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Salvatore Schillaci, el máximo goleador de Italia 1990

En dos años, Salvatore Schillaci pasó de jugar en la segunda división a ser el máximo goleador de una Copa del Mundo. Ese vertiginoso progreso en su carrera se debió a algo muy simple: su impresionante capacidad de definición. Tras demostrar sus virtudes en Messina, Totó fue contratado por Juventus y un año después recibió la convocatoria para jugar el Mundial con la Selección nacional. En la Copa de Italia 1990, el hombre nacido en Sicilia anotó seis goles y se consagró como el máximo artillero, pese a que llegó como suplente de Andrea Carnevale.

El diario La Vanguardia publicó un artículo sobre el atacante italiano durante el torneo. No hay mejor forma de entender el fenómeno Schillaci que repasar dicha nota.

"Nadie en Italia desconoce quién es "Toto" Schillaci. Un personaje anónimo hace escasamente tres semanas, que ha condenado a la mediocridad a los astros anunciados para la competición. Es simplemente una consecuencia de la magia del Mundial. De la magia del fútbol.

Schillaci, de nombre Salvatore ("della patria", tituló un rotativo italiano), ha aportado el gol a una selección que practica un gran fútbol, pero que tiene enormes dificultades para reflejar su superioridad en el marcador. Toda Italia le está agradecida. Y le adora por ello. Es la "totomanía". La aparición de Schillaci no púdo ser más oportuna.

Saltó del banquillo en el debut de los anfitriones cuando Italia dominaba y agobiaba a la selección de Austria, pero se veía impotente ante puerta. El jugador entró en el terreno de juego como una exhalación. Cabeza bastante despoblada, bajo y un semblante más acorde con un personaje de un filme de posguerra de Federico Fellini que con la incólume elegancia de Roberto Baggio o Paolo Maldini, o el porte de Franco Baresi y Walter Zenga. Parecía no ser digno de vestir la brillante seda azul que distingue a la "azzurra". Pero, en pocos minutos, Schillaci se ganó el derecho de estar sobre la hierba del Olímpico representando a su país. Se hizo un sitio en el área enemiga y remató a gol un centro de Vialli. ¡Espléndido! Fue el inicio del triunfo para el antidivo.

En una encuesta que publicó una revista italiana entre las mujeres del país acerca de los internacionales más deseados, no aparecía Schillaci. Las preferencias femeninas se debatían entre Roberto Baggio, Walter Zénga o Franco Baresi. Tampoco la popular cantante Madonna lo incluyó entre sus preferidos y se declaró seducida por el color verde de los ojos de Baggio. Pero, en cambio, la efectividad de Schillaci ha podido más que todo eso.

Es en estos momentos el jugador más querido, según una encuesta realizada por Petroli, uno de los patrocinadores de la selección anfitriona. Schillaci ocupa el primer lugar de las preferencias, con un 12,1 por ciento, por delante de Baresi (11,9), Vialli (10,5), Zenga(10,3), Baggio(6,7), Donadoni (6,5), Taconi (5,9) y Serena (3,5).

Salvatore Schillaci ha vuelto a repetir su hazaña en otros partidos. Y se ha ganado la titularidad indiscutible. Azeglio Vicini, el seleccionador de Italia, sería el hombre más odiado de Italia si cometiera el atrevimiento de condenarlo a la suplencia. Schillaci ha sentado en el banquillo a Carnevalle y Vialli y, por extensión, ha resucitado al que será el año próximo su compañero en Juventus, Roberto Baggio, el hombre más caro del fútbol mundial.

Su gesta más trascendente fue clasificar a Italia para las semifinales. Italia encontró muchas dificultades en los inicios del partido ante Eire. La presión de los irlandeses maniató a los anfitriones. Y de nuevo el instinto criminal de Schillaci salvó a Italia de un incierto destino. El delantero ha logrado marcar én todas susactuaciones, menos en el encuentro que Italia jugó ante Estados Unidos. El conjunto local, que venció por la mínima gracias a un tanto de Giannini, volvió a demostrar sus problemas para hacer goles. Esa vez fue la única que Schillaci no pudo dar la tranquilidad esperada. Una tranquilidad qué él mismo no tenía. Probablemente su mente estaba en aquel momento en otra parte o se encontraba dividida, ya que a las pocas horas de aquel encuentro nació su segundo hijo y primer varón, Mattia Schillaci.

El fenómeno Schillaci es un ejemplo de cómo un país, Italia, puede quedar paralizado por el fútbol. Ha eclipsado los hechos políticos. Ha relegado a un segundo plano de la actualidad la presidencia de la CE, que Italia asumió durante la Copa. Su foto ocupa páginas de periódicos, portadas de revistas y el centro de las camisetas y banderas de los tifosi. Su esfígie esta en los bares, tiendas, comercios y lugares públicos. Es protagonista de las conversaciones. Provoca animados debates acerca de su manera de jugar.

El éxito de Schillaci es, para otros muchos, la venganza del sur sobre el norte. De la pobreza sobre la prosperidad. Se trata del único jugador siciliano que hay en la selección. Junto con el napolitano De Napoli, son los dos únicos jugadores del Mezzogiorno. Los otros son todos del norte, de la Italia económica, o de Roma, la capital y centro administrativo y político. El presidenté del Senado, Giovanni Spadolini, declaró que la aportación de Schillaci es "la mejor respuesta al racismo antimeridional".

Tras la clasificación para las semifinales, Italia volvió a convertir la noche en una fiesta. Pero la celebración tuvo en Sicilia un carácter especial. Alrededor de 20.000 personas se concentraron delante de la casa en la que nació Schillaci, en uno de los banjos populares de Palermo. La celebración fue para ellos un homenaje a los miles de niños que, como Schillaci, aprenden a jugar al fútbol en las estrechas calles de los suburbios de Palermo".

Tras la dura caída frente a Argentina en semifinales a pesar del gol de Totó, la Nazionale debió jugar el duelo por el tercer puesto frente a Inglaterra. Allí, en el partido que nunca pensó afrontar, Schillaci anotó su último gol, de tiro penal. Fue el sexto de su cuenta personal en la Copa del Mundo, que lo consagró como el máximo goleador. Sí, aquel hombre que llegó en silencio se fue entre los gritos de toda Italia.