El Estadio Azteca cerrará sus puertas para iniciar una remodelación y recibir su tercera Copa del Mundo, estás son las historias que no conocías del recinto.
El sueño de grandeza de un millonario lo hicieron posible cientos de obreros, los mejores arquitectos e ingenieros de la época y muchos millones de pesos.
La construcción del Estadio Azteca duró aproximadamente cuatro años, entre 1962 y 1966, en ese lapso se crearon leyendas de fantasmas en los pasillos de la sede de la inauguración de la Copa del Mundo del 2026, se calcula la muerte de alrededor 12 personas durante su edificación, se encontraron fósiles de mamut, un ingeniero fue el que anotó el primer gol de esa cancha, se propuso que el presidente viajara en tranvía, un abrazo del Tigre Azcárraga y hasta hubo un Supermán, que andaba por lo alto del coloso de 50 metros de altura.
El título de América sobre Cruz Azul fue el último evento que recibió el recinto antes del cierre para la remodelación con miras al Mundial 2026. El campeonato número 15 de las Águilas significó el último que se levantó en el inmueble, debido a que en los próximos meses se someterá a una transformación.
Luis Martínez de Campo llegó a los 26 años al despacho de arquitectos de Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares, quienes ganaron la licitación para la construcción del Estadio Azteca. El arquitecto, que fue designado como residente de obra del estadio y se le encargó el plan maestro un mes después de titularse, recorre la memoria de las historias secretas que surgieron a través de cuatro años, de héroes y personajes anónimos que hicieron posible la monumental obra y las comparte con ESPN Digital.
¿Cuántas personas murieron en la construcción del Estadio Azteca?
Se calcula que alrededor de 12 personas fallecieron durante los cuatro años que duró la construcción del Estadio Azteca, uno de ellos murió después que un tubo colector de 10 metros cayó sobre él.
“En el foso, cada 10 metros hay una rejilla, abajo hay un tubo colector de 10 metros, y a la hora de estarlo bajando, tenía la cepa para meter al foso, lo estaban bajando y abajo estaba un peón, se rompe el lazo, se cae el pedazo de tubo, le cae encima y lo mata. Es de los aspectos tristes. Recuerdo que fueron 12, cobró sus vidas el Estadio Azteca, un honor para los caballeros Azteca que ahí quedaron”, comenta Luis Martínez del Campo, residente de la obra del Estadio Azteca.
¿Existen fantasmas en el Estadio Azteca?
Entre los obreros del Estadio Azteca se forjó una leyenda, se aseguraba que había fantasmas que rondaban por la construcción en la noche. Uno de los arquitectos, envalentonado, decidió recorrer el inmueble al final del día, para descubrir la verdad:
“Había una leyenda de que había fantasmas en el Azteca, un día uno de los supervisores dijo que iba a investigar lo de los fantasmas, porque ya lo tenían hasta la madre. No había nadie en la noche en el estadio, más que los veladores. Me metí con el arquitecto Fernández del Castillo, a las 12 de la noche y en uno de los palcos del estadio vimos una lucecita, que empezó a correr hacía nosotros. Cuando se acercó no pudimos correr, y grité ‘¿quién es?’ y el fantasma preguntó ‘¿se le ofrece algo Arqui?’, era uno de los muchachos que venían de Oaxaca, Michoacán, Guerrero, de todos lados. Muchos de ellos se quedaban dentro del estadio a dormir, esos eran los dizque fantasmas”, recuerda el arquitecto Martínez del Campo.
Durante la construcción del inmueble se encontraron fósiles de animales de la zona lacustre del Valle de México.
Los fósiles que pararon las obras del Estadio Azteca
Una mañana, los arquitectos observaron cómo un grupo de obreros cargaban un hueso gigante. “Deténganse ahí”, les gritaron. Era un fósil de mamut, que obligó a detener las obras del Estadio Azteca, por 48 horas.
“En las pilas de cimentación, para hacer la perforación y meter las pilas, se utilizaba una máquina helicoidal, que tiene un serpentina, va sacando la tierra y me acuerdo que eran las 12 de la noche, estaba yo viendo trabajar a la perforadora, estaba cayendo un chubasco, y de repente algo tocó la perforadora y suspendió. ‘Arqui, váyase a dormir, mañana le seguimos’”, dijeron los encargados del tramo de esa obra.
“Nos fuimos cada quien por su lado. Al día siguiente, de repente, vi a tres muchachos cargando algo enorme, parecía un hueso, muy pesado. Traían un hueso, el hueso era de un mastodonte, de un mamut, enorme, todo rajado por todos lados. Se asustaron, les dije, no pasa nada, bájenlo despacito, para que no se rompa. Lo veían con un celo, pensaban que iban a hacer caldo de médula para toda la semana. Uno de nosotros fue con ellos al lugar en el que se descubrió, otro se quedó con estos cuates y yo llamé a Ramírez Vazquez, me pidió que bloqueáramos la zona y esperamos a que llegaran los de Antropología. Se lograron extraer molares de mastodonte. Los antropólogos nos decían que en aquel lago el mastodonte llegó a tomar agua, se enfangó y ahí se quedó. Les dimos 48 horas para hacer todo lo que necesitara”.
Dos años antes de la inauguración el grito de gol llegó al Estadio Azteca. El arquitecto Luis Martínez Del Campo recuerda quién marcó la primera anotación.
¿Quién anotó el primer gol en el Estadio Azteca?
