Mientras algunos aplauden el papel de Tigres, otros llaman a no celebrar nada que no sea un título
Los Tigres consiguieron el boleto a la final del Mundial de Clubes logrando así la mejor representación de un equipo de la zona de CONCACAF en dicho certamen.
Muchos nos ilusionamos con la idea de un sueño perfecto que tenía al equipo que dirige Ricardo Ferreti levantando el trofeo, pero para ello la mejor tarde de los Tigres tendría que combinarse con la peor del cuadro bávaro. No fue así.
El cuadro felino jugó casi por nota, conteniendo o buscando contener a la poderosa máquina alemana que cierra así un demoledor paso con Hans-Dieter Flick al mando teniendo ahora más títulos que derrotas. Una locura.
El famoso sextete ahora no solo es presumible para el Barcelona, sino también para el Bayern Munich. El mejor equipo del planeta en la actualidad.
Si bien es la mejor actuación de un equipo de CONCACAF, el segundo lugar no es lo que quería la afición, ni mucho menos lo que querían los jugadores quienes en palabras de Nahuel, no se veían regresando a México sin el trofeo.
La imagen perfecta para representar el dolor que le causó al plantel la dio Carlos Salcedo estando devastado en la banca al término del partido y reconociendo en redes sociales haber fallado la promesa a los suyos.
Mientras algunos aplauden el papel de Tigres, otros llaman a no celebrar nada que no sea un título o una victoria.
La línea puede ser muy delgada entre no celebrar pero saber reconocer la labor realizada. El análisis va del “jugaron como nunca y perdieron como siempre” al “son unos cangrejos”. Insisto, la línea es muy delgada.
Yo me quedo con la celebración de poner en alto el nombre del fútbol mexicano y la gran actuación de varios futbolistas como el propio Salcedo que volvió a levantar la mano para dejar en claro que los mexicanos pueden competir en las mejores ligas del mundo.
Una cosa es reconocer o admirar y otra aplaudir o celebrar. Para ello, se necesitará siempre tener la victoria en mano. Caso contrario, puede llevar al conformismo y es ahí donde sin haber exigencias, el ganar se aleja más.