La ausencia por lesión del jugador del Chelsea llenaba de dudas el medio terreno galo, donde tampoco estaba Paul Pogba, lo que obligaba a Didier Deschamps a tirar de imaginación.
En apenas unos meses, Aurelien Tchouaméni se ha convertido en un pilar de Francia. Tras ser designado en el Real Madrid como el nuevo Casemiro, el jugador se ha convertido en el cimiento del centro del campo de Francia, la línea menos experimentada de la campeona del mundo, que conquistó el título en 2018 asentada en la fortaleza de Ngolo Kanté.
La ausencia por lesión del jugador del Chelsea llenaba de dudas el medio terreno galo, donde tampoco estaba Paul Pogba, lo que obligaba a Didier Deschamps a tirar de imaginación.
Adepto de los jugadores bregados en vestuarios competitivos, el seleccionador pensó enseguida en Tchouameni para el puesto pese a que el jugador del Real Madrid llegaba al Mundial sólo con quince partidos internacionales y ninguna gran competición.
El centrocampista se ha convertido en el único jugador que ha disputado todos los minutos en los tres primeros partidos de Francia; y todo indica que esa dinámica no va a cambiar si los "bleus" llegan lejos en el Mundial.
En eso, sigue la estela que hace cuatro años marcó Kanté, propulsado a ser el cimiento del equipo, necesario para que otros brillaran en ataque.
Deschamps ya dijo entonces que la labor del menudo jugador había sido vital para conquistar el segundo Mundial de Francia y su ausencia un duro golpe para las opciones de renovación del título.
Pero el técnico ha encontrado un seguro en Tchouaméni, que no parece tener recambio en su esquema. El jugador, nacido hace 22 años en Rouen, aparece distendido, como si el puesto estuviera tallado a su medida, ya sea acompañado de Adrien Rabiot, destinado a ser su escudero habitual, o de otros compañeros en el caso de que haya rotaciones.
IMPRESCINDIBLE
Su labor parece imprescindible en el nuevo dispositivo de Francia, puesto que la presencia de Antoine Griezmann como enganche obliga a los dos pivotes del centro del campo a una mayor labor de contención.
Un papel que Tchoameni está cumpliendo. En los tres primeros partidos, frente a Australia, Dinamarca y Túnez, el madridista ha sido el jugador que más pases ha dado, el segundo que más balones ha recuperado y el cuarto que más kilómetros ha recorrido.
Los datos avalan su condición de pulmón en el centro del campo, donde ya acumula 257 minutos, que no parecen haber afectado a su condición física. El jugador es un portento atlético y ya llegaba al Mundial con 17 partidos disputados con el Real Madrid, donde asumió el difícil papel de sustituir a Casemiro.
En una selección liderada por Kylian Mbappé, la gran estrella del equipo y galvanizada por Antoine Griezmann, el espíritu ofensivo, Tchouaméni aparece como el tercer pilar de la columna vertebral, el cimiento que sostiene el andamiaje ofensivo dispuesto por Didier Deschamps.
En sus espaldas reposa buena parte del peso de un equipo que se dispone a jugar con cuatro futbolistas ofensivos (Mbappé, Giroud, Dembelé y Griezmann), una apuesta arriesgada que precisa de las garantías de contención que pueda aportar el dúo Tchouameni-Rabiot.
El exjugador del Mónaco confiesa que es un gran aficionado a las estadísticas, siguiendo el ejemplo de la NBA y también un perfeccionista, que le lleva siempre a querer mejorar.
Pese a su juventud, el futbolista da muestras de una inusual madurez, dentro y fuera del campo. "La presión la conozco desde niño y más desde que estoy en el Madrid. Mi papel en la selección lo afronto con entusiasmo y ambición, pero no con presión", confiesa.