En 1990, Lothar Matthäus era el jugador que Alemania Federal necesitaba para volver a ganar una Copa del Mundo después de 16 años de derrotas en instancias definitivas. En aquella época, ya no alcanzaba sólo con la fortaleza mental o el poderío físico de los "panzers". En el fútbol moderno hacen falta otras virtudes técnicas. El mediocampista nacido en 1961 en Erlangen fue el símbolo del comienzo de una nueva era para el fútbol alemán, no sólo por la caída del muro de Berlín y la reunificación, sino por todo lo que significó aquel equipo que obtuvo el título más deseado con otras armas.
Matthäus fue el alma del seleccionado dirigido por Franz Beckenbauer, el líder anímico y futbolístico. Por eso se ganó el reconocimiento al mejor jugador del campeonato. En una columna vertebral integrada por Bodo Illgner, Klaus Augenthaler, Andreas Brehme, Matthäus y Rudi Völler, el futbolista de Inter fue quien aportó la inteligencia, el talento y la pausa necesaria. Además del sacrificio implícito en cada alemán.
Después de participar del Mundial 82 como suplente y de ser titular en México 86, el mediocampista surgido de Borussia Mönchengladbach que también es licenciado en decoración de interiores llegó a Italia como el capitán de la Nationalmannschaft. Franz Beckenbauer decidió darle la cinta poco después de asumir su cargo de seleccionador y Matthäus honró esa decisión con buen juego y también con disciplina y liderazgo.
En su debut en la Copa del Mundo, el Seleccionado de Alemania Federal goleó 4-1 a Yugoslavia. El primer tanto del equipo en el campeonato fue de Matthäus, quien también anotó el tercer gol. En la segunda presentación los alemanes volvieron a golear y el Diez volvió a aportar una anotación: la tercera en el inicio del complemento. El conjunto teutón cerró la fase inicial con un empate 1-1 frente a Colombia.
Tras la victoria 2-1 sobre Holanda en octavos de final, Lothar Mattäus fue gran figura en el choque de cuartos de final y su gol le dio la clasificación a Alemania, que derrotó 1-0 a Checoslovaquia. Ese fue su último grito en la Copa, aunque su aporte sería igual de importante en los dos encuentros restantes. Su equipo superó por penales a Inglaterra en semis y luego se tomó revancha de la derrota de cuatro años antes frente a Argentina en la gran final.
Santiago Segurola definió así a la gran figura de Italia 90 en el diario El País de España: "Matthäus llegó a Italia con su poderoso motor y con una tendencia natural al desorden. El fútbol italiano le ha obligado a administrar su energía y le ha enseñado a gobernarse con sensatez. La superposición de todas estas cualidades, más la experiencia, le ha convertido en uno de los jugadores más determinantes del fútbol mundial y así lo ha demostrado en la selección de su país que tan brillante papel ha desarrollado en la Copa del Mundo.
Matthäus tiene ahora mando en plaza, es el capitán en el más amplio sentido de la palabra, pero no ha perdido la capacidad para estirarse en una fulgurante carrera de 40 metros y rematar con cualquiera de las dos piernas, gracias a la libertad que le ha reportado el entramado táctico urdido por Beckenbauer".
Tras el título, Matthäus afirmó: "Estábamos contentos por jugar la final contra la Argentina de Maradona, que en 1986 ganó la Copa él sólo, por eso necesitábamos una revancha. En Italia, jugamos muy bien todo el torneo y merecimos ser los campeones, sin dudas. En la final sufrimos demasiado porque Argentina se defendió de gran forma, como en todo el torneo, pero finalmente logramos el objetivo. Cuando levanté el trofeo fue como un sueño. Yo vivía en Italia y para mí fue como un juego en mi propia casa".