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Argentina-Camerún: a 30 años de una caída histórica

Partido inaugural del Mundial de Italia 1990. Argentina, campeón defensor del título, enfrenta al humilde Camerún. Todos se preguntaban cuántos goles marcarían los dirigidos por Carlos Salvador Bilardo, grandes favoritos, nada menos que con Diego Armando Maradona como bandera en el campo de juego.

Sin embargo la realidad mostró otra cosa. Los africanos dieron el batacazo e hicieron historia; Agentina perdió 1-0 y comenzó un camino sinuoso y lleno de dificultades en Italia, donde pese a todo llegaría a la final.

Ese encuentro inaugural fue un duro golpe para la Selección argentina. Tanto, que una frase del DT argentino quedó en la historia: “Si no pasamos de ronda, no volvemos a la Argentina. Yo le doy un paracaídas al piloto y tiro el avión abajo”.

Está claro que se puede considerar a Bilardo como extremista, pero así era la desazón que se vivía en el vestuario que cuatro años antes había levantado la Copa del Mundo tras vencer en la final a Alemania.

La Argentina era favorita por varias razones, aunque muchas de ellas no fueran futbolísticas. Era el último campeón, tenía a Maradona, el mejor del mundo, jugadores con rodaje internacional y mucha más experiencia que los rivales.

Pero llegaba a Italia con dudas. Por un lado, Maradona, su pieza clave, no estaba en su mejor condición física: casi no había podido entrenarse en los días previos por una uña encarnada en el dedo gordo. Y varios de los integrantes del equipo que habían brillado en México 86 tampoco pasaban su mejor momento.

Pese a todo, Pumpido, Ruggeri, Olarticoechea, Batista, Burruchaga, Maradona, Balbo y Caniggia eran futbolistas de renombre.

Enfrente, los humildes africanos, eran invitados de lujo a lo que se suponía sería una fiesta albiceleste. Pero más allá de que no eran candidatos menospreciar su poderío, sobre todo físico, hubiera sido un terrible error. Un técnico obsesivo como Bilardo, que estudiaba hasta el mínimo detalle de sus rivales y se había cansado de ver una y otra vez videos de los Leones Indomables, sabía que las cosas no serían tan fáciles como especulaba la prensa o como imaginaban los hinchas.

En España 82 ya se había visto un anticipo de esta Selección. Ocho años antes habían demostrado en su primera participación mundialista que no eran un rival sencillo. En esa ocasión, Camerún no logró pasar la fase de grupos pero se despidió del Mundial invicto. Empató con Perú, con Polonia y con Italia, selección que luego sería campeona. Quedó con tres puntos en la segunda colocación junto con la Azzurra, que terminó por pasar de ronda por tener más goles a favor.

Ese equipo ya era liderado por el delantero Roger Milla, el jugador más experimentado del plantel en Italia. Si bien luego no pudieron llegar al Mundial de México, ahora habían logrado el pasaje a Italia con un gran rendimiento. Sumaban experiencia sobre sus espaldas y estaban dispuestos a demostrarle al mundo que el fútbol africano se encontraba a la altura de los grandes acontecimientos.

Sin embargo, apenas tres de sus jugadores se desempeñaban en ligas extranjeras. El resto, jugaba en su país. Y ni siquiera el entrenador ruso que estaba a cargo del equipo, Valery Nepomnyashchy, llegaba con muchos laureles.

MARADONA Y UN PARTIDO ESPECIAL

El San Siro lleno de gente tenía un claro favorito en las tribunas: Camerún. Como es lógico en toda competencia de primer nivel, siempre el público se inclina por el más débil. Por el que busca la hazaña. Pero esa no era la única razón de la simpatía de los locales. Para los italianos el partido tenía un condimento especial.

Ese condimento era Maradona. El 10, la bandera del Nápoli, el representante del Sur de Italia, pisaba suelo “enemigo” en Milán, la ciudad del Norte. Además estaba claro que para los italianos, pensando en lo deportivo y viendo en la Argentina a un rival de cuidado en la lucha por el título, resultaba conveniente una derrota albiceleste (el futuro les daría la razón a los que pensaban de ese modo).

La rivalidad entre el Sur y el Norte quedó en evidencia esa tarde. Cada vez que Maradona tocaba el balón, una silbatina bajaba del estadio. Los milaneses no querían al 10 del Nápoli, que en pocos años había logrado que un club humilde del Sur se midiera de igual a igual con los más poderosos.

Este hecho fue sin dudas algo curioso de ese encuentro: el mejor jugador del mundo, quien sin dudas en cualquier otro país hubiera sido venerado en las tribunas, recibía en este caso la reprobación del público. La gente, en lugar de celebrar la magia del 10, aplaudía cada quite rival, cada acción violenta contra uno de los pocos en la cancha que podría entregar al menos algo de fútbol.

