bruno Conti a Franco Causio, de Fulvio Collovati a Giovanni Galli y muchos más.
Después de los discursos de apertura y cuando ya las cámaras y micrófonos se arremolinaban sobre los ilustres visitadores de la muestra, pusimos nuestra atención en un hombre de cabellos blancos y bigotes oscuros, que caminaba lentamente entre los asistentes, que miraba con gesto severo y con gran atención cada detalle de los objetos en exhibición. Nos pareció reconocerlo y con un poco de temor a equivocarnos le preguntamos ¿perdón, es usted el señor Claudio Sala?
-Si, soy yo – respondió corto
-Qué buen detalle – le dijimos- que significativo es que el capitán del Torino, el adversario de tantas lides, también esté presente en este homenaje.
-No podía faltar. He estado ya en otros homenajes que se le han hecho. El hombre que él fue lo merece.
-¿Qué significó- nos atrevimos- Gaetano Scirea para usted como adversario?.
-Tanto él en la Juventus, como yo en el Torino, eramos capitanes silenciosos. A mi siempre me gustaron ese tipo de jugadores. No los que gritan para aparentar que están haciendo algo importante. Esos abundan. Scirea era uno de sustancia, uno verdadero, con un valor humano único, tal vez irrepetible. Por eso no podía faltar a esta cita.