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Argentina-Perú: a 35 años de una clasificación sufrida y dramática

El 30 de junio de 1985 la Argentina empataba 2 a 2 contra Perú, con un recordado gol de Gareca, quien empujó el balón tras una excelente jugada de Passarella. AP

Eran las Eliminatorias para el Mundial 1986. La Argentina de Carlos Salvador Bilardo y Diego Armando Maradona venía con paso firme rumbo a México. Sin embargo, en el tramo final del torneo, una derrota de visitante ante Perú puso un signo de incógnita y sembró dudas sobre el futuro inmediato.

No había, en principio, muchos motivos para alarmarse. La definición de esa competencia sería de local, en el Monumental. Y con apenas un empate la albiceleste tendría asegurado su pasaporte mundialista

La Argentina llegaba como líder del grupo con 8 puntos; Perú, lo seguía con 7. Los incaicos buscaban la heroica: debían vencer a los favoritos de locales para poder asegurar su pasaje. En caso de no hacerlo, deberían ir al Repechaje.

Lo curioso es que los de Bilardo terminaron sufriendo luego de un gran arranque, con cuatro victorias consecutivas: Venezuela (3 a 2 de visitante y 3 a 0 de local) y Colombia (3 a 1 de visitante y 1 a 0 de local).

Perú fue el primer tropiezo: en Lima, la Argentina cayó por 1 a 0 con gol de Juan Carlos Oblitas, en el famoso partido que quedó en la historia por la asfixiante marca de Luis Reyna sobre Maradona.

Esa victoria peruana terminó dándole al último partido el tinte de una final, ya que de ese choque saldría el clasificado para México.

La Argentina formó con: Ubaldo Fillol; Julián Camino, Daniel Passarella, Enzo Trossero, Oscar Garré; Jorge Burruchaga, Juan Barbas, Ricardo Giusti; Pedro Pasculli, Diego Maradona y Jorge Valdano.

Perú salió a la cancha con: Eusebio Acasuzo; Leo Rojas, Rubén Díaz, Jorge Olaechea, Hugo Gastulo; César Cueto, Luis Reyna, José Velásquez, Gerónimo Barbadillo; Franco Navarro y Juan Carlos Oblitas.

El árbitro del encuentro fue el brasileño Romualdo Arppi Filho.

UN COMIENZO IDEAL

Mucho se había hablado en la semana de la dura marcación de Reyna sobre el astro argentino. En Lima el volante lo persiguió por toda la cancha, aún cuando el balón no estaba en juego. Pero el objetivo del técnico Roberto Chale se había cumplido: el 10 casi no pudo tocar el balón.

Apenas comenzó el partido en el Monumental, Maradona tuvo su revancha. A los 12 minutos, tras un lateral y teniendo nuevamente a Reyna como una estampilla, Pelusa se sacó muy bien la marca de encima, desbordó por la izquierda y mandó un centro al corazón del área. Pasculli dominó en posición de nueve y definió al segundo palo del arquero: 1 a 0.

Tranquilidad para el equipo argentino, que comenzaba ganando el encuentro. Y ante un rival que de visitante debía salir a buscar el resultado, el escenario se presentaba como ideal.

Pero nada de esto iba a ocurrir en el desarrollo del partido. A los 23 minutos, Velásquez definió tras un cabezazo que en el área le bajó Uribe para poner el empate transitorio. Y a los 39, una pelota perdida en la mitad de la cancha terminó con un gran pase entre los centrales argentinos para Barbadillo, quien dejó en el camino a Fillol y puso el 2 a 1.

Pocos entendían lo que pasaba en un Monumental lleno de murmullos y de silencios. La Argentina pasaba de ganar casi desde el comienzo y de estar a un paso de la clasificación, a perder y a tener que salir a buscar al menos el empate para evitar ir al repechaje.

Los nervios se habían apoderado del equipo. Y Perú era un rival que manejaba muy bien la pelota en la mitad de la cancha, con Cueto y Velásquez como estandartes. Barbas y Giusti no conseguían hacer pie en el medio, Maradona aparecía poco ante la presión de Reyna y el equipo estaba partido y sin poder generar al menos un poco de fútbol.

Así terminó la primera mitad. Con mucha preocupación en el público, pero con la tranquilidad de que faltaban 45 minutos para conseguir al menos un gol y la clasificación.

UN FINAL DRAMÁTICO

Por la cabeza de más de un hincha y de algún jugador, tal vez comenzó a dar vueltas un triste recuerdo que varios años antes también había tenido como protagonista a Perú.

Por las Eliminatorias de 1969, en La Bombonera, la Argentina debía vencer a los peruanos para garantizar su presencia en México 70. Un empate por 2 a 2 lo dejó con las manos vacías. Otra vez Perú y otra vez la chance de llegar a México: demasiadas coincidencias.

El segundo tiempo fue dramático. Porque la Argentina salió más nerviosa que antes de irse al vestuario, al final de la primera etapa. No lograba dominar el balón, en una cancha mojada y embarrada, y llegar al arco de Acasuzo.

Con el buen dominio de pelota del conjunto peruano y los espacios que quedaban en el fondo, daba la sensación que de contra, el rival estaba más cerca del tercero que la Argentina del empate.

Hasta que llegó el minuto 36. Un centro de Garré desde el tiro de esquina fue rechazado por la defensa peruana. La pelota le quedó a Burruchaga, quien mandó un centro al área. Passarella, quien había ido a cabecear en el córner, se quedó y recibió el balón sobre la derecha del área: la paró con el pecho, avanzó unos pasos y sacó un remate que el arquero desvió sin poder contener.

La pelota pegó en el palo y comenzó un recorrido por toda la línea del arco. Entre la desesperación por rechazar de los defensores y el deseo de los delanteros de convertir, ganó el instinto goleador de Ricardo Gareca, quien había ingresado en el complemento.

El Tigre, debajo del arco, empujó la pelota hacia la red para marcar un gol histórico y muy celebrado dentro del fútbol argentino. Porque fue, en definitiva, el de la clasificación.

El tanto lo hizo Gareca, sin dudas, pero en buena parte fue también de Passarella. El defensor mostró toda su jerarquía en esa inolvidable jugada, y por eso con justicia también se dice que el Gran Capitán merece tener crédito en la conquista.

Faltaba todavía un largo rato para el cierre del encuentro, y la Argentina no iba a pasarla bien. Consumida por los nervios, quedaba aguantar el final. Perú fue en busca de la hazaña.

Si bien a Maradona le sacaron un gol sobre la línea, el Pato Fillol iba a tener una tremenda atajada para garantizar el pasaje a Mundial. En el final del partido, ya en tiempo de descuento, el arquero sacó por encima del travesaño un gran remate de Uribe que pudo cambiar toda la historia.

Cosa del destino, Gareca y Passarella, los héroes de esa tarde, no estuvieron en la consagración de 1986. Por diferentes razones, claro. El Tigre directamente no fue convocado, y el defensor formó parte del plantel pero sufrió un problema intestinal que no lo dejó jugar ni un minuto en esa Copa del Mundo.

Sería Maradona, el mismo que había estado casi desaparecido en los partidos ante Perú, quien tendría su momento de gloria un año más tarde y dejaría bien en claro que era el mejor jugador del mundo.