Aguirre enviará a su manada a la cancha a jugar de manera similar a como lo hizo ante Canadá: meter pata primero, y después intentar jugar al futbol
LOS ÁNGELES -- Obligatoriedad. Ganar o ganar. Así México ante Estados Unidos, hoy, en Guadalajara, la cuna de dos mórbidas expresiones: #ElGrito sempiterno, inextinguible, y el bochornoso “Osama, Osama”. Sí, un partido de alto riesgo, en el que ningún comisario de Concacaf quiere inmolarse.
Javier Aguirre y su recua en un escenario inflamado y flameado, especialmente por la patética demostración de México ante la soldadera de segunda mano del Valencia. Y claro, porque Estados Unidos ha tenido de lacayo al Tri, especialmente desde la época ruin del infausto Gerardo Martino.
Y claro, la historia. Un cordón umbilical entre ambos países que nadie visualiza y disecciona mejor que Alan Riding en Vecinos distantes (1985). Un cordón umbilical que también pesa, que también juega en la tribuna y alguna vez jugaba, en el lado mexicano, porque los figurines de barro de la actualidad, esta recua del Vasco Aguirre juega más con los adminículos de Barbie que con la compostura recia del futbol.
Los dos, México y Estados Unidos, llegan de dos humillaciones internacionales. Jugando ambos en casa, en la casa de ambos, el Tri y USA fueron eliminados en fase de grupos de la Copa América. Son dos leprosos en busca de la redención. Prófugos del ridículo.
Los dos cambiaron de técnico. Estados Unidos se fue al archivo de desempleados de la élite europea, y México recurrió a su lazarillo de siempre, al perro veterano que lo ha guiado en otros momentos de tinieblas, y que además es amigo, compadre, padrino, ahijado y coach de vida incluso, de quienes manejan al futbol mexicano, desde el trono maldito de la FMF, y desde el Salón Oval de Televisa. Sí, uno llega con guirnaldas marchitas en las sienes, y el otro con crespón trasplantado de 3 mil 500 injertos de pelo y siete horas de procedimiento.
Y tal vez sólo uno de estos entrenadores entiende la dimensión del citatorio en el Estadio Akron esta noche de martes; sólo uno entiende las repercusiones implícitas en este pomposamente llamado Clásico de la Concacaf, porque sí, porque hasta en las peleas de gatos encanijados, hay espacio para el glamour tristón de ponerle etiquetas a un partido tercermundista.
La réplica de Tuca Ferretti a Javier Aguirre ante la polémica de imposición de jugadores en Selección Mexicana.
Claro, ese técnico encañonado, es Javier Aguirre. Porque este clásico conkakafkiano lo jugó, y perdió. Porque lo dirigió y lo perdió. Porque lo contempló y lo perdió. Pero entiende el entorno y el contexto. “Con los gringos no, con los gringos no se debe perder, porque no, porque son los gringos”, dijo en 2002 en la concentración de Fukui, Japón, antes de viajar a Corea del Sur, para sucumbir, finalmente, en Jeonju.
Estadio lleno esta noche, ante una afición que nunca ha sido la mejor anfitriona en México para el Tri, y al que sólo mantiene en el segundo lugar de sus desprecios hacia selecciones nacionales. Claro, la primera es Estados Unidos. Insisto: un partido de altísimo riesgo ubicado, además, en un embudo de caos vial.
Aguirre debe sentirse como un cachorro, de esos que abren los ojos a los once días. El Vasco debe estar apenas abriendo los ojos a la realidad: en su recua, hay pocas mulas con un pedigrí imposible en un animal híbrido. Pero eso es lo que tiene: bestias de carga, con eventuales destellos de futbol; con la sangre resistente, resiliente, pero sin la galanura ni competitividad de los percherones de alta escuela.
Hoy, Aguirre, irónicamente, ve, en el establo, menos calidad que la que veía en su paso poco exitoso por Monterrey, donde tuvo la mejor nómina tal vez del continente americano, aunque nunca pudo hacerla funcionar. De los europeos disponibles, sólo Edson Álvarez merece vítores, especialmente por hacerse respetar en la mejor liga del mundo, la Premier, pero, ya se vio ante Valencia que, cuando se viste del Tri, se le nublan las ideas, y de galante caballo de hipódromo se reconvierte en mula de carga.
Seguramente Aguirre no se quema las neuronas. Enviará a su manada a la cancha a jugar de manera similar a como lo hizo ante Canadá: meter pata primero, y después intentar jugar al futbol, con la precariedad táctica y técnica que corresponde a un grupo de jugadores fanfarrones formados sin fundamentos básicos de futbol, más allá de los mexicanísimos gritos de “rómpete la madre”.
La otra ventaja de Javier Aguirre es que no siente el compromiso de proponer el partido. Sus antecesores inmediatos se sintieron con la obligación de izar banderas y lanzarse al ataque. Estados Unidos, históricamente, goza con esa audacia bobalicona de los mexicanos. Los aguarda, los embosca, y los aniquila. El Vasco no llevará, esta noche, ni prisa por ganar y mucho menos por perder. La victoria le seduce menos que el pánico por la derrota. Soldado avisado, es soldado vivo.
Aguirre sabe que tiene poco tiempo para preparar un equipo mundialista, que, ni remotamente rozará pastizales gloriosos en 2026. Para colmo, debido a la estulticia, la “burrocracia”, y la falta de contactos e imaginación de sus dirigentes, México podría quedarse sin jugar la Fecha FIFA de noviembre. No hay rivales y ni siquiera candidatos hasta este momento. En enero 2025 jugarán ante Talleres en Córdoba, Argentina, un equipo que pertenece a Andrés Fassi, director deportivo de Juárez, y en el cual tenía también metidos centavitos el Grupo Pachuca. Es decir, gratis.
El resultado tendrá consecuencias en la Asamblea de Propietarios de diciembre, esa llamada de mejor manera por Sven-Göran Eriksson como #LaYuntaDeDueños. Si México no pierde ante Estados Unidos, habrá una tregua. Si pierde, la otra recua, la de Multipropietarios, se lanzará directo a la yugular de Juan Carlos ‘La Bomba’ Rodríguez, quien, a su vez, sabe que sigue blindado, más terrenal que celestialmente, por la divinidad de La Rosa de Guadalupe, es decir, el titiritero Emilio Azcárraga Jean.
Sí, esta noche, en Guadalajara, puede no ser sólo un nuevo Waterloo para Javier Aguirre, sino para sus amigos, sus padrinos, sus compadres y sus ahijados en la FMF y en el Salón Oval de Televisa.