El problema es ahora mayor y nuestro bendito fútbol mexicano cada vez se parece más a un circo.
La jornada 9 del Guard1anes 2021 arrancó sin técnicos cesados. Por primera vez en más de 30 años ningún equipo de la primera división en México cambió de entrenador tras ocho jornadas disputadas.
Cifra récord que puede interpretarse de dos maneras. Una aludiendo a la planeación de un proyecto deportivo sustentado a largo plazo y otra debido al conformismo generado, entre otras razones, por la abolición del descenso.
Obviamente los dueños y directivos de los equipos que hoy se ven comprometidos por la falta de resultados defienden la continuidad de su técnico, en el primer caso nadie reconocerá públicamente lo contrario, pero siendo realistas, en México muy pocos equipos tienen proyectos deportivos a largo plazo que puedan realizarse independientemente de quién sea el director técnico del primer equipo.
La pésima decisión de abolir el ascenso y descenso tomada por los dueños fue cuestionada desde un principio y fueron también señaladas las consecuencias que esto tendría, por cierto, algunas de las que hoy el fútbol mexicano ya está padeciendo.
Por supuesto es válido que quienes invierten su dinero cuiden sus intereses pero, sin darse cuenta, tomaron una decisión que poco a poco atentaría contra ellos mismos.
Abolir el descenso fue un golpe bajo, en términos futboleros un autogol, los dueños atestaron un golpe a lo más profundo del espíritu deportivo y atentaron contra sus propios intereses.
Independientemente del brutal golpe económico que la pandemia del COVID-19 ha generado en todo el mundo, provocando el colapso de muchísimas industrias y la necesidad inmediata de reinventarse para sobrevivir, el fútbol mexicano sufre por partida doble.
La primera consecuencia de abolir el descenso fue el conformismo y la mediocridad generada, hoy nadie invierte en nuevas figuras para conformar mejores planteles, el espectáculo ha sido muy pobre, aún así los de arriba pelearán por el título, pero los de abajo no pelearán por nada y a quienes menos les importará terminar últimos será a los jugadores y técnicos, porque ellos no pagarán los 120, 70 o 50 millones de pesos y su carrera la continuarán aquí o donde quiera que el destino los lleve, esa consecuencia económica la asumirán y absorberán por completo los dueños involucrados.
Hoy no contratan mejores jugadores y no cambian técnicos aunque los resultados no se den porque esperan un milagro que los salve, pero no se dan cuenta que la corriente los jala a un abismo del que no hay regreso.
No se engañen y menos quieran engañar a los aficionados, en el fútbol mexicano no existen los proyectos deportivos a largo plazo y el espectáculo ya no les importa.
Cuánta razón tenían Manuel Lapuente y Pep Guardiola, con esas declaraciones que tanto lastimaron e indignaron en su momento.
“Quieren espectáculo, váyanse al circo” dijo Lapuente.
Luego del descenso de Dorados y molesto por el sistema de competencia del fútbol mexicano, algo que ciertamente sabía desde que llegó a Culiacán, Guardiola se despidió de México diciéndonos “yo me voy, ustedes se quedan con su problema”.
El problema es ahora mayor y nuestro bendito fútbol mexicano cada vez se parece más a un circo.