ARGENTINA, SIN JUEGO Y SIN IDEAS

El partido comenzó y de entrada se vio la estrategia de los dos equipos. Uno, la Argentina, iba a intentar jugar, sólo intentar. El otro, iba a tratar de destruir.

Los sudamericanos dependían de Maradona en todo para generar juego en ataque. Pero el 10, disminuido en lo físico, no encontraba espacios ante un rival que se defendía con mucha gente y marcaba a presión, tratando de lograr superioridad por la potencia física. Tampoco tenía ese equipo que Bilardo puso en cancha futbolistas con quienes el 10 pudiera armar un circuito de juego. Burruchaga, con quien Pelusa podía entenderse, también llegó a Italia sin estar en su mejor forma física.

El acompañante de ataque de Diego era Abel Balbo, quien de entrada tuvo una chance clara con un remate que tapó bien el arquero. Luego, una asistencia suya terminó con un remate de Basualdo que también contuvo N’Kono, de sólida actuación

Argentina tuvo en esa primera mitad otra chance en los pies de Burruchaga, tras una genial asistencia de Maradona, que tapó el 1 camerunés. Pero no hubo mucho más de parte de los sudamericanos.

De a poco Camerún se fue acercando. Y tuvo la más clara, con una entrada de Makanaky que Lorenzo salvó sobre la línea. Luego, Pumpido tapó muy bien un remate desde afuera de Omán Biyik.

Poco para destacar, más allá de las faltas en algunos casos sistemáticas de Camerún. Maradona fue el que más las sufrió. Una de ellas, para expulsión, fue una tremenda patada en el brazo a la altura del pecho que con los tapones de punta le aplicó Ndip. Era para roja, sin ninguna duda. El juez francés Michel Vautrot, de mal arbitraje y muy permisivo ante la violencia de Camerún, sólo amonestó.

TODOS CONTRA CANIGGIA

En el complemento las cosas cambiaron con el ingreso de Claudio Paul Caniggia. El delantero, ágil, rápido, en gran forma, fue desequilibrante cada vez que tocó el balón. Puso en riesgo sus piernas y hasta su integridad física, pero desató aún más la violencia que ya se venía observando de parte de Camerún en la primera mitad, con un árbitro que no actúo con la severidad necesaria.

Pese a todo, Cani generó la expulsión de dos rivales, desbordó por las dos bandas y fue una pesadilla para la defensa rival con su velocidad y un pique corto matador. Sin embargo, sus acciones no ayudaron para generar situaciones claras de gol. Un problema que iba a acompañar a la albiceleste en todo ese Mundial: apenas marcó cinco goles en siete partidos.

Con semejante actuación de Caniggia llamó la atención que el ex River no fuera titular en un equipo donde faltaba y mucho desequilibrio en el ataque. Más tarde se supo que mientras estaba en la concentración, en las noches previas al debut mundialista, Bilardo encontró al Pájaro y a Pedro Troglio, su compañero de habitación, jugando al Mario Bros. Ese detalle, dicen, fue la clave para que el Narigón lo castigara con la suplencia.

ERROR Y SORPRESA

Camerún no resignaba el ataque. Cuando se decidía a jugar y no a pegar, mostraba un buen manejo de pelota y velocidad en muchos de sus futbolistas. Y sabía que de arriba tenía potencia y más altura que los argentinos. Por esa vía, llegó el gol. Un centro al área y un mal despeje de la defensa dejó solo a Biyik para que tras un cabezazo en el que superó a Sensini y una floja respuesta de Pumpido, se abriera de manera sorpresiva el marcador.

Iban 22 minutos del segundo tiempo. Argentina ya jugaba con un hombre más, por la expulsión de Kana unos minutos antes (luego Massing iba a ver la roja a un minuto del final). Faltaba mucho todavía, pero los nervios de Argentina, la falta de ideas y un rival incómodo hicieron difícil torcer la historia. Incluso, con espacios, Camerún dispuso de alguna situación clara como para aumentar, aún en inferioridad numérica.

El final se celebró y mucho en el San Siro. Como si se hubiera ganado un campeonato. En el campo de juego, los futbolistas festejaron de manera alocada lo que fue la primera victoria de Camerún en un Mundial. En las tribunas, los hinchas africanos se confundieron en un abrazo con los italianos, felices por la caída de un candidato y por ver derrotado a Maradona.

La Argentina se fue rápido al vestuario. Allí, Bilardo lanzó la ya célebre frase sobre “estrellar” el avión si no se pasaba de ronda. Sería el comienzo de un torneo con muchas dificultades, lesionados y cambios de equipos, pero que dejaría también partidos inolvidables, dramáticos y emotivos.

Camerún lograría por primera vez en la historia que un equipo africano avanzara a cuartos de final en un Mundial. La Argentina se iría levantando de los golpes sufridos, y de manera increíble, llegaría a otra final.