Con el Loco no hay término medio. Se lo ama o se lo defenestra con igual pasión. Marcelo lo sabe. Y como todo lo que toca genera un revulsivo, Uruguay no fue la excepción. Bastó que Bielsa pusiera un pie en el país para que se generara la revolución.
Como suele suceder cada vez que llega a un lugar, Bielsa seduce. Pero no por vender humo, sino por su personalidad, la toma de decisiones, y los antecedentes de su carrera. No en vano es catalogado por sus propios colegas como uno de los mejores entrenadores del mundo.
Propuesta y seducción
El primer contacto con los jugadores, también es seductor. El Loco es distinto al resto. Cautiva desde su propuesta futbolística. Pero el tema es que, para lograrlo, exige. Y muchos no soportan el grado de exigencia que suele ser, tan excesivo, como obsesivo.
Daniel Carreño brindó una definición en el programa Derechos Exclusivos de Radio Uruguay: “Bielsa es un entrenador cruel, te vacía, y después pone a otro que corre más que vos”.
Y agregó: “Pero me encanta su propuesta, el estilo de sus equipos, la velocidad, la verticalidad, pero siempre en periodos cortos, porque su manera de ser lleva a un agotamiento de quienes lo rodean”.
Manejo de grupo
El punto que tocó Carreño da para pensar. La Selección venía de un largo ciclo de conducción de Oscar Tabárez. El Maestro basó su proyecto en los vínculos entre las personas y el relacionamiento humano.
De Tabárez se destacaba su gestión de grupo. Bielsa no es lo mismo. De hecho, la salida de Luis Suárez hizo ruido y generó turbulencias como reconoció el propio entrenador. Con anterioridad, también se alejaron varios funcionarios que llevaban años en el Complejo Celeste. No toleraron determinadas cosas.
En un país donde lo primero que hacen los uruguayos cuando regresan al país es un asado, el tipo no va al asado.
Es su forma. Su personalidad. Su estilo de conducción. Y eso choca. Tal vez sea uno de los puntos flacos de su gestión. No hay brujo sin yuyos...
Si me tengo que atribuir el atrevimiento de achacar algo, pondría énfasis en la forma en que se rompió todo lo que se construyó en las Selecciones juveniles. No lo comparto.
El juego
Otra cuestión es el juego. Uruguay tuvo un inicio deslumbrante en las Eliminatorias. Sorprendió apabullando a sus rivales. Pero se apagó. Y, como sucedió con varios equipos, debió atravesar una mala racha.
En su última conferencia de prensa el entrenador brindó razones. Entre sus argumentos estuvieron la cantidad de jugadores suspendidos o lesionados. Y desde lo futbolístico expresó que no corrieron lo que pretende para generar el desequilibrio. Pese a todo tuvo autocrítica diciendo: “Estoy en duda”.
Se le achaca a Bielsa no ampliar el espectro de jugadores convocables. Puede ser discutible. Pero el DT dijo en su última aparición que ya tiene en mente a la mayor parte del grupo que llevará al Mundial.
Los periodistas también deberíamos hacer autocrítica y no alarmarnos cuando nos expone. ¿Por qué tenemos derecho de criticar y poner el grito en el cielo si nos critican?
Los que pasó con Lucas Villalba es una prueba contundente. Embalaron a un botija con que lo estaban observando y nunca lo citaron. Ni hablar de la cantidad de nombres que se sugieren. A ver, para ser claro, el hombre no es un improvisado. Pasa todo el día mirando fútbol y jugadores.
Hay un detalle que pasa desapercibido y es que a los uruguayos les quedó en la retina el Uruguay de Forlán, Suárez y Cavani. Y por estos tiempos no se dispone de jugadores de tamaña categoría. La actual es una nueva generación que está escribiendo su propia historia. Uruguay tiene un gran mediocampo, con futbolistas que juegan en la élite mundial, pero faltan delanteros. No hay brujo sin yuyos…
Liderazgo
La nueva generación está en la búsqueda de líderes de las mismas características que los anteriores. No hay líderes temperamentales como pasaba de pronto con Lugano y Godín. No hay líderes futbolísticos como los tenía la anterior en Suárez o Cavani que te sacaban de los pelos.
El líder es Bielsa y como tal exige determinadas normas de convivencia, no escritas, como expresó en su última aparición pública diciendo que jamás mandaría a un jugador “en cana”: “Yo siempre le digo a los jugadores que todas mis decisiones son equivocadas, pero nunca yo voy a resaltar una equivocación de ustedes, entonces les pido que no resalten las mías porque no podemos convivir. La resolución del conflicto tiene que ser interna porque es saludable para los intereses del grupo”.
No mintió
La cuestión es que, polémicas y gustos futbolísticos al margen, el Uruguay de Bielsa está en el Mundial de 2026 y a veces es bueno darse una vuelta por el pasado…
Cuando el técnico llegó no vendió espejitos de colores ni dijo que venía a ser campeón, por el contrario: “En el mundo del fútbol hay 20 grandes equipos y yo nunca los dirigí. ¿Cómo voy a ser uno de los mejores entrenadores si nunca dirigí a uno de esos equipos? Entonces no soy uno de los grandes entrenadores del mundo”, expresó.
Bielsa es fiel a sus convicciones. Después habrá cuestiones futbolísticas, de gustos, o de las expectativas que cada uno se formó. Pero el hombre muere con sus ideas. Quien escribe no entra en temas como esos que apuntan a que, por el dinero que gana, poco menos que debería ser campeón del Mundo. Los que hoy dicen eso, cuando trajeron a Passarella tocaban el bombo.
A partir de ahora es otra historia y es difícil predecir si le irá bien o mal. Es fútbol. Bielsa tiene la piel curtida y sabe que genera tanto amor como odio. Pero jamás perdió la mesura. Ni en la euforia del triunfo, ni en el enojo de la tormenta. El técnico ya tiene claro el sentir de los uruguayos, su forma de ser, y los jugadores que dispone. Tabárez solía decir que no había que mirar tanto el pasado y enfocarse más en el presente. El cuarto puesto de Sudáfrica y la Copa América de 2011 forman parte de un grato recuerdo. Y ya no están Forlán, Suárez y Cavani. No hay brujo sin yuyos…
