Boca Juniors volvió a los entrenamientos pensando en el próximo objetivo, el Mundial de Clubes, al cual llegará con un flamante entrenador: Miguel Ángel Russo, quien, paradójicamente, fue el último DT que dirigió al Xeneize en esta competencia.
En 2007, Boca salió campeón de América por última vez. Logró la Copa Libertadores con un equipo fenomenal, lleno de cracks de época y que fue comandado por la presencia de 'Miguelo' Russo desde el banco de suplentes.
Riquelme, Palermo, Palacio, Banega, Clemente Rodríguez e Ibarra, por mencionar algunos apellidos, conformaron un plantel sólido, de jerarquía, de esos que el Boca de la actualidad observa a la distancia y extraña.
La edición de Libertadores de 2007 quedó en manos del Xeneize, que fue muy superior a Gremio en la final y lo venció con un aplastante global de 5-0. Román, fiel a su estilo, jugó una gran serie anotando goles en La Bombonera y también en Brasil.
Esa consagración continental abrió las puertas para que Boca dispute el Mundial de Clubes, torneo que se jugó en Japón, que reemplazó a la tan querida Copa Intercontinental que el cuadro de La Ribera ya había conquistado tres veces y que proponía un formato diferente.
¿Cómo le fue a Boca en el Mundial de Clubes 2007?
Ya no existía ese único enfrentamiento entre campeón de Libertadores y campeón de Champions, sino que se sumaban cruces en instancias previas hasta llegar a la gran final, que en casi todas las ocasiones terminaba midiendo a estos dos equipos.
A Boca, por ser campeón de América, le tocaba ingresar directamente en semifinales y debía enfrentar a Étoile du Sahel, equipo de Túnez que clasificó por ser campeón de la Champions de África.
Debido a una demora en los papeles para su inscripción, Russo recibió una pésima noticia en la previa al debut: Juan Román Riquelme no iba a poder ser parte de la competencia, siendo una baja sensible para el armado del equipo.
Lejos de ser un partido accesible, a Boca le costó superar a los africanos y apenas ganó 1-0 con gol de Nery Cardozo, otro de los 'cumplidores' de aquel momento que hoy escasean tanto dentro del primer equipo.
El ajustado triunfo en el Estadio Nacional de Tokio metió a Boca en la final, donde quedó frente a frente con Milan, un club italiano lleno de historia y al que el Xeneize había vencido en la icónica final de Intercontinental en el año 2003, imponiéndose por penales tras el 1-1 en tiempo regular.
4 años después de aquella cita, Milan y Boca volvieron a enfrentarse en Japón, aunque esta vez los dirigidos por Russo no pudieron hacer historia.
Los italianos terminaron ganando 4-2 en la final, pero en el desarrollo, el partido no tuvo esa diferencia tan grande.
En el primer tiempo, la final quedó igualada 1-1. Inzaghi anotó el primero para Milan y Rodrigo Palacio, siempre presente en finales, marcó el empate apenas un minuto después.
Ya en el segundo tiempo, el campeón de Champions sacó ventaja gracias a su jerarquía individual y Boca no pudo hacer nada. Nesta, Kaká y otro gol de Inzaghi fueron demasiado para el Xeneize, que al final descontó por un gol en contra de Ambrosini.
La caída en Japón caló hondo en Boca, cuya dirigencia del momento decidió echar a Russo por haber pedido aquella final ante Milan. Algo que hoy, con la vara de la exigencia en otro piso, suena descabellado.
18 años después de la final ante Milan, Boca vuelve al Mundial de Clubes. Uno diferente, novedoso y con un total de 32 equipos, pero que mantiene el mismo nombre. Benfica, Bayern Munich y Auckland esperan en Miami/Nashville, una dura prueba para un equipo que no dio garantías en todo 2025.
Lo hace con intérpretes conocidos, pero con una realidad distinta. Román, ahora presidente, fue a buscar a Miguel, a quien también contrató cuando llegó a la dirigencia del club en 2020, para encauzar el rumbo de un plantel golpeado, que no gana un título hace casi tres años y que ni siquiera sabe si jugará la próxima Libertadores.
Riquelme tendrá la chance de vivir el Mundial de Clubes por primera vez, pero esta vez no como jugador. Le quedará la espina de nunca haber podido disputar esta competencia, aunque ahora tiene la oportunidad de darle las herramientas a Russo para llevar a Boca a la gloria, esa gloria que el Xeneize supo alcanzar en 2007 y que hoy parece tan esquiva.
