Fútbol Americano
María Alexander 3y

Un mundo irreal donde existen futbolistas lesbianas, pero no gays

En la popular de La Bombonera -como en cualquier otro estadio de la Argentina-, vale fumar, vale tomar, vale insultar, vale escupir, vale empujar, vale prender bengalas, vale colgarse del alambrado, vale aplastar al de al lado, vale revolear cosas cuando hay gol. Vale todo, menos algo importante: poder besarse con una persona de tu mismo género sin que haya malas miradas, abucheos e insultos. "Dale, amor, quiero ir un día a la cancha con vos para ver un partido en vivo y sentir cómo se vive", me dijo mi novia pre pandemia cuando todavía se podía ir a alentar al equipo. "Mmmm, no sé, no sé si da, no sé ni si podríamos entrar de la mano a la popular, me da cosa", fue mi respuesta más de una vez. Hasta que dejó de preguntarme si podía ir. Siempre que fui lo hice con amigos varones o con mis hermanos, también varones. Nunca fui con mi novia. Nunca me animé. ¿Será que como hincha me pasa lo mismo que le pasa a los futbolistas? ¿Miedo a salir del closet? ¿Temor al qué dirán?

¿Por qué en las canchas donde se juega fútbol femenino no pasa lo mismo? ¿Por qué hay una sensación de más igualdad y respeto? El 8 de noviembre de 2018, la selección argentina de fútbol femenino goleó 4-0 a Panamá en el repechaje rumbo al Mundial de Francia. Lo hizo en el estadio de Arsenal, con público. Recuerdo que mi novia estuvo en la cancha ese día -yo vivía en Madrid por aquel entonces- y me mandó una foto con su grupo de amigas, entre ellas muchas lesbianas que estaban de la mano y a los besos festejando con sus novias, y me dio una mezcla de sensaciones: envidia porque nunca celebré un gol de la selección a los besos con mi novia en una cancha, y esperanza, de pensar y decir: che, las canchas y las tribunas pueden ser un espacio donde se festeje también la diversidad y donde alguien lesbiana, gay, bisexual, trans, queer, o quien sea, pueda sentirse libre y disfrutar al mismo tiempo del fútbol.

¿Será que lo que pasa dentro de la cancha es también reflejo de lo que sucede en las tribunas y en todo lo que gira alrededor de la pelota? En el Mundial de Francia 2019, hubo varias mujeres que celebraron junto a sus novias o esposas los triunfos de sus selecciones en las tribunas, sin esconder ningún beso o demostración de amor. El caso más conocido fue el de la futbolista Magdalena Eriksson, que cuando pasó a cuartos de final con Suecia, festejó con un beso a su pareja la futbolista danesa Pernille Harder que alentaba en las tribunas. Las imágenes se viralizaron en redes sociales con frases como “el amor es libre”, “el fútbol es libre”, entre otras.

Además de Eriksson y Harder, hay muchas otras futbolistas que no ocultan su sexualidad y que incluso lo toman como bandera para defender los derechos del colectivo LGBTQI+: Megan Rapinoe, Marta Vieira da Silva, María Pilar León, Lola Gallardo, Lorena Benítez, Ali Krieger, Ashlyn Harris, Vivianne Miedema; son solos algunos nombres. ¿Por qué, por ejemplo, no hay ningún gay declarado jugando en este momento la Eurocopa? Son más de 600 convocados para representar a sus países… 600. Lo mismo podríamos decir y preguntarnos respecto a la Copa América. Y a los Mundiales pasados. ¿Y a los que vendrán? Ojalá que no.

Como mujer lesbiana que juega al fútbol amateur, debo decir que encontré en el fútbol femenino lo que siempre me negó el masculino: un espacio donde sentirme libre y feliz, haciendo lo que más me gusta hacer: jugar. De chiquita siempre jugué con hombres porque no había espacios para las mujeres (tengo 30 años), y de más grande también jugué con hombres y nunca sentí la tranquilidad de poder compartir ese espacio con mi novia. Desde hace casi dos años que me metí a jugar solo con mujeres y tanto en los entrenamientos como en los partidos y torneos en los que participo -muchos de ellos jugando en el mismo equipo que mi novia-, pude disfrutar del juego sin miedo al qué dirán y con la paz interna de saber que podía besarla y darle la mano sin recibir miradas ni insultos. Hay veces que las miradas son peores que los insultos.

Ojalá cuando vuelvan los hinchas a los estadios en Argentina, pueda ir con mi novia a la popular de La Bombonera y disfrutar de un partido sin tener que abrir un paraguas para protegernos de los prejuicios. Ojalá no solo los hinchas podamos sentir libertad y tranquilidad en las tribunas, sino también los futbolistas, dirigentes, entrenadores, y todos los que son parte del mundo del fútbol. Un mundo irreal en el que no existen futbolistas gays, pero si lesbianas. Un mundo irreal -y triste- en el que importa más el qué dirán y aparentar, que realmente ser y amar a quien uno quiera, cuando quiera, donde quiera, y sobre todo, si quiere, dentro de una cancha.

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