La cancha del Estadio Azteca estaba lista en 1964, dos años antes de terminar la construcción del inmueble. Eso dio pie a que se armaran equipos de arquitectos con constructores, que utilizaban el césped en el que se coronó Pelé en México 70 y Diego Armando Maradona en 1986 para sus cáscaritas.
Antes del gol de Arlindo Dos Santos y Roberto Martínez, considerados oficialmente los anotadores de los primeros goles del Estadio Azteca, el primero que festejó una anotación en ese lugar fue el Ingeniero Juárez.
“Ahí jugamos alguna que otra cascarita, entre constructores y arquitectos, nos pusieron una madrina, jugaban bien al futbol, jugábamos a lo ancho, con dos tiempos de 15 minutos. A los siete minutos caímos muertos. La mayoría de nuestros goles caían en el foso, mandamos hacer portería de 10 metros, pero para la emoción del gol, una portería grandota”, dice entre risas Luis Martínez del Campo.
“El portero nuestro era malísimo, el primer gol de ellos y del estadio fue del Ingeniero Juárez, un delantero picosísimo, driblaba de maravilla, metió tres pepinazos (goles) y se fue a dormir”.
El Tigre Azcárraga, la escalera de la mentada y un abrazo
Emilio Azcárraga Milmo siempre estuvo al pendiente de las obras del Estadio Azteca, conocido por transportarse en carros de la marca Mercedes Benz, tuvo dos momentos que marcaron la historia del inmueble. Uno fue la vez que bautizó la escalera que lleva a las oficinas del recinto como “La mentada”, por el sobrecosto que ocasionó y la otra por aparecer en medio de la noche del 28 de mayo de 1966, para abrazar a los encargados de la obra previo a la inauguración del recinto.
“A mediados del 1962, nos mudamos tres arquitectos y dos ingenieros, que formábamos la dirección de la obra y supervisión técnica del asunto. Éramos cinco y después fuimos 10. Al inicio éramos cinco, que nos mudamos a la caseta de supervisión. La caseta la habíamos proyectado con espíritu juvenil y la presión de Rafa Mijares, de que todo estuviera bonito. Hicimos una escalera que llevaba a la caseta, desde el nivel de la plaza hasta arriba del cantil, la hicimos preciosa, tan bonita, que cuando se enteró Azcárraga de lo que costó, me mentó la madre, costó una fortuna, preciosa. Paradójicamente, hasta la fecha se llama la escalera ‘La mentada’”, confiesa Luis Martínez del Campo.
El día del final: “Estábamos todos revisando en la madrugada, como dos o tres de la mañana, a días de la inauguración. De repente entra corriendo por uno de los túneles un obrero. Me dice; ‘movimientos sospechosos a la distancia’, le dije explícate. Ahí vienen sus Mercedes, eran los Mercedes, que eran de Azcárraga, el suyo y dos de escolta. Llegaron a las dos de la mañana, no hubieran pasado el alcoholímetro, con sus abrigos, sus bufandas, entraron por el túnel uno, los vimos bajar por las escaleritas hasta donde estábamos nosotros. Azcárraga le dio un abrazo a Adolfo y otro a mí, dijo ‘felicidades cabroncitos’, se dio la media vuelta y se fue”.
El ‘Supermán’, el ídolo de los obreros en la obra
A 50 metros de altura, se necesitaba la máxima protección para evitar accidentes, pero había un obrero que se negaba a utilizar las medidas de seguridad mínimas, a pesar de que estaba más cerca del cielo que del suelo, su apodo era el ‘Supermán’:
“Hasta arriba, en los copetes que están en los marcos, habíamos dejado, para en un momento hacer una trabe de amarre, de 12 metros de largo. Había que cimbrar, meter la cimbra, era un relajo, estaban las barbas, había un fierrero, de una de las constructoras, que sin cinturón de seguridad, salvaje, se subía en las varillas a 50 metros de altura, para ir empalmando las otras varillas, todos con cascos y cinturón de seguridad, pero había uno que no, se subía sin nada. Era el ídolo de todos los obreros, le pusieron el Supermán, era una maravilla, cuando me dijeron me sorprendió. Puse una nota de que no se podía construir así, nadie le hizo caso”.
El presidente se negó a viajar en metro y llegó tarde a la inauguración
La guardia presidencial se entrevistó con los arquitectos del Estadio Azteca un día antes de la inauguración. “¿Cuál es la forma más viable de transportar al presidente a la inauguración?”, la respuesta fue: “En helicóptero”. Les dijeron: “No”. Entonces la opción era el tranvía, también se negaron. Llegó tarde a la inauguración del coloso Gustavo Díaz Ordaz.
“Habíamos tenido una semana antes, con dirección de la obra, juntas en el departamento del Distrito Federal, con la gente del Güero Álvarez, para determinar la llegada del presidente al estadio. Desde el principio, les dijimos, helicóptero y dijeron que no, el señor no viaja en helicóptero. Le tiene pánico. Al día siguiente pensamos, ya tenemos la solución, a una cuadra del Palacio Nacional, hay una estación de tranvías, que sale a la calzada de Tlalpan, armen un convoy de dos o tres vagones, cierren los cruces y en 20 minutos están en el estadio, en menos. No, al señor no se le puede bajar la investidura, viajando en tranvía”, recuerda Martínez del Campo.
“Nos dijeron que lo iban a llevar en coche y les dijimos que no era buena idea, por la trifulca en la que iban a meter al presidente. No van a llegar, nosotros nos encargamos, dijeron. Les dijimos que no iban a llegar, a menos que llegaran a las cinco o seis de la mañana. Para no hacer el cuento largo, el presidente llegó una hora tarde